¿Qué te crees?

1337 Words
El día siguiente por la mañana, me despertó Angela, quien había entrado a mi habitación sosteniendo una taza de té. Sin intención de discutir o pelear con ella, bebí el contenido de un solo trago, esperando lo que tenía que decir. —Hoy no pondrás un pie en la cocina, dado que estás en tu período, lo cual es inaceptable. No quiero que toques mis alimentos. Te haré llegar tu comida del día, pero solo la tendrás si obedeces mis órdenes. Lo que quiero que hagas hoy es limpiar toda la casa, incluyendo mi habitación y la de Roger, pero bajo mi supervisión. Además, tendrás que limpiar el gallinero y ocuparte de los cultivos. No te preocupes, estaré a tu lado para asegurarme de que realices estas tareas correctamente, y no pienses en escapar, porque no dudaría en llamar a la policía, lo cual no te gustaría, ¿verdad? — dijo ella agitando su teléfono de un lado a otro como una advertencia. —No te preocupes, no intentaré escapar— respondí con un tono neutro, sin mostrar nunca expresión ante ella. —Oh, casi lo olvido— dijo mientras me tendía trozos de tela que podía distinguir a simple vista. —Esta ropa es vieja y algunos tejidos inservibles pueden servirte para evitar manchar tus prendas con sangre. Y, como sabes, no hay dinero para que consigas compresas, así que tendrás que arreglártelas con lo que hay. Agradece que he pensado en ti. ¿De acuerdo? —Está bien— dije forzando una sonrisa mientras mostraba mis dientes, pero al mismo tiempo sentía mis ojos arder de rabia. —No hay problema— terminé de decir al tomar los trapos viejos que ella me había traído. Al verla darme la espalda y caminar fuera de mi habitación, cambié mi mirada a una de odio y resentimiento. —Solo un poco más— me dije a mí misma, tratando de maquinar un posible escape, pero el rugido de mi estómago resonó en toda la habitación, recordándome que el día anterior no había comido nada en absoluto y, aunque me moría de hambre, tenía que realizar las tareas de la casa que Ángela me pondría a hacer, y eso me decía que tendría algún alimento después de cumplir con eso. Sin mucho ánimo, corté un pedazo de tela y me dirigí al baño para ducharme y prepararme mentalmente para el largo día que me esperaba. No había transcurrido mucho tiempo desde que me encontraba realizando las labores de limpieza en la casa, cuando ellos dos, con evidente satisfacción, se sentaron a la mesa para degustar la comida. Yo, por mi parte, me conformaba con apreciar el aroma, anhelando poder disfrutar de la comida recién preparada. Sin embargo, los planes de Ángela se habían centrado en asignarme las tareas más arduas, sin ofrecerme ningún tipo de alimento. El sol me daba directamente en la cara mientras quitaba la maleza de las hierbas con las manos; mi garganta se sentía seca y ya no bastaba con tragar mi propia saliva para saciar mi sed. — Necesito un poco de agua —dije mientras me quitaba el sudor de la frente, aún estando en cuclillas, porque sabía con certeza que si me levantaba de golpe caería como una papa por la deshidratación. — No sirves para nada. ¿Qué deseas ahora? —me gritó desde la sombra en la que se encontraba sentada, refrescándose con un abanico de mano. — Necesito agua para beber, necesito hidratarme —respondí con un tono un poco más elevado, con la esperanza de poder satisfacer mi necesidad de hidratación lo más pronto posible. — Bueno, ¿quieres que vaya y te dé el agua en la boca? Abre los ojos, por ahí debe haber una llave de paso si necesitas hidratarte. Hemos pasado toda la tarde aquí porque eres muy lenta; te quejas de todo, primero de que tienes hambre y ahora de que tienes sed. Te doy una hora para que termines, porque si no lo haces, te quedarás sin comer. — Injusto —pensé para mí misma mientras me mordía los labios. Después de todo el trabajo que he realizado, ni siquiera tiene compasión de ofrecerme agua para beber; lo único que hace es quejarse de mi lentitud. Sin embargo, cualquiera en mi situación se habría rendido. Sin nada en el estómago y con una sed intensa, trabajando bajo el ardiente sol en cuclillas, ya había recorrido casi toda la propiedad arrancando la maleza con mis propias manos, sin contar que había limpiado la casa de arriba abajo, entre otras tareas que se me habían ocurrido en el camino, aguantando en el proceso. A pesar de todo, aún me mantenía de pie, cumpliendo con cada uno de sus encargos, en espera de recibir, aunque sea, un pedazo de pan. Con la mirada, busqué la llave de paso y, agachándome, logré acceder a ella. Aunque el agua no era potable, me resultaba sumamente placentera, ya que mi cuerpo la demandaba con urgencia. Rocíe agua en mi rostro y pecho en un intento de refrescarme, mientras la suciedad de mis manos y uñas permanecía visible. —¡Hey, deja de desperdiciar agua! —escuché su voz gritarme desde la distancia, sin que ella se molestara en mover su aplanado trasero de la silla plástica en la que estaba sentada, disfrutando de la sombra bajo un árbol. Ignoré su reprimenda, buscando un momento de descanso. Sabía que esto la enfurecería, pero solo necesitaba unos minutos para recuperar el aliento y las fuerzas. De repente, sentí un golpe en uno de mis costados, provocándome un leve dolor, no tan intenso, pero lo suficientemente notable como para captar mi atención. Al volver la vista hacia ella, la vi lanzar piedras en mi dirección, mientras sus ojos me miraban con furia. —Te quedarás sin comer nada, para que la próxima vez pienses antes de desobedecerme. — Solo necesito unos minutos; ¿acaso no puedo descansar un par de minutos? — refuté, indignada por su actitud hacia mí y su falta de consideración. Sin embargo, mi tono de voz era más suplicante, con la esperanza de no irritarla más de lo que ya estaba y de no quedarme sin comer. — ¿Qué le sucedía a Angela? ¿Por qué me odiaba tanto y de dónde provenían esos sentimientos de odio hacia las personas de color, a pesar de que ella no era blanca? — Bueno, termina, no tengo todo el tiempo del mundo para estar aquí sentada observándote. Termina, ya casi son las cinco y debo preparar la cena antes de que Roger regrese de sus entregas — dijo titubeante, sin saber siquiera cómo responderme. El dolor de cabeza palpitaba en mis sienes cuando finalmente concluí mis tareas, sintiéndome feliz porque pensaba que ella me ofrecería la comida correspondiente al horario de las doce. Sin embargo, sus palabras fueron: — "Bueno, espera a que termine la cena. No creas que vas a comer las tres comidas del día solo por hacer una pequeña limpieza. ¿Qué te crees? No aportas absolutamente nada como para esperar comer tanto; ya te llamaré para darte lo que te corresponde." Me quedé atónita, pensando: — "¿Qué?" ¿Realmente me había dicho eso? Las ganas de agarrarla del cabello no me faltaban. Enojada, agotada y hambrienta, me encontraba después de haber trabajado como una sirvienta todo el día, pero se me prohibía comer más de dos veces. Sin duda, aquello era injusto, y no pude evitar contener las lágrimas mientras me agarraba el estómago por el dolor del hambre que sentía. Se suponía que si hacía lo que Angela quería, podría ser tratada de mejor manera, pero todo había sido una vil mentira y ella disfrutaba de la forma en que me trataba. Por ello, llegué a la conclusión de que cuando las personas tienen el poder de hacerte daño, lo harán, pues Angela sabía sin duda que yo no podía ir a ningún lugar y que solo dependía de ella.
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