Después de haberme dado un reparador baño con agua fría de pies a cabeza, decidí salir en busca de Roger, a quien encontré sentado en un sillón en medio de la sala, absorto en un programa de televisión. No pude evitar morderme los labios al observarlo en una franela y pantalones cortos, con su cabello húmedo, mientras su mirada se posaba en la pantalla con una notable concentración.
—Roger —lo llamé, logrando captar su atención. Él me sonrió y, con un gesto amable, palmeó a su lado, invitándome a sentarme junto a él. No rebatí su invitación y tomé asiento, mientras él me abrazaba por los hombros.
Aquel sencillo gesto me conmovió profundamente, haciéndome sentir en casa, protegida y en paz. A pesar de que mi día había sido un fiasco, estar en sus brazos lo transformaba todo, borrando cualquier mal momento que hubiera experimentado y provocando un suspiro de alivio en mí. Me relajé considerablemente mientras mis ojos se posaban en la televisión; aunque no comprendía del todo la trama, esta me daba una idea de lo que sucedía.
Roger me pasó su celular para que leyera un mensaje que había escrito, en el cual expresaba: —Lamento mi retraso el día de hoy, no fue mi intención hacerte pasar por un momento de angustia; no quise causarte dolor en absoluto.
》Te escribo porque me partió el corazón verte llorar así, como si ya hubieras aceptado que no iba a buscarte. De verdad, lo siento un montón, mis planes eran muy diferentes a lo que terminó pasando. Recuerda que mi mamá tenía que irse temprano, pero cuando la llevé a la estación, ¡perdió su boleto! Eso nos complicó aún más, pero al final pudo irse, aunque mucho más tarde de lo que pensábamos.
》No contesté tus llamadas porque estaba con mi mamá todo el tiempo y no quería que supiera quién me llamaba, así que puse el teléfono en silencio. Cuando finalmente pude agarrar mi celular para contactarte, ¡no tenía carga en absoluto!
》No sabía qué hora era exactamente y, para colmo, una de mis llantas se reventó y me detuvo a mitad de camino. No sé cuánto tiempo me tomó, solo sé que cuando terminé, el sol ya se había ido y la luna iluminaba todo. Tenía miedo de que te fueras, así que manejé como loco, desesperado, solo para encontrarte parada al lado del hotel con tu maleta, cubriéndote los ojos mientras llorabas. Lo siento muchísimo.
Al concluir la lectura de su nota, experimenté una profunda conmoción y un sentimiento de culpa, ya que llegué a pensar que él me había olvidado, cuando en realidad la situación era muy distinta. Roger había enfrentado numerosas adversidades para poder llegar hasta mí. Mis brazos se entrelazaron en su cuello mientras mis labios acariciaban su rostro, expresándole mi agradecimiento por todo el esfuerzo que había realizado únicamente por mí.
—Gracias— murmuré al unir mis labios con los suyos, traicionando de un beso suave y cargado de sentimientos a una entrega apasionada, como si fuéramos seres desesperados por sentir y saborear la presencia del otro. Sin embargo, en medio de aquel beso ardiente, mi estómago rugió, recordándome que no había comido nada y que ya habían pasado las nueve de la noche.
Roger, de manera repentina, me tomó entre sus brazos, provocando un grito de sorpresa de mi parte, y luego me colocó sobre uno de los taburetes de la cocina mientras él se apresuraba a preparar un sándwich típico de su país, acompañado de un jugo de limón. Observarlo mover sus manos con tal agilidad, perfección y delicadeza, me transportó a momentos de intimidad en los cuales esos mismos dedos acariciaban mi piel con la misma ternura y precisión.
Tuve que cerrar mis piernas, ya que la humedad y el deseo comenzaban a invadirme, anhelando ser ese pan plano y experimentar el toque que él me brindaba con tanta dulzura y exactitud.
Este pan plano frito, relleno de carne, lechuga, cebolla, tomate y mostaza, era un verdadero deleite. No sabía si era el hambre lo que me impulsaba, pero lo había devorado en menos de cinco minutos, encantada y satisfecha por su exquisito sabor. Haker nunca me había preparado nada en su vida; siempre me había esforzado en cocinarle los mejores platos de nuestra cultura, inventando constantemente nuevas recetas con la esperanza de recibir sus elogios, pero eso nunca había sucedido. Siempre dejaba los platos vacíos sobre la mesa, dejándome a mí la tarea de recogerlos y limpiarlos. Por eso estaba tan maravillada de que Roger, sin dudarlo, se hubiera dirigido a la cocina para prepararme este aperitivo. Estos pequeños gestos me hacían enamorarme de él un poco más cada día.
Sin que Roger me lo pidiera, me había ofrecido lavar los platos, mostrándole así que él podía confiar en mí para encargarme de la casa, sin música ni palabras. No tenía ninguna aversión a las tareas del hogar, pero mi parte favorita de todas las tareas era, sin duda, limpiar la cocina, ya que me encantaba cocinar. Era lo mínimo que podía hacer por él ese día. Sin duda, al día siguiente, le mostraría de lo que era capaz, porque sabía que podía cargar el peso de una caja sobre mis hombros sin quejarme.
De hecho, había muchas cosas por hacer en esa casa, pero mi mente estaba únicamente concentrada en el deseo de sentirlo cerca de mí. Así que, después de terminar de recoger los platos, me había acomodado a horcajadas sobre él en ese sillón, mientras la televisión emitía un programa. Me balanceaba sobre él, sus manos recorriendo mis piernas con agarres firmes, mientras él jadeaba cerca de mi boca. Nunca podía saciarme de él; no importaba cuánto lo deseara, me era imposible no deslumbrarme con su belleza, su voz y la manera viril y dulce en que se comportaba conmigo. En solo treinta días, había robado mi corazón sin ninguna reserva; le pertenecía, y él se había convertido en mi todo.