Capítulo 4. El rebusque

3466 Words
El sábado en la mañana inicio en el mercado a las cinco de la mañana, hay que llegar a tiempo para poder descargar los camiones y ayudar a repartirlos entre los diferentes distribuidores en los puestos de la plaza, es un trabajo bastante agotador, pero se termina lo pesado sobre las diez de la mañana donde tomamos un descanso de veinte minutos,  luego retomamos hasta la una de la tarde, hora en la que ya sólo se quedan los vendedores de cada tienda, y los que ayudamos a cargar el mercado sobramos, normalmente nos denominan “coteros”, es una palabra que se refiere a las personas que cargamos con los bultos de comida, al principio no querían darme el trabajo, ya que casi siempre se tiene el personal completo y cada uno de los dueños de puestos tienen contratado a su muchacho en específico, pero afortunadamente en el mercado me conocen y después de comprobar que hago bien el trabajo, me he quedado ya con varios puestos, entre los cuales reúno entre diez mil y veinte mil pesos cada día, tanto los sábados como los domingos, de manera que después de dos semanas, me he rebuscado tantos empleos de medio tiempo que tengo mi horario distribuido así: De lunes a viernes trabajo en un restaurante medio tiempo como mesero, donde tengo fijos unos veinte mil al día, los martes y jueves estoy de domiciliario en la droguería donde me hago entre cinco mil y doce mil , los miércoles y viernes es en el asadero de pollos que es donde mejor me va, ya que me hago entre veinte y treinta mil pesos el día, y los sábados y domingos en el mercado, de manera que al terminar el mes me hago entre seiscientos ochenta y un millón cien, según lo que los clientes me den de propina, más lo que me dan de fijo en cada sitio donde trabajo, así que podría quedarme con esto por muchos años y eventualmente podía montar mi propio negocio, o podría seguir buscando empleo en este tipo de trabajos, o estudiar juicioso, y quizás mientras tanto pueda conservar alguno de medio tiempo. El día se pasa rápidamente, y aprovecho para tomarme una gaseosa con pan que nos ofrece a todos los coteros uno de los tenderos de la plaza, luego se viene el terminar la jornada y a la salida decido pasar por la panadería, quiero ver a Mariana de manera que camino varias cuadras hasta llegar, y luego allí la veo, tan juiciosa atendiendo clientes en las mesas y desde el mostrador, de manera que no para, entro a la cafetería y puedo ver que al fondo está el mismo señor del otro día, pero está demasiado ocupado para verme, entonces busco una mesa y me siento en ella, no debo oler a rico después de la jornada de trabajo en el mercado, pero no me importa, así que espero a que me vea, luego de unos minutos largos, me ve, pero me ignora completamente, entonces se acerca y sin mirarme me dice: -        Buenas tardes señor, ¿Qué desea? -        Hola Mariana, quiero una limonada por favor, y hablar contigo. -        Señor no tenemos limonada. -        Entonces una malteada -        No señor, eso tampoco lo tenemos. -        De acuerdo, dame un pan y un café. -        No señor no tenemos eso acá. Es evidente que no quiere venderme nada, y algo tiene que decirme, pero no me lo va a decir así nomás, entonces volteo a ver las vitrinas y están llenas de pan, el olor a café fresco está en el ambiente, pero ella no me mira, mientras pienso todo esto pasan unos segundos, entonces me dice: -        Señor si no va a tomar nada, por favor retírese, que estas mesas son para los clientes. Noto que sube el volumen para que el señor que está en la cocina, quien seguramente es su jefe la escuche, entonces noto su jugada y también subo el volumen de la voz: -        ¿Tiene algún jugo o bebida refrescante que pueda venderme y dos panes de leche por favor? Se ha dado cuenta que he entendido su juego, entonces me mira como si quisiera acuchillarme con la mirada, luego se agacha y en el oído me dice: -        Te voy a traer lo que pides, pero no esperes más de mí, que no tengo nada que hablar contigo, ¿Entendido? Se aleja un poco para verme a los ojos, luego le niego con la cabeza y le respondo en susurro también: -        No sé qué tienes ni por qué me tratas así, pero no te he hecho nada, de eso estoy seguro, o ¿Es que tu novio es el que está atrás en la cocina? -        Ja… ja… ja…¡Qué divertido y creativo!, eesoooo ¡Evita tus responsabilidades! Y cúlpame a mí. -        ¿De qué estás hablando? -        No creas que no te vi, el otro día en el asadero, estás trabajando ahí y por como hueles hoy, creo que hasta vives ahí, ¡Guacala!, ¿No que ibas a estudiar y eso?. -        Mira si, lamento que huelo hoy mal, ha sido un día pesado, pero no es por vivir en el asadero, estoy trabajando es cierto, pero no es que no quiera estudiar. -        ¿Entonces? – Me mira con desprecio, por el borde de su ojo percibe a un cliente levantar la mano solicitando su servicio y añade- Por favor rápido, no tengo tiempo que perder. -        Mira, es mientras me sale lo del instituto, ya el lunes me toca hacer la prueba, me inscribí para estudiar informática, pero mientras tanto tengo que comer, ¿Verdad? No sabe que responder, entonces en un tono alto para que el otro cliente la escuche y de paso yo: -        Si señor un momento, ya le traigo su pedidooo. Se aleja de mí y va a donde el otro cliente con la mano levantada, luego de conversar unos segundos se va detrás del mostrador, recorre de aquí para allá por la parte de atrás de las vitrinas y entonces viene con los pedidos del cliente y el mío, deja primero el otro y luego cuando se acerca a mí me dice en voz baja, ven mañana a las cinco y hablamos, termina de anotar en una hojita lo de mi pedido, lo arranca de su libreta y lo pone boca abajo a un lado de mi pedido, luego regresa detrás del mostrador. Me tomo mi limonada con mis panes despacio mientras la veo ir y venir, luego reviso el papelito que me dejó boca abajo y veo el valor del pedido, son dos mi cuatrocientos, entonces me levanto de la mesa, saco un billete de dos mil y uno de mil para pagar y me acerco a la caja, al recibirme el dinero mantiene su mirada fría y desconfiada, entonces me devuelve la factura, con el cambio: -        Señor su cambio, muchas gracias por su compra. Recibo el papel de la factura y tres monedas de doscientos, entonces sonrío y mientras me voy girando para guardar la factura veo que atrás está escrito un número de teléfono, luego levanto la mirada para ver si está y se ha ido a la cocina, entonces siento que algo bonito empieza a crecer en mi pecho y salgo de la panadería.   Camino a mi casa y al llegar mi mamá no está, supongo que habrá salido a donde alguna vecina o quizás a comprar algo, entonces entro a la habitación, saco lo que me he ganado en el día, lo cuento y separo un poco para imprevistos, el resto lo pongo en un cajón de la mesita de noche al lado de la cama de mi mamá para tener un monto mayor al finalizar el mes, luego me quito la ropa sudada y la pongo en la cesta de ropa, cojo mi toalla y me meto a la ducha, al salir veo que mi mamá ha llegado, pues encuentro su bolso sobre la cama, me pongo ropa fresca y me voy a la cocina a buscarla, cuando me ve me saluda: -        Hola mijo, me tenía preocupada, no pensé que pudiera levantarse hoy después de haber tomado ayer. -        Si mamá, yo tampoco lo esperaba pero primero están los compromisos, y si la gente me ha dado la oportunidad de trabajar en sus negocios, no puedo quedarles mal. -        Qué bueno mijo, ¡Así me gusta!. -        Si mamá, gracias. -        ¿Ya almorzó mijo? -        No mamá, pero acabo de comer algo, pasé a la panadería a verme con Mariana y como esta vez sí estaba, aproveché para hablar un ratico con ella. ¿Usted si ya almorzó? -        Si mijo, doña Flor me invitó, está mañana me fui a lavar la ropa y ella también estaba ahí, entonces me invitó y hemos estado echando un rato de buena charla, muchas gracias por preguntar; En cuanto a lo de esa niña Mariana, me alegra mucho que pudiera hablar con ella, pero tenga cuidado. -        Si mamá no se preocupe. -        ¿Entonces no le preparo nada? -        No mamá, quizás más tarde me de hambre, de momento estoy bien. -        Bueno mijo, entonces cuénteme como le fue con la señorita Mariana. Me siento en la mesa mientras ella se sirve un vaso de agua y se sienta frente a mí, le comento que al parecer Mariana cree que solo le dije lo del estudio por hablarle, pero que quedamos de hablar al día siguiente, y que tengo la duda si el señor que estaba en la cocina al fondo será el novio de ella o sólo su jefe. Después de hablar un rato largo me voy a dormir, tengo que estar listo para la mañana del domingo, ya que también se inicia temprano. Duermo unas cuatro horas, luego me levanto y siento hambre, son cerca de las seis de la tarde y me doy cuenta que me encuentro mejor, mi mamá sigue clavada en el periódico, me pregunto cuando dejará de insistir en buscar empleos que no se publican, entonces cuando me ve me pregunta si ahora si tengo hambre, le respondo afirmativamente pero sin palabras, y ella se levanta y se pone a preparar unas arepas con café para la cena. Luego mientras estamos comiendo los dos me dice: -        Mijo he estado pensando y con lo que hablé con doña Flor esta mañana, me gustaría iniciar mi propio negocio. Me deja sin palabras, luego le respondo con una mirada de medio lado tratando de entender a qué se refiere: -        ¿Negocio? Pensé que estaba buscando empleo, ahora que la vi en el periódico. -        Je je, no mijo – Sonríe- no ya no estoy buscando empleo, estoy es buscando donde haya algún local así sea pequeño que me puedan arrendar para arrancar algún negocio y poder sentirme útil. -        Mamá, no es mala idea, pero me sorprende. -        ¿Por qué hijo? La idea me la dio usted mismo. -        ¿Yo?, ¿A qué horas? -        Pues mijo cuando decidió renunciar para volver a tener múltiples empleos, pero sin tener que desgastarse tanto, pensé, ¿Y si yo puedo hacer algo similar?, ya en éste momento no sería por dinero, pero el tiempo en la casa se me hace eterno, yo apenas tengo cincuenta y nueve años, aún tengo mucha vida, y si ya no me quieren contratar por la edad, yo creo que es hora de iniciar algo donde yo sea la jefe. Bueno de momento sería jefe y empleada, pero uno nunca se imagina. La miro con detenimiento y entonces veo que está totalmente decidida, entonces le respondo: -        Es una excelente idea mamá, con tal de que no se me quede muriéndose de la soledad entre estas cuatro paredes, me parece excelente, ¿De qué sería el negocio? -        Pues mijo, yo no sé, a mí se me da muy bien hacer arepas y empanadas, la señora Flor dice que es muy buena preparando deditos de queso y dice que podríamos preparar jugos, de modo que sería un negocio muy casero. Pero lo que no sabemos es donde empezar a trabajar, o si lo preparamos todo con antelación y nos conseguimos una freidora o algo así, no queremos en la calle, pero en últimas es buena idea, ¿No cree? -        Pues mamá, la verdad es que sí es muy buena idea, pero saque costos de los materiales y mire a ver si consigue un local o en últimas le podría preguntar a Mariana si podría vender sus productos en la panadería. -        ¡Uy mijo, no se me había ocurrido!, pregúntele mañana y me cuenta. -        Pero no se me ilusione mamá, recuerde que ella es solo una empleada, toca ver que dice el jefe. Con esa idea nos quedamos en silencio, terminamos nuestra cena y nos preparamos para dormir. A las cuatro de la mañana suena mi alarma del teléfono, me levanto de inmediato y dejo a mi mamá durmiendo un rato más tranquila, me doy una buena ducha, me aplico el desodorante y los talcos en los pies, luego salgo del apartamento y bajo las escaleras del edificio, en donde vivimos hay por lo menos unas diez familias, todos viven en una o dos habitaciones, y compartimos la zona de lavado, es en la parte baja del edificio, en un par de lavaderos enormes y con capacidad para bastante agua, hay líneas de ropa por todo el patio y los muros se elevan unos tres metros, además tiene barrotes para impedir que alguien pueda entrar por ahí, hacia la dirección opuesta queda el pasillo que da con la puerta de salida. Salgo a la calle y siento el aire frio de la madrugada, aún es oscuro pues son las cuatro y media pasadas, tengo unos diez minutos para llegar a la plaza de mercado, así que camino a paso rápido, además del frio, a esa hora normalmente están llegando de rumba tanto los que sólo salieron a pasar un rato alegre con sus amigos, como los que buscan hacerse con las cosas ajenas, y muchas veces suelen darle muerte a sus víctimas, de manera que es mejor evitarlos. Cuando pienso en esto, también me pregunto ¿Dónde está la policía que debería cuidarnos como ciudadanos que somos?, pero en definitiva no aparece sino para imponer comparendos o para dar bolillazos a los estudiantes que entendiendo la política marchan en contra del gobierno de turno. Mientras pienso en todo esto, cruzo calles, puentes peatonales y recorro cuadras a buena velocidad, luego entonces llego al mercado y comienza mi día, dejo mi chaqueta en la administración del mercado al lado de las demás cosas de los demás coteros y me pongo una faja para proteger la columna y el abdomen frente a cargas pesadas, de manera que el mercado cuida la salud de los trabajadores aunque no sea la misma administración quien los contrata, ni de cerca parecido al trato que me daban en la bodega. Salgo de inmediato al parqueadero de camiones y hablo con el coordinador quien asigna de a dos o tres cargadores por camión y controla quien debe ir a qué local, luego de descargar en uno de los locales, y sobre las diez de la mañana caigo en cuenta que en el mercado veo varios puestos vacíos, entonces le pregunto a la señora de la frutería de al lado, si es posible montar un puesto de comidas rápidas ahí y ella solo me dice que debería hablar con el administrador; de manera que hago nota mental del asunto, tomo mi refrigerio y continúo escuchando a los otros muchachos hacer las bromas de los eventos del día, luego continuamos con nuestro trabajo. Al terminar el día, me dirijo a la administración para recoger mi chaqueta y recibir la paga, luego le pregunto mi duda al administrador quien me contesta: -        Claro que sí Daniel, los locales vacíos están disponibles para arrendar y puedes poner una tienda de comida rápida, pero no en todos los locales, verás, la plaza a veces parece un verdadero caos, pero acá tenemos unas normas muy claras y mantenemos un orden, recuerda que por ser una central mayorista estamos muy vigilados por la alcaldía local, por ende, también la alcaldía mayor, el ministerio de salud y quien sabe cuántas entidades más del gobierno, entonces déjame reviso y veo si en la sección de comidas hay un espacio para arrendarte. -        De acuerdo señor, pero ¿Qué precio tiene el arriendo? -        Miguel la verdad tengo que ser sincero, el arriendo no es barato, pero es fácil que lo consigas mes a mes, ya que el mercado tiene afluencia de bastante gente el fin de semana. -        De acuerdo señor, pero ¿Cuánto cuesta? -        Cuesta cuatro millones y medio. -        ¿De pesos? – Me quedo con los ojos abiertos de par en par y comprendo automáticamente que esa puede ser una idea genial para un futuro, pero arrancando no es la mejor opción- -        Si Daniel de pesos, y debes pagarlo por adelantado, comprenderás que te puedo conceder el primer mes que me lo canceles terminando mes, pero entonces te quedaría más difícil pues de inmediato debes cancelarme el mes siguiente. -        Entiendo -        Si, hay muchos que lo hacen y se arriesgan, pero son comerciantes mayoristas, si tu lo que quieres es arrancar, prefiero sugerirte que negocees con los que ya están establecidos a ver si ellos aceptarían vender tus productos en sus puestos, pero es bastante difícil, ya que los productos que me mencionas, son bastante populares y se quedarían con la mayoría de tus ganancias, preferiría que busques otro lugar donde puedas comenzar y ya después puedas venirte para acá, recuerda que ¡Las puertas están abiertas!. Con esto él se pone su delantal nuevamente y sale de la oficina, se queda en la puerta sosteniendo su tabla para tomar notas con esfero y varias hojas con un formato específico y espera a que salga, luego de que salgo, cierra la puerta y me dice: -        ¡Hasta el sábado Daniel! Camina hacia los puestos de mercado y yo hacia la puerta. Me devuelvo a la casa y al llegar mi madre me tiene listo el almuerzo, me doy una ducha y luego me siento a almorzar con ella, son más de las tres de la tarde, le comento a mi mamá el resultado de mi primer investigación para su nueva idea, y entonces ella pone una cara triste pero finge felicidad entonces me agarra la mano y me dice: -        No se preocupe mijo, ¡ya saldrá!, confíe en Dios, que todo nos provee. -        Si mamá, ahora me peino bien y salgo a encontrarme con Mariana, le voy a comentar a ver qué me dice. -        Vale mijo, muchas gracias, yo también he estado haciendo mi tarea. Entonces me cuenta un cuaderno donde tiene anotadas cantidades y precios según lo que ha ido revisando en las tiendas del barrio y los almacenes de cadena que tenemos cerca del barrio, me dice que la señora Flor está muy comprometida también y que ambas están buscando un local a mejor precio. Cerca de las cinco de la tarde salgo a mi encuentro con Mariana, entonces llego a la panadería, hoy domingo aún quedan unos clientes más, me siento en una mesa y el señor de la cocina se me acerca, me pregunta que quiero y me avisa que pronto va a cerrar, entonces le agradezco la información, pido un café con un roscón de bocadillo y entonces le indico que estoy esperando a alguien; entonces me mira con desconfianza, su bigote grande se mueve con disgusto y está a punto de decirme algo cuando aparece Mariana, lo toma del brazo y le dice: -        Papá, es un amigo, yo le dije que viniera a esta hora, está bien. El señor entonces me vuelve a mirar, ahora más severamente y yo intento sostenerle la mirada, cuando me extiende una mano y me dice: -        Argemiro Tapias, papá de Mariana, espero que se sepa comportar. -        Sí señor, mucho gusto Daniel Contreras. Sonríe y luego de soltar mi mano le dice a su hija: -        No te demores mucho por favor, cierra bien y revisa la caja. -        Si papá, estaré bien. Ella está muy nerviosa, pero le sonríe y él se va detrás del mostrador, los últimos clientes salen, y él sale detrás poniéndose una chaqueta café que parece de pana, entonces Mariana va detrás de él y cierra la puerta de la panadería, luego se gira hacia mi sin soltar la manija de la puerta y me sonríe, entonces me dice: -        Hola, ¿Cómo estás?
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD