He hecho todo lo posible por mantenerme ocupada y alejada de la casa, hasta el punto de no percatarme de la salida conjunta de Saachi y Roger. Me enteré de ello al escuchar el sonido del automóvil y, posteriormente, al recibir las insistentes llamadas de Angela, quien se acercó a donde me encontraba con evidente desesperación.
—Te he estado llamando repetidamente; son las siete de la noche y tú estás aquí afuera, supuestamente barriendo. ¿No me escuchaste o te has hecho la sorda? —inquirió con tono cortante.
—¿Me estaba llamando, señora Angela? Mis disculpas, estaba tan concentrada en apilar todas estas hojas —respondí, con la clara intención de aparentar desinterés.
—Basta ya… No me interesa —replicó de manera brusca, mientras exhalaba con frustración—. Deja todo lo que estás haciendo y entra a la casa; te necesito con urgencia. Ahora —ordenó, haciendo gestos con su boca y rostro, enfatizando la necesidad de que la acompañara.
A pesar de que me sentía molesta y algo avergonzada por lo sucedido anteriormente, reprimí el deseo de expresar mis sentimientos heridos, consciente de que lo que menos le importaba a ella eran mis emociones o, en general, mi bienestar.
—Por esta razón necesito tu presencia. Sabes que ambas nos disgustamos, que no nos llevamos bien y que, literalmente, no podemos estar en el mismo lugar por mucho tiempo, quiero tu ayuda. —no comprendía por qué debía verbalizar tales afirmaciones, ya que era plenamente consciente de ello. Sin embargo, no podía negar que cada día me desagradaba más.
》Quiero que me ayudes con la decoración; deseo que este lugar esté en las mejores condiciones para la proposición de Roger a Saachi.
No reaccioné en absoluto, ya que no busco disminuir mi dolor. Además, Saachi me había advertido desde la mañana. Lo único que podría causarme malestar es el destino que le espera a Saachi con ellos. Sin embargo, en cierto modo, me sentía aliviada, pues Angela parecía quererla y dudaba que la trataran de la misma manera que lo hacían conmigo.
—¿Qué deseas que haga? —pregunté con un tono neutro y sin rastro de dolor en mi voz.
—Oh, pensé que te mostrarías más renuente, dolida o incluso enojada cuando te pidiera que decoraras para el compromiso de mi hijo y Saachi —balbuceó, mostrando cierta duda y recelo ante mis palabras.
—¿Por qué debería estarlo? No tengo motivos para sentir celos, ya que no tengo ninguna relación con su hijo. Además, ha pasado mucho tiempo desde lo que ocurrió entre él y yo, y desearía que todo quedara en el olvido por el bien de Saachi. ¿No es eso lo que deseas?
—Bueno, sí, es eso lo que deseo, pero no estoy completamente convencida de la veracidad de tus palabras. Sin embargo, ya veremos. Quiero que muevas todos los muebles, que coloques pétalos por todo el piso formando un camino, que haya globos rojos y que en esta pared escribas con tu mejor letra “¿Te quieres casar conmigo?” —dijo, mostrándome la idea de cómo quería que organizara todo.
Su propuesta me parecía bastante sencilla y básica, pero no era como si quisiera dedicar toda mi devoción a la decoración. Parte de mí no le importaba, aunque lo hacía por la amistad que comenzaba a surgir entre Saachi y yo. Aún tenía la intención de confesarle todo sobre quiénes eran realmente Angela y Roger, para que ella no sufriera en el futuro.
—Cuando termines de decorar, simplemente ve a tu habitación y no salgas de allí. No quiero que ocurra ningún inconveniente o que la propuesta se arruine. Y date prisa, ellos no tardan en llegar, ya que solo fueron a un restaurante los dos solos y no se demorarán en volver. ¿De acuerdo?
—Está bien por mi parte —respondí de manera tajante.
No pude evitar reflexionar e indagar un poco en mi mente, pues según los planes de Saachi, ellos irían a una fiesta. Quizás habían cambiado de planes solo para regresar temprano a casa y él proponerle matrimonio. Patético, pensé. Se podía notar la prisa por casarse con ella, y todo lo habían hecho de la manera más básica posible, sin intención de invertir en ello ni de contratar a alguien. Aun así, no pregunté y, mucho menos, tardé en decorar, ya que me encontraba hambrienta y agotada.
No sabía con exactitud la hora cuando escuché el sonido del automóvil alejándose afuera. Con sumo cuidado, me acerqué a la puerta, colocándome de pecho contra el suelo para poder observar a través de la abertura inferior. Agradecí a Dios que mi pequeña habitación me permitiera ver, aunque solo fuera, los pies de ellos y escuchar lo que decían.
Su reacción fue la que anticipaba: gritos de emoción, lo que parecía ser llantos de felicidad, saltos de entusiasmo y la afirmación de un "sí" a su pregunta. Ella había aceptado sin reservas, y un silencio se instauró, el cual interpreté como el momento del beso al ver sus pies tan cerca. Por un instante, me sentí como una intrusa al observar a escondidas su momento íntimo, pero luego Angela también salió, felicitando y dando la bienvenida a la nueva integrante de su familia.
—He estado esperando toda mi vida por este momento y ahora se hace realidad. Hoy, sin duda, es el día más feliz de mi vida. Gracias, mi Royi, ¿recuerdas cuando te llamaba así cuando éramos más pequeños?
—Claro que lo recuerdo y me agrada que hayas retomado mi apodo, mi amor.
—¡Ay, qué lindos, unas ternuritas, ustedes dos! Sin embargo, hay algo que no podemos dejar pasar: el bizcocho que Saachi preparó para ti esta mañana. Sin duda, este es el momento para que te cantemos 'feliz cumpleaños' y pidas un deseo. ¿Qué dices?
—Me encantaría, no hay nada que me haga más feliz que comer el bizcocho hecho por mi futura esposa.
En ese instante, sentí un impulso de vomitar; sus palabras me parecieron tan patéticas que deseé ir y decirle "mentiroso" en su cara. Sin embargo, en lugar de seguir el dictado de mis pensamientos, opté por retirarme a la cama y descansar el resto del día.