CAPÍTULO 4.

1970 Words

Veinticuatro horas. El número suena casi poético, pero no lo es. No cuando esas horas las pasas dentro de un hospital, respirando el mismo aire estéril, caminando bajo luces blancas que devoran el color de la piel, escuchando el mismo pitido insistente de las máquinas que te recuerdan que la vida pende de hilos invisibles. Cuando finalmente cierro la puerta de mi departamento, siento que cada músculo de mi cuerpo protesta. Es una mezcla entre alivio y derrumbe. La bata blanca cuelga de mi brazo como si pesara toneladas, y el bolso resbala de mi hombro, cayendo con un sonido seco contra el suelo. Camino unos pasos más y me detengo en seco al ver lo que descansa sobre la isla de la cocina. Un enorme ramo de rosas rojas sobre la consola de la entrada, tan exagerado que parece un grito en m

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