En cuanto cierro la puerta principal de mi casa con sumo cuidado me derrumbo en ella, me quedo estática en el suelo mientras cubro mi boca con mis manos en busca de callar mis propios sollozos hasta que alzo mi rostro y veo la cámara de la entrada principal. Afortunadamente estoy en una zona ciega, pero esto fue justo lo que Damián me dijo.
“Al salir de tu casa, no hay marcha atrás” “necesito que estés concentrada”
Necesito estar concentrada porque no quiero que me encuentren, quiero estar con él. Con el amor de mi vida, así que me levanto del suelo, me mantengo en la zona ciega y me alejo de mi la casa, de la que toda mi vida fue mi casa. Coloco la sudadera sobre mi cabeza y salgo por la parte trasera del jardín. Al estar afuera no puedo evitar girar mi cuerpo y darle una última mirada a mi casa, segura de que allá nada será igual en cuanto despierten y no me vean. Ninguno de ellos será el mismo en cuanto pasen los días y no me encuentren, en cuanto nunca más me encuentren.
Me limpio el rostro y comienzo a correr por toda la calle solitaria de mi vecindario, hasta alejarme lo suficiente para poder tomar aire. Cuando ya lo he hecho, me desplazo tranquilamente por las calles hasta que veo su camioneta esperándome justo donde dijo. Camino hacia ella con las luces delanteras cegándome, aun así, sigo observando, porque sé que él me ve. Me está viendo justo ahora. Al llegar a ella, abro la puerta del copiloto y lo encuentro con su hermosa sonrisa mirándome, justo como lo supuse. En cuanto lo veo, es como si olvidara que acabo de fugarme como una enamorada de mi casa, así que, sin pensar más las cosas, me subo al auto, lanzo el bolso a la parte de atrás y lo atraigo hacia mí para besarlo. Al estar necesitada de sus labios, puedo olvidar la vergüenza que aún me da besarlo, mostrarle que lo deseo, de modo que, él queda un poco sorprendido ante mi pequeño arrebato.
—No sabes lo feliz que estoy de tenerte —me dice en cuanto logramos separarnos. Yo me acomodo en el asiento con una sonrisa ancha y él comienza a conducir de inmediato.
—¿En serio? ¿estás feliz de tenerme? —él sonríe sin mirarme.
—Nunca dudes de eso, Jessica. No lo hagas jamás.
Damián baja las ventanillas de la camioneta lo que hace que el auto se llene de la brisa fría de la noche. La mera sensación me lleva a sentirme en las nubes así que sin poder evitarlo saco la cabeza por la ventanilla y elevo las manos al aire dejando que mi cuerpo se estremezca por la brisa fresca que se cuela en mi ropa y llega hasta mis huesos.
Seguimos conduciendo por casi una hora hasta salir de la ciudad y adentrarnos en Cutler bay, un pequeño pueblo cerca a Miami. En cuanto llegamos a él, Damián levanta las ventanillas del auto y enciende el aire.
—Nadie me conoce aquí, Damián —susurro.
—Lo harán cuando tu rostro empiece a salir en los periódicos y en los noticieros.
En cuanto lo escucho, termino de entender lo que conlleva mi decisión. Justo como él me lo dijo muchas veces, no hay marcha atrás, comenzarán a buscarme y yo a esconderme, comenzarán a pensar millones de cosas malas que pudieron haberme pasado y yo estaré viviendo la vida. Soy egoísta, lo sé, pero mis padres nunca aceptarían a Damián, no sabiendo a lo que se dedica.
—Mi padre tiene una casa aquí, nos quedaremos allí mientras se hace de noche y nos vamos a la finca.
—¿Dónde está?
—A las afueras del pueblo, pero no es prudente que viajemos de día. Es solo para evitar que te vean.
Yo asiento y me acomodo mejor en el asiento. Él toma mi mano entre la suya y la aprieta, dándome confort.
—Todo va a estar bien. Te lo juro. Nada va a cambiar…