Nuestros encuentros no fueron tan frecuentes como ambos hubiéramos deseado. Sin embargo, comprendo que su trabajo requería la mayor parte de su tiempo. A pesar de ello, no me quejé, ya que en los quince días que llevaba en el país, nos encontramos en cinco ocasiones, y cada uno de esos encuentros fue enriquecedor y maravilloso, superando al anterior. Además, manteníamos una comunicación constante a través de mensajes, buscando siempre profundizar en nuestra relación y en nuestros planes a futuro. Esta rutina de conversar hasta altas horas de la noche se convirtió en una costumbre inquebrantable.
Roger me informó que tomaría un día libre especialmente para llevarme a explorar el entorno y que traería una sorpresa. Esta noticia me llenó de emoción y expectativas, ya que no había salido del hotel desde mi llegada. Su decisión de priorizar nuestro tiempo juntos sobre sus responsabilidades laborales hizo que mi corazón latiera con más fuerza.
Escuché el sonido de la cerradura de la puerta abriéndose desde el exterior y supuse que era Roger, quien había tomado una copia de mis llaves días atrás. Aunque esto no estaba permitido en el hotel y no me dieron una copia, él había ideado este plan en secreto para poder acceder a mi habitación cuando lo deseara.
Inmediatamente me levanté de la cama y ajusté el vestido que llevaba puesto; aunque no era nuevo, era lo mejor que tenía para nuestra primera cita. Aun así, no podía evitar sentirme nerviosa y reír como una tonta.
Entró sosteniendo lo que parecía ser un vestido en sus manos, una pieza vibrante de color naranja con varias tonalidades, y parecía bastante largo y suelto. Lo colocó sobre la cama y se acercó a mí, dejándome un beso apasionado en los labios.
—Adelante, póntelo— dijo, señalando el vestido que había traído para mí.
Emocionada por usar algo nuevo, rápidamente me quité lo que llevaba puesto y deslicé el nuevo vestido sobre mi cabeza. Me quedaba perfectamente; había pensado que sería suelto, pero mis ojos se habían equivocado. Mi figura se acentuaba en ese vestido de tirantes, y la fina y fresca tela se ajustaba a mis curvas más de lo que había anticipado.
Roger se posicionó detrás de mí, acariciando mi cuerpo a través de la tela mientras sus labios jugueteaban con mi lóbulo, encendiendo un deseo dentro de mí que solo él podía evocar, haciéndome desear quedarme y disfrutar de su presencia una vez más. Sin embargo, también sabía que si no se detenía, no saldríamos de esa habitación hasta que el sol se pusiera.
—Vamos— dijo, dándome una palmada juguetona mientras me guiaba hacia la puerta, nuestras manos entrelazadas.
Al salir del hotel, Roger abrió amablemente la puerta del pasajero para mí antes de encender su camioneta. Durante el trayecto, me di cuenta agudamente de la desolación de la zona; no lo había notado la primera vez que llegué, ya que estaba preocupado por mi incomodidad. Sin embargo, esta vez, con una sensación de calma y felicidad envolviéndome, absorbí cada detalle del viaje mientras disfrutaba de la música que Roger había seleccionado. Era bastante diferente de lo que normalmente escuchaba, pero añadía una atmósfera única a nuestro silencio.
Finalmente, Roger aparcó y me guio por un sendero de arena, llevándonos a una hermosa playa de aguas cristalinas que también era bastante apartada. No había nadie más alrededor; éramos solo nosotros dos, y su mirada traviesa y su sonrisa insinuaban sus intenciones para ese lugar.
Sentí que mi corazón se aceleraba mientras lo observaba extender una gran manta sobre la arena y hacer un gesto para que me uniera a él. A pesar de sentirme fuera de lugar, no podía sacudirme la nerviosidad de ser potencialmente descubierta involucrándome en algo inapropiado a plena luz del día.
—Yo… yo…—intenté hablar mientras sentía sus manos debajo de mi vestido, pero él me silenció con un beso apasionado, disipando cualquier duda que había hecho que mi cuerpo se tensara, aliviando mi nerviosismo y enviando oleadas de éxtasis a través de mí con cada toque de sus dedos sobre mi piel.
Sus labios hacían un recorrido por todo mi pecho, dejando mi busto al aire libre, mientras mis gemidos resonaban en aquel vacío lugar donde las olas del mar eran testigos de lo delicadamente apasionados que nosotros dos coincidíamos, moviendo nuestros cuerpos al son de nuestras respiraciones, moviendo nuestros cuerpos como si aquella fuese nuestra última vez. Pero no era solo eso, era la inmensa pasión que desprendía de lo más profundo de nuestro ser.
—Te amo — musitó Roger mientras yo me encontraba sobre él, moviendo mi cadera rítmicamente. Por un momento pensé haber escuchado mal, pero él volvió a decirlo mientras colocaba su frente sobre la mía y sus manos se aferraban a mi trasero. Sabía lo que él quería decir, pues aquella palabra me la había escrito muchísimas veces por texto, pero aquella vez había sido la primera vez que me lo decía en persona.
Sin pensarlo dos veces, le dije que lo amaba también, rozando sus labios una vez más, moviéndome con más rudeza sobre él hasta sentirlo venirse dentro de mí, escucharlo jadear y agarrarme tan fuerte como si no desease salir de mí. Aquello, sin duda, era lo más jodidamente satisfactorio para mí; mi parte favorita eran aquellos cinco segundos donde la satisfacción se adueñaba de su rostro.