7 de noviembre, 2019.
Keira
Siento su mirada sobre mí, no trata de disimular. Sus perfectos ojos azules, me observan con fijeza. Levanto el libro cubriendo mi rostro, incomoda por su sospechosa mirada. Asomo mi cabeza, sigue mirándome, con los ojos entrecerrados y no pierde la expresión pensativa en su semblante.
Bajo el libro.
—¡¿Qué? ¿Qué? ¿Qué?! —exclamo irritada.
Se sobresalta.
—¡Nada! —Imita mi tono.
—¿Por qué me miras? —interpelo sujetando mi libro. —Si sigues mirándome pensaré que eres un acosador—llevo las palmas de mis manos al hombro contrario, siendo un poco dramática. —o tal vez te encuentres cautivado con mi belleza.
Voltea su rostro, ofendido.
—No soy un acosador —protesta, rio. —y no sé de qué belleza hablas. —finge estremecerse.
—¿Estás seguro? —inquiero, divertida. —¿Entonces por qué vigilas cada movimiento de Adria? Muchas veces te he visto seguir sus pasos sin que se dé cuenta, también cómo vas a cada fiesta y centras tu mirada solo en ella, ignorando al resto. Sabes todos sus horarios porque me enteré que pediste un favor, más bien, amenazaste a uno de nuestros compañeros para que lo consiga—hunde su entrecejo. —. ¡¿Quién es el acosador ahora?! —me mofo.
Espero una respuesta de su parte.
—¿Cómo lo sabes?
—¿Mmm? —muerdo mi labio inferior entrando en pánico.
Cierro los ojos.
—¿Me estás siguiendo? —cuestionó sorprendido.
Abrí los ojos de golpe y negué con la cabeza.
—¡¿Qué?! ¡Estás loco! ¿Por qué te seguiría? Tengo cosas mejores que realizar para seguir a alguien que no me agrada—lo señalo y achico mis ojos. —. ¡No te hagas ideas equivocadas!
Curvó una sonrisa ladeada y enfatiza: —Tampoco eres mi tipo.
Un golpe que impacta muy fuerte en mi corazón, una amarga y dolorosa sensación aflige mi pecho. Contengo mis ganas de agachar mi cabeza, trazo una línea ligera en mis labios y desvío mis ojos ocultando lo que generó sus palabras.
—Tú tampoco lo eres—respondo con indiferencia. —. ¿A quién le gustarías? Eres un fastidio para la sociedad
Amagó una sonrisa.
—Gracias, me lo tomaré como el mejor halago del año.
Pongo mala cara.
—¿Halago? ¿Por qué debería hacerlo? ¡Te has visto! No tienes nada bueno para halagar, en ese caso, señalaría las escasas virtudes que posees. Pareces alguien superficial que quiere llamar la atención de las personas siendo el badboy. ¡Muy cliché! —sacudo mi mano, negando. Hablo con rapidez. —Al menos los chicos de los libros son menos imbéciles que tú. Además, no andan detrás de una chica que no lo ama, todo lo contrario, las chicas andan detrás de él, suplicando por una oportunidad. En este caso, tú…
Me cubre la boca con su mano y arruga su nariz, impaciente.
—¡Rayos! ¿Puedes callarte? Es difícil entenderte si hablas así de rápido. Si no dejas de hablar, perderé la paciencia.
—¡¿Te he pedido que me escuches?! —protesto quitando su mano.
Chocó la palma de su mano contra su frente soltando un suspiro, a punto de perder su paciencia.
—¡Haz silencio!
—¡No quiero! —grito.
—¡No se puede tener una conversación contigo, si tienes esa personalidad insoportable!
—¡Mira quién habla de insoportable! ¡Tú eres irritante con esa actitud!
Se queda en silencio.
—¿Qué actitud? —preguntó.
Su expresión es reemplazada con duda.
Ruedo los ojos bajando la mirada al libro que tengo sobre mi regazo. Vuelvo a mi preciada lectura ignorando al chico imbécil que está frente a mí, impaciente, esperando una respuesta a su pregunta.
Mueve su mano de un lado a otro queriendo llamar mi atención, hago como si no lo viera y sigo leyendo el capítulo que se puso más interesante e intenso. Abro mi boca e imito un jadeo al leer uno de los secretos de la protagonista, parpadeo para ver si estoy leyendo bien, leo dos veces sin poder creerlo.
¡Cielos! ¿Por qué las autoras siempre pretenden dejarnos sin estabilidad emocional? Se supone que leí este libro para recuperarme, después de leer tantos libros que jugaron con mis emociones y me dieron un final inesperado.
—¡Ey! —me llama.
Doy vuelta a la siguiente página, sigo la lectura con mis ojos.
—¿Te vas a quedar callada? ¿No me vas a responder?
Sigo leyendo.
—Estoy esperando a que formules una pregunta menos estúpida para poder responder. —respondo sin mirar, volviendo a dar vuelta la hoja.
Gruñó.
—¡Pero…!
Llevo mi dedo índice contra mis labios, —Shhh.
—Me hablas con ese tono despreocupado, como si no me tuvieras miedo.
Saco mi dedo. Cierro el libro de golpe y enfoco mis ojos en él.
—Es que en verdad no tengo miedo. Sigo sin entender porque te temen, si pareces un niño, con esa actitud infantil.
—¿De qué hablas?
—He visto cómo te comportas con tus amigos, incluso Sloane se da cuenta. —me encojo de hombros.
Me pongo de pie bajo sus ojos enfurecidos.
—No entiendo cómo puedes ser la mejor amiga de Sloane. Eres insoportable, parlanchina e irritante.
Arrugo las cejas.
—Te falto añadir algo—digo de repente. —, soy encantadora.
9 de noviembre, 2019.
Stefan.
Escucho el parloteo de la insoportable. Es extraño tenerla con nosotros, a veces su presencia es inquietante porque no puede apreciar el silencio o tiene esas sonrisas genuinas que generan que mi corazón se acelere. Raro.
Noto la mirada de Sloane, sonrió, no tarda en devolverme el gesto. Camino hasta donde se encuentra porque me doy cuenta que tiene una mirada entre sospechosa y divertida.
—¿Por qué tienes esa mirada? —le preguntó.
—¿Qué mirada? —se hace la desentendida.
—Como si hubieras descubierto algo— respondo, ríe ante mis palabras. Hay algo que me está ocultando. —. Me alegro que te encuentres mejor.
Luego del susto que me dio, las cosas entre ambos están mejorando.
—Yo me alegro de estar con ustedes—sus palabras me sorprenden. —. ¿Qué sucede? —hunde su entrecejo.
—Chicos —los llamo, me observan. —. Pequitas dijo que se alegra estar con nosotros.
Todos se muestran sorprendidos, incluso tienen la exageración de jadear, por supuesto ella no duda en entornar los ojos.
—¡Porque tienen que ser tan exagerados! —exclamo irritada. Paso mi mano por sus hombros y le atraje a mi cuerpo, sonríe.
Mi mirada se cruza con la de Keira, nos miramos con fijeza y no apartamos la mirada como si estuviéramos desafiándonos. Curvó una sonrisa ladeada y me guiñó un ojo, ocasionando que mi corazón se acelerara.
¿Qué está sucediéndome?
16 de noviembre, 2019.
He escuchado las mismas preguntas todos estos años.
¿Cómo te sientes?
¿Algún problema?
Cuéntame, ¿Cómo ha ido tu día?
Infinidad de veces he reiterado el mismo episodio, la misma trama y el final sigue siendo repetitivo, causando más dolor. De nada me sirve asistir a las terapias o grupos de apoyo, porque me siento agotado de escuchar el mismo diagnóstico, de saber que lo que tengo me acompañara por el resto de mis días. ¿Por qué tengo que decir cómo me siento? ¿Acaso me ayudara a detenerme? Ni las terapias, ni los grupos de apoyo, ni los mejores médicos cambiaran el descontrol de emociones que soy. Nadie puede arreglarme, estoy condenado y eso no tiene solución.
No necesito que me den falsas esperanzas, desde que supe lo que tenía, estaba al tanto de que tendría que lidiar con lo que llevo en mi interior. Que mi vida no sería fácil, que esto lo complicaría y arruinaría todo lo bueno en mí.
Empujo la puerta con brusquedad e ingreso a la biblioteca, paso ignorando la mirada desaprobatoria de María, la encargada del lugar. Entro a una de las filas buscando un libro y sacando el libro veo a dos personas frente a mí, cotilleando.
—Claro señora obviedad —ironizó Sloane. —. Espera, ¿le dijiste eso a Stefan? —le preguntó dándole una mirada sospechosa. Amagó una sonrisa en sus labios y atisbe la burla en sus ojos. —¿Desde cuándo son tan amigos?
—Él comento lo que sucedía y yo solo le di mi opinión—responde la pelirroja. —. Estaba preocupado, quería ayudar. —se encoge de hombros.
Aún recuerdo cuando se acercó y me ilumino con su sonrisa. Como me dijo que todo estaba bien y que si necesitaba con quien hablar, ella estaba dispuesta a darme una oportunidad, solo por mi estado. Siempre tan amigable, a veces no la entiendo, ¿Quién puede ir por el mundo mostrando solo sonrisas? ¿Acaso su vida es perfecta para sonreír como si nada sucediera? Eso odiaba de ella, que solo viera lo maravilloso de la vida, y que ocultara el dolor en su interior, que a pesar de las circunstancias mantuviera su sonrisa intacta, que todo lo que pasara a su alrededor no borrara esa alegría en su ser.
—¿Te gusta? —formuló Sloane, con seriedad.
Su pregunta me incomodo y me obligue a no intervenir. Desee que lo negara, porque a estás alturas no deseaba arruinar la vida de alguien maravilloso, aunque no aceptará como me iba teniendo sentimientos, sabía que si escuchaba una afirmación saliendo de sus labios, mantenerme alejado sería complicado.
—Sí. —la escuché murmurar con nerviosismos.
No, no puede sentir nada por mí. No soy bueno para ella.