Capítulo 1. Mariposas revoloteando

3373 Words
- Hola… buenos días… eh ¿Qué tal?... - Siii siii siii, ya saludó tres veces, buenos días fue suficiente, ¿Qué quiere? - Sí, claro, eeeh disculpe, ¿Tiene café? - Por supuesto, esto es una cafetería - Sí, claro, perdón, que tonto de mi parte, quiero un tinto por favor. - ¿Tinto o café? - Tinto, gracias, ¿Cuánto cuesta? Ella suspira, sube los ojos y dice cómo para sí misma: - Sí, como sea, son mil pesos. - ¿Mil pesos?, eeh disculpe…tengo quinientos. - No niño, el tinto vale mil, no quinientos, váyase por favor, me interrumpe el trabajo. No me quiero ir, decido poner los otros quinientos, aunque eso significará que debo caminar al trabajo, ya que tengo el dinero contado, además, a pesar del trato que he recibido, hay algo en esa chica que me llama la atención, es de esas mujeres blancas, robustas, de 160 por lo menos, y de un cabello entre rubio y castaño que se ondula solo por tramos. Sus ojos azules me atraen, sé que no pasará de 30, y que va a ser difícil de hablarle para algo que no sea un pedido de la cafetería, pero quiero arriesgarme. - ¡Hey niño!, ¿Te vas, o qué vas a comprar? Me quedo mirándola de nuevo, ese labial rojo encendido me llama la atención y decido hablarle y digo: - Deme un tinto por favor. Ella se voltea y me dice: - Son mil pesos - Sí, por supuesto Extiendo mi mano derecha con cuatro monedas, dos de doscientos, una de cien y una de quinientos. Ella me mira, seguro piensa que soy un chico flacucho, rubio y apenas más alto que ella, que tengo unos 18 años por mucho, con ojos verdes, pero solo lanza una nueva indirecta: - ¿No que solo tenía quinientos?, mentiroso, igual que todos. Dice esto último con un tono de frustración, suspira, sube los ojos y recoge las monedas, las guarda en la caja registradora, y se voltea a coger la cafetera, toma un vaso de poliestireno y sirve café hasta un poco por encima de la mitad. Deposita el vaso de café en la parte superior del mostrador de vidrio, de donde lo agarro, pero no sin antes decirle algo: - Eres una mujer muy bonita, gracias. Ella me mira de arriba a abajo, mis ropas se deben ver gastadas, un jean azul y camisa a cuadros, los zapatos también se ven gastados pero me esmero en darles brillo, ella sólo me dice: - Gracias, pero no recibo sino dinero, ahora vete. Ella mantiene sus defensas altas, pero ahora me dice “vete”, cambió su forma de hablarme, había estado tratándome de usted y al final me trató de tú, ¿Significará eso algo? ¿Podré volver a hablarle?, pensamientos similares atraviesan mi cabeza mientras camino por la avenida Suba hacia el sur. Ya he caminado casi una hora, y apenas voy llegando a la calle 100, reviso la hora en el reloj de juguete que encontré un día a la salida de mi casa, bueno, de la casa donde vivo, al parecer era de una niña, ya que es rosado y se ven rastros de las calcomanías que tenía pegadas de una princesa de vestido azul. Son las 07:30 horas sé que voy tarde para el trabajo, si no hubiera tomado el café y hubiera abordado el bus habitual, estaría cerca de llegar al trabajo, pero voy tarde casi una hora, debo llegar a las 8 a.m. y mi trabajo es un poco más abajo de la calle 80 con avenida 68, de seguir así, llegaré alrededor de las 9 a.m. Decido continuar mientras pienso en como poder tomar un tinto al día siguiente sin tener que caminar tanto.   - Son las 09:20 a.m., ¿Quién se cree usted llegando a esta hora?, vaya a la oficina, lo está esperando el coordinador de personal, me dice el portero cuando llego a la bodega.   Es un sitio oscuro, mantienen la iluminación baja para así ahorrar en el servicio de energía y poder dar reporte al dueño de una buena gestión. Ingreso a la oficina del coordinador de personal, en realidad es el único jefe en toda la bodega, los demás son subalternos, así que se siente el dueño absoluto de la bodega y hace lo que le da la gana. - Dígame señor, ¿Cree que estas son horas de llegar a trabajar? - No señor, lo lamento, sucedió algo y... - No me diga, ¿Esta vez que sucedió?, ¿Está bien su señora madre? - Si señor, es solo que... - Mire señor... - Contreras, Daniel Contreras... - Señor Contreras, es su segundo retraso en menos de un semestre, acá somos estrictos con la puntualidad, eso es lo que nos posiciona como una de las mejores bodegas en toda Bogotá, nuestros rendimientos se deben al trabajo duro y constante de todos y cada uno de nuestros empleados, así que por favor, evite el tercer retardo o mejor búsquese otro lugar para trabajar. Respira y deja a la vista una barriga lo bastante grande como para cortarle la respiración al acercarse al escritorio, simula voltearse al computador y dice de paso: - Retírese por favor, y realiza un ademán con su mano derecha. Me levanto, pero antes observo el reflejo del hombre gordo y de bigote de morsa en la pantalla del computador que aún continúa apagado, no puedo evitar pensar, que es un hombre idiota y tacaño que se aprovecha de sus empleados, algo así como una morsa vampiro, je je, la idea me hace gracia y sonrío mientras me dirijo a la puerta. Cuando llego al primer piso, pregunto a uno de mis compañeros por el camión que debía cargar, y me cuentan que el señor Ramírez, “el coordinador”, le había dado la orden de cargarlo a otro de mis compañeros, pero que ni preguntara por la paga, ya que no hay paga sin camión, y a mi compañero no le representa un ingreso extra, ya que siempre hay un mínimo, pero no un máximo. De ésta forma me gano la vida, mi trabajo no me alcanza a completar un salario mínimo, ya que con ésa política de trabajo, el coordinador Ramírez se asegura de pagar a lo mucho medio salario mínimo por día, ¡Y paga al día!, para evitar pagar seguridad social y así ahorrarse unos pesos y de paso unas demandas, además siempre busca contratar empleados que a lo sumo sean bachilleres y jóvenes, así no se irán a quejar a donde nadie los ha mandado, es la política dice y de esa manera ha administrado una bodega cuyo dueño lleva años sin visitar.   Termina el día sobre las 6:00 p.m. y estoy agotado, logro realizar el cargue de veinticinco camiones, reponiendo el que no alcancé a las 8 de la mañana, y he comido mi almuerzo especial de arroz, con papa y un huevo que me prepara mi mamá todos los días. Voy a la ducha improvisada que nos puso el administrador Ramírez, a la cual accedió porque se dio cuenta de lo insoportable que es dar una charla motivacional que se inventó todos los días a las 6 y 15 minutos de la tarde con todos los trabajadores sudorosos y hediondos. Me arreglo con mi ropa de cambio y voy a la charla, para escuchar claramente el mismo discurso de cada tarde: - Somos un equipo, una familia, lo damos todo por nuestra empresa, y de continuar así...bla, bla, bla.   Mis ojos se cierran por si solos, cuando reacciono, todos se están levantando, hoy, estoy más cansado de lo normal. Son las 7 de la noche y debo tomar el bus de vuelta o caminar para poder tomar el tinto al día siguiente en la cafetería y volver a ver a esa señorita que me causo tantas emociones, aunque es evidente que no podré sostener ese ritmo con el tiempo.   Llego a mi casa casi a las 10:00 de la noche y mi madre está preocupada, me regaña mientras me dice: - Me tenías con el corazón en la mano, no me hagas eso por favor, Me río, la abrazo, le digo: - Si mamá, perdón, no volverá a pasar, lo prometo. Ella me devuelve el abrazo, me da un beso en la mejilla mientras me sirve una mogolla con un café en leche. Se sienta a la mesa y toma lo mismo que yo, me pregunta por mi día. Le cuento todo con pelos y señales, no omito nada, ni el encuentro con la muchacha de la cafetería, ni el regaño del coordinador, al finalizar, mi madre me dice: - Mira Hijo, me agrada saber que has encontrado a una mujer que evidentemente te atrae más que la niñita esa Nataly con la que salías, y me alegra más porque esa niña era muy mala influencia, ya ves como terminó baleada en la casa del gamín ese que vendía droga en la esquina, y ahí salió la mamá a decir, mi hija era buena y esto y aquello. Al menos esa mujer de la que me hablas trabaja en una cafetería, y eso es bueno, pero mijo, no se emocione tanto por favor, conózcala primero y ahí sí, mire que mi corazón 59 años ya no aguanta más tristeza, y usted es mi alegría mijito. - Si mamá, lo que usted me diga. Mi madre fue madre cerca de los 35 años, cuando trabajando en una casa de familia, el muchacho de la casa la convenció para estar con él, pero al darse cuenta que quedó embarazada la despidieron y se convirtió en una madre soltera, ya tiene su pensión que nos da apenas para pagar el arriendo de la pieza donde vivimos, los servicios, el transporte y algo para comer. Al terminar la cena nos vamos a cepillar y poco después nos acostamos los dos en la misma habitación, afortunadamente no en la misma cama, se volvió incomodo desde los 10 años, y aunque ella no tenía inconvenientes, yo siempre he querido un espacio propio en este mundo, de haber seguido durmiendo en la misma cama más tiempo tendría más problemas para salir con chicas de los que ya tengo. Al día siguiente mi madre me da algo de dinero, ella es muy ahorradora y decide que quiere apoyarme a conseguir una buena mujer, me voy y dejo a mi madre en casa, buscando trabajo en el periódico del día anterior, que le llevo cada noche al recogerlo de la tienda de la esquina cuando veo que no se vendió. Difícilmente encontrará trabajo debido a su edad, afortunadamente ella alcanzó ya una pensión de un salario mínimo, pero eso no nos da sino para sobrevivir y yo quiero darle una mejor vida, por eso trabajo también. En el camino al paradero, voy pensando que va siendo hora de cambiar de trabajo, y por qué no, de volver a estudiar, entro en la cafetería y la busco, no la veo al inicio y luego de encontrarla, me acerco al mostrador, pido un tinto y un roscón, que es algo así como un pan dulce con forma de dona, pero más grande y casi siempre relleno de bocadillo. Ella me ve, me mira con desconfianza y me dice: - Ayer no tenías para un tinto y ¿Hoy quieres además un roscón?, ¿Te ganaste la lotería o qué? Es un hecho, ella ha cambiado, mi estrategia dio resultado, ahora quiere hablar conmigo. - No, no aún, pero gracias por tus buenos deseos. Ella asiente sin perderme de su mirada, se gira para atender a otro cliente, pero antes debo resaltar más, así que le digo: - Tú, ¿Cómo estás? - Bien, gracias. Me tomo mi tinto con pan, y me voy al paradero del bus, camino 6 cuadras antes de llegar y subirme en un bus que no puede ir más lleno, me empujo contra el resto de los pasajeros que forman una barrera casi hermética, agarro mi maleta del almuerzo y mis utensilios de limpieza y ropa de recambio, la pongo delante de mí, un poco más abajo para evitar que en un jaloneo del bus, la correa de la maleta de cruzar, accidentalmente se "rompa" y termine en manos de otro dueño. Me siento vivo con cada parada del bus hasta mi trabajo ya que me deja respirar, me bajo y camino otras 5 cuadras, al entrar el portero me grita: - Vio que si quería trabajar Suelta una risa socarrona que suena como a pato viejo, de hecho es un viejo de unos 50 años, con dos hijas que adora, pero prefiere gastar la mitad de su salario en alcohol cada viernes antes de llegar a casa, También está viudo así que es un poco verde con las mujeres que pasan por el frente de la bodega; luce como un lápiz con barriga, así que lo único que recibe como respuesta a sus piropos es el dedo de la mitad de alguna mano de la aludida. Decido ignorarlo y continuar mi marcha hacia los vestidores, cojo mi overol y me pongo en la fila para recibir la asignación de camiones. Debido a mi timidez no hablo con ninguno de mis compañeros, y mi mamá me aconseja que evite el alcohol porque causa tristeza a su corazón, así que no salgo a tomar, ni a rumba con mis compañeros, quienes suelen gastar lo poco que se ganan cada noche en algún bar cercano al trabajo con las muchachas que les aceptan, luego se van a sus casas para reiniciar el día y no discutir tanto con sus padres por la evidente "vagancia" de salir todos los días a "trabajar" y regresar con aliento a alcohol y cigarrillo. Sólo salgo a tomar un par de cervezas o menos con un amigo del colegio, pero hace rato no nos vemos, quizás lo busque ahora para ver si de pronto me puede ayudar con algunas cosas que tengo rondándome la cabeza. Mientras recibo mi asignación, luego cargando camión tras camión y descargando otros tantos, pienso que es hora de cambiar de trabajo y hacer que mi madre se sienta orgullosa, así que a la salida sube al bus y antes de ir a mi casa paso a la tienda de cada noche a recoger el periódico para mi madre y recargar con dos mil pesos el celular para llamar a mi madre durante el día siguiente, ésta vez le pregunto al tendero algo adicional: - Disculpe vecino, usted sabe ¿Cómo puedo tener un mejor trabajo? El "vecino" tendero, un hombre de piel aceitunada de unos cuarenta y tantos con dos hijos menores a los que cuidaba como su vida, responde: - Pues mijo, hay varias formas de ganarse la vida, yo por ejemplo vendía dulces en una esquina, y de poquito en poquito y con mucho juicio he llegado a tener esta tiendita, sé que es poco, pero es mi negocio y estoy orgulloso de ella, porque me ha dado para comer y darle de comer a mi familia, pero a veces pienso que hay formas más sencillas, yo solo hice hasta la primaria, pero ahorita ni con el bachillerato se logra lo suficiente, de manera que yo le diría estudie, eso lo puede sacar de éste barrio, y de paso a su señora madre, que es tan buena esa viejita. - Pero ¿Cómo es posible estudiar sin dinero? - Mijo no sé, pero sí sé algo, aproveche lo poco que nos da el gobierno, ¿Ha escuchado eso de los institutos técnicos públicos para la educación superior?, no es mucho, pero he oído que ayuda a los muchachos a salir adelante y tener un empleo digno, no sé si sea cierto, pero ¿Recuerda a Camilita, la hija de don Benito, el señor de la lotería de la otra cuadra? - Si - Bueno, ella ya entro a ese instituto técnico, dice que no fue fácil ingresar, pero ahora parece que está mejor, y se le ve con mejores amistades, al menos, con muchachos que estudian con ella. - Oiga vecino, gracias, no sé por qué no se me había ocurrido intentar en el instituto técnico. Muchas gracias y saludes a la “veci” y a sus hijos. - Gracias mijo, saludos a doña Rebeca.   Rebeca es el nombre de mi madre, en el barrio todos nos conocen, al llegar a casa le repito mi día a ella mientras cenamos, ella se alegra de saber que la chica de la panadería me ha hablado un poco más, pero se preocupa porque ni siquiera sé su nombre, ni su apellido, de momento sabe más ella del señor de la droguería y eso que es un señor que no tiene genio para soportar una charla, que yo de mi amor platónico. Nos vamos a dormir y tengo una nueva tarea. Al día siguiente me levanto temprano y me apuro en despedirme de mi madre para poder llegar pronto a la cafetería, de nuevo pido un tinto y un roscón de bocadillo, pero ésta vez le pregunto a la muchacha por su estado anímico mientras ella me sirve el pedido, de manera que gano una oportunidad de hacer otra pregunta más antes de que ella se gire y se vaya al fondo del mostrador; y esta vez me responde: - Estoy bien, pero podría estar mejor, ¿Sabes?, ¿Por qué te interesa? Me quedo frio, no esperaba esa respuesta, de manera que no me queda de otra que decir la verdad: - Eh pues es… que quiero conocerte. - ¿Ah sí? y eso como ¿Por qué? - No, es que... Bajo el volumen de mi voz sin querer y digo: - Me pareces muy bonita... - ¿Disculpa? no te oí, ¿Por qué quieres conocerme? - Estoy ruborizado, aun así me lleno de valor y le digo: - Me pareces muy bonita. Ella no puede evitar sonreír, veo que se siente halagada, pero sigue desconfiando. - ¿En serio te parezco bonita? Con un movimiento lento de la cabeza asiento, pero permanezco mudo. - ¿Y crees que por eso debo aceptar hablar contigo?, ¿Que tienes para ofrecer? No puedo creerlo, ya estoy hablando con ella, pero aún no sé qué responder, quiero avanzar pero no sé cómo, entonces se me ocurre una idea: - No tengo nada para ofrecerte aún En ese momento ella suspira, sube los ojos y se va girando para irse, pero soy más rápido, la detengo del hombro y le digo: - No tengo nada para ofrecerte aún, porque no sé nada de ti, no sé ni tu nombre, ni tu historia- pongo ojos de cordero y continuo - ¿Podrías ayudarme, por favor?. Ella se ve sorprendida, se devuelve hacía mí con una mirada coqueta, la boca con su labial rojo intenso y su mirada del profundo océano, sólo puede decir: - Mira lo que trajo el río, ja ja ja, resultó ser un galán el niño, aprieta los labios formando un pico y vuelve a reír- ja ja ja, me llamo Mariana niño, ¿Cuál es tu nombre? Increíble, lo he logrado, he avanzado en un día más de lo que hubiera creído, no solo tengo el nombre de la chica de mis sueños, ahora, hasta coquetea conmigo, y lo sé, porque así me miraba Nataly cuando quería algo de mí, bueno en ese caso era mí dinero, pero Mariana sabe que no tengo así que…. - Me llamo Daniel, y no soy un niño. - ¿Ah no?, ¿Me vas a decir DANIEL, que tienes más de 18? - Si por supuesto, tengo 23 en realidad, siempre me han dicho que aparento menos. Sonrío y trato de tomar mi tinto con gracia mientras Mariana me ve, pero me tiembla todo. - Ok Daniel, hagamos algo, estoy muy ocupada ahora, pero ven en la tarde, a eso de las 5 p.m. termina mi turno, y tomamos un café, si quieres. Se gira y se va dejándome viendo su espalda y con la mirada y la sonrisa de tonto más grandes que se hayan visto.  
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