24.

1259 Words
La mañana llegó y con ella el terrible dolor de cabeza consecuencia de haber bebido demasiado, aun así lo reconfortaba el hecho de saber que su novio lo cuidaba, sintió su lenta y acompasada respiración en su espalda pero eso no quitó la sensación de que su cabeza iba a explotar si no se tomaba una aspirina lo más rápido posible. Lo malo de tener un novio durmiendo a su lado era que a cualquier movimiento éste se despertaba y tal como otras veces está no fue la excepción. —Buenos días, Dan —saludó el menor tallándose los ojos. —Mmmmhh  —respondió el moreno sin articular palabra pues sabía que si lo hacía la cabeza se sacudiría en respuesta enviándole más dolor. —Te duele la cabeza, ¿verdad? —preguntó. —Si —Voy por un par de aspirinas —su novio se levantó y a los pocos segundos volvió a entrar esta vez acompañado de un vaso de agua y una pequeña pastilla en la manos la cual extendió en dirección a Daniel y seguidamente le pasó el vaso con agua, la pastilla funcionó ya que el dolor de cabeza disminuyó en dolor. — ¿Qué te parece si hoy salimos a pasear? total es sábado y no vas a estudiar o trabajar durante el día —propuso el ojiverde, Ben asintió. Se apresuraron en desayunar juntos como siempre. Cuando ambos se estaban arreglando Daniel se dio cuenta que su novio se estaba vistiendo como habitualmente lo hacía y eso no le gustó para nada. —Benjamin, ¿qué te pusiste? —inquirió con el ceño levemente fruncido. —Mi ropa Daniel, no es nada anormal en mí —respondió el ojiazul con calma. —Sabes que a veces pienso que no me gusta que te vistas así. —Siempre me visto así, no sé por qué te molesta —Dijo ahora un poco incómodo, quería decir eso que a Daniel le desagradaba el cómo se vestía. — ¡Deberías vestirte mejor! —exclamó con fuerza. —No entiendo porque te preocupa eso, creí que no te importaba. —Claro que me importa, si yo quisiera salir y me vieran así contigo no sé qué dirían de mí y mis gustos —soltó sin darse cuenta lo crueles que habían sonado esas palabras. —Pues entonces deberías haberlo pensado antes de fijarte en mí y lo ridículo que soy —dijo con la voz un poco ronca por las lágrimas que se anegaban en sus orbes, no sabía que Daniel pensara así de él, se sentía impotente y profundamente dolido ante las palabras antes dichas y que sin pensarlo llegaron como dardos en su corazón. —Lo sien... —No, por favor no te disculpes, quisiste decir lo que dijiste y aunque sé que soy muy poca cosa para ti no es necesario que me lo recuerdes, es más para tu felicidad puedes salir sin mí, total no notarías la diferencia —dicho eso se aproximó al baño y se encerró ahí con seguro, se deslizó hasta el suelo y con la cabeza entre las piernas dio rienda suelta a sus lágrimas. Daniel en cambio se carcomía el pensamiento diciéndose lo estúpido que fue al decirle eso a su ángel sabiendo lo duras y crueles que fueron para él, es cierto que pudo decírselo pero con más delicadeza, bastante había sufrido con su padre para que ahora Daniel también lo denigrara de esa manera. Pero por otra parte Ben sabía que su novio tenía razón, no se vestía muy bien ya era hora de cambiar, de atreverse a hacer cosas que nunca había hecho, de todas maneras sus padres ya no lo controlaban y debía aprovechar su vida con Daniel. ***** Una hora había transcurrido desde la pelea, la verdad es que los dos sabían que se habían equivocado, que debían hablarlo para que no volviera a suceder. Daniel por fin decidió tocar la puerta del baño. Dejó que Ben lo analizara y se tranquilizara porque ambos necesitaban pensar acerca de los hechos recientemente acontecidos. —Ben, debes salir. Silencio, Ben debía estar destrozado emocionalmente porque no contestaba. — ¡Ben, por favor! Sal de ahí y hablemos sobre esto. Más silencio, el moreno se empezó a desesperar, empezó a asustarse pensando en que quizá su novio había hecho algo estúpido, no lo creía capaz pero eso jamás lo descartaría. Comenzó a tocar la puerta más desesperadamente y sin descanso. —Ben,  ¡cariño sal de ahí! Silencio. —Está bien, escucha, lamento lo que te dije, lo que escuchaste en verdad no era cierto, siento que te lastimé y esa jamás fue mi intención, el enojo y la rabia hablaron por mí, estoy consciente de que las palabras duelen muchísimo más que los golpes por eso te pido perdón, no fue mi intención hacerte sentir mal —confesó con la voz rota. Sin esperarlo la puerta se abrió dejando ver a su adorable novio con los ojos rojos e hinchados por haber llorado ahí dentro, a Daniel se le encogió el corazón al ver el estado en el que su ángel se encontraba, inmediatamente se aproximó a él envolviéndolo en un abrazo de oso. —Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento, lo siento, lo siento —murmuraba el ojiverde apretando más fuerte al menor. —N-no yo lo siento —Benjamin se separó de Daniel y respiró antes de hablar. —Yo realmente me sentí herido cuando me dijiste eso, la verdad es que cuando algo es nuevo para mí me cuesta demasiado adaptarme o aceptarlo, sé que a veces mi aspecto deja mucho que desear por eso acepto que me digas o sugieras cosas para verme mejor, pero no así, no de la manera en que lo hiciste hace un rato, no te garantizo ser muy colaborador pero en la medida de lo posible trataré de hacer lo que tú me digas. —No, no Benjamin, así como eres así me gustas, no cambiaría nada en ti y con respecto a lo que te dije créeme que no lo hice para que te sintieras mal, al contrario busco que te sientas bien contigo mismo y ahora que ya me diste tu consentimiento para cambiar un poco tu estilo yo estoy más que encantado- expresó Daniel y Ben pudo detectar una chispa de emoción en los ojos ámbar de su chico. —Entonces dejemos de hablar y ayúdame a vestirme para ir a esa cita. Ambos sonrieron y se dedicaron a prepararse para pasar un día solo para ellos dos. ***** Después de alrededor de media hora los dos estaban listos para salir y pasear un rato. Ben se dejó hacer por Daniel y tuvo que admitir que no estaba nada mal. Un pantalón n***o sumamente pegado a sus piernas haciéndolo ver más esbelto y según Daniel develaba el maravilloso trasero de su novio, una camisa gris con detalles en blanco y las mangas dobladas hasta sus codos, además unas zapatillas que su novio le regalo el cual completaban el conjunto haciendo ver a Ben irresistible, —Me veo bien —musitó el pelinegro cuando se vio en el espejo. —Tú siempre te ves bien y de nuevo perdónam... Un dedo en sus labios lo hizo callar. —No, no vuelvas a pedirme perdón, el error fue de ambos y tal cual eso debemos olvidarlo, ahora llévame donde quieras porque en la noche iré a trabajar. —Entonces vamos. Le ofreció la mano y con los dedos entrelazados salieron del departamento.    
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