Haz tu maleta

1047 Words
En un momento de gran angustia, me vi corriendo con desesperación, mientras las lágrimas surcaban mi rostro. Al chocar contra la puerta, finalmente liberé la opresión que sentía en mi pecho. Mi llanto, aunque silencioso para no agravar la situación con la madre de Roger, reflejaba la profunda tristeza y el terror que me invadían ante lo que podría suceder a continuación. Durante los últimos cuatro meses, no había buscado empleo, enfocándome únicamente en aprender las tareas diarias en la empresa. Logré mejorar mi comprensión del idioma y mi capacidad de comunicación, y había comenzado a sentirme en casa, en un entorno donde me sentía segura y valorada. Sin embargo, en ese momento, la sensación de incertidumbre y angustia me abrumaba, y lo más preocupante era que no tenía un lugar al cual ir ni un solo centavo en mi bolsillo. Me encontraba en una situación precaria, sin haber tomado medidas para asegurar mi futuro laboral en esos cuatro meses. Era como si la vida me presentara constantemente los mismos desafíos. Me cuestionaba si realmente merecía enfrentar tantas dificultades y qué había hecho para merecer tanto sufrimiento, mientras intentaba bloquear los gritos y reproches de la madre de Roger. —No deseo su presencia aquí, deseo que abandone mi casa de inmediato. Eres un hijo ingrato, ¿cómo te atreviste a introducir a una negra en mi hogar? ¿Qué dirán los vecinos? Dime, has manchado mi reputación al traer a una persona así. Qué gustos tan deplorables tienes, una mujer de negra, poco atractiva, con un peinado descuidado y de clase dudosa. Sus insultos hacia mí no cesaban de llover, cada uno más hiriente que el anterior, mientras la voz de Roger no dejaba de elevarse en súplicas, pidiéndole que escuchara, hasta que las voces se alejaron al punto de no ser audibles. No entendía lo que estaba sucediendo, pero de repente las voces se habían callado, aunque eso no me proporcionó ninguna tranquilidad. Deseaba entender la situación, pero solo de pensarlo, un vértigo me invadía y un escalofrío recorría todo mi cuerpo. Quizás sería mejor preparar mis maletas y estar lista para enfrentar lo que iba a suceder. No tenía otra opción que levantarme del suelo y ponerme en movimiento, mientras echaba mi ropa en la maleta. La puerta se abrió de golpe y sentí un miedo paralizante, mis ojos ardían y mi respiración se volvía entrecortada. Roger se había acercado a mí, tomando mis manos mientras sumergía su mirada en la mía. — ¿Qué haces? No vas a ninguna parte — dijo con voz grave, mostrando tanto cansancio como vergüenza. — Pero, pero tu madre — respondí, confundida, con voz temblorosa. — Ya he hablado con mi madre, Nala, logré convencerla hasta el punto de que acepta que te quedes. — ¿De verdad? — No podía creerlo; mis dudas acentuaban mi pregunta, ya que era inconcebible que aquella señora, quien se había comportado de manera tan agresiva hasta el punto de agredirme, permitiera que yo permaneciera bajo su mismo techo, siendo evidente que ella albergaba un profundo odio hacia los negros, y su racismo alcanzaba niveles alarmantes. Podría incluso afirmar que su madre era xenofóbica. — Sí, Nala, créelo. Sé que mi madre te ha dejado una impresión errónea de cómo es realmente, pero la verdad es que ella es una persona maravillosa. Créeme, su reacción se debe al dolor que lleva dentro. Recuerda que mi tía ha fallecido y ella está atravesando un momento de gran sufrimiento. Ellas tenían una relación muy cercana, y perder a un ser querido tan próximo como un hermano puede sacar a relucir aspectos de uno mismo que ni siquiera conocías. ¿Sabes? Ella simplemente ha dejado salir su dolor, y lo único que te pido es que seas comprensiva con mi madre; trátala como si fuera tu propia madre, a pesar de su carácter difícil. ¿Podrías hacerlo por mí? Me limité a asentir con la cabeza en señal de afirmación ante sus palabras. — Te lo agradezco enormemente; no sabes el peso que me has quitado de encima. Te estoy muy agradecido por tu comprensión. Tú, más que nadie, sabes lo valiosa que eres para mí aquí. No te dejaré ir, amor mío — dijo, dándome un beso en la mejilla. — Recuerda levantarte temprano, preparar el desayuno como lo haces habitualmente y limpiar para impresionar a mi madre. Verás, ella te amará cuando se dé cuenta de lo que eres capaz y de lo deliciosa que es tu cocina. Ahora, coloca de nuevo tu ropa y descansa. Pronto, cuando reúna el dinero, nos mudaremos y podrás estar más cómoda. Por ahora, sé flexible. Te amo, vida mía. La puerta se cerró tras de él, y no pude evitar recordar el beso apasionado que me había otorgado antes de su partida, así como su guiño antes de desaparecer. ¿Cómo podría yo dejarlo? —me cuestioné a mí misma mientras reubicaba mis pertenencias en su lugar original. — Imposible dejarlo —negué con la cabeza. No, no podía abandonarlo; él me había proporcionado un hogar, me había alimentado en momentos en que nadie más lo había hecho, y me había expresado su amor y devoción de diversas maneras. Además, no era responsable de las acciones de su madre; aun así, se acercó a mí con una explicación. Por esta razón, debía seguir sus consejos, ya que tenía razón: su madre estaba sufriendo por su pérdida. Por lo tanto, debía sobrellevar la situación. Mi vida no era tan mala; al menos contaba con un techo y alimentos diarios, lo cual era un pequeño precio a pagar para vivir cómodamente, así que no podía quejarme. Ella merece mi respeto como una señora mayor y es su hogar, por lo que solo debía cumplir con mis obligaciones y permanecer en silencio. Al fin y al cabo, ella había sido bondadosa al permitirme quedarme, mientras que mis padres no se habían preocupado por mi paradero o si aún estaba viva. Así, mi situación no era tan adversa, y me sentía avergonzada de llorar y quejarme por algo tan trivial. Debía sentirme agradecida, pues gracias a ellos, en la actualidad no enfrento tantas calamidades. –Todo será diferente mañana –dije, sintiéndome más positiva y serena ante la situación.
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