Esa madrugada. …Estoy aquí, sentada en la sala, en medio de la penumbra, esperando que salga, como cada noche. Al ver que sale, me levanto y trazo su mismo camino, por todo el césped hasta llegar a lo más alejado de la casa, hasta llegar a aquella bodega ubicada al costado de la casa. Entra y cierra la puerta, así que me quedo esperando, y segundos después, hago lo mismo. Ella se gira, pero no por haberme escuchado ya que lleva audífonos, sino por mera casualidad. Lleva un cigarrillo en la boca y al verme lo saca y sonríe. —Me asustaste. ¿cómo te ha ido? —me dice con una sonrisa, una sonrisa que devuelvo. Me da coraje pensar que me sigue sonriendo como si fuéramos las putas mejores amigas, como si no le fuera dicho mierdas en la cara. No hay nada que deteste más que una mujer mustia

