Lecciones…

715 Words
Todo en casa transcurría con la normalidad activa a la que estábamos acostumbrados. ese día empezó tan temprano como siempre e iba a terminar del mismo modo...   -Sam, llévale el café a Papi que está en el sótano_ solicita Esther mi hermana mayor. le recibo la humeante bebida y con especial cuidado de no quemarme la llevo hasta donde se me pidió.   _Papiiii!!! _LLamo con fuerza, antes de bajar las escaleras, pues, a pesar de estar encendida la luz, se apreciaba todo muy lúgubre.   Me decido a bajar los escalones que me llevarían al húmedo y frío sótano, donde se guardaban los utensilios y herramientas del matadero. A pesar que ya voy a cumplir 5 años, sigo siendo algo temeroso, sólo que no lo digo en voz alta y trato de disimular, para que no me crean el bebito miedoso.   Llego al espacio donde Papá almacena las herramientas y no lo veo. al voltear para devolverme por la escalinata, mis manos se volvieron lana y la taza de cerámica al suelo fué a dar. grité con desespero y en un santiamén estaban mis hermanas y mi Madre a mi lado.   Yo no pude ver a mi Padre, porque mis hermanas no me dejaron.   Pasaron los días y todo en casa estaba detenido en el tiempo, nada pasaba, ni siquiera el croack de las ranas se podía escuchar, nadie hablaba y ni siquiera se oía ya el singular ruido de las brasas cuando se prendía el fogón de leña para preparar la comida a la que estábamos enseñados.   Mis hermanitos más pequeños también se aislaron en la penumbra de sus almohadas y era el único que se levantaba temprano a orar y dar gracias a Dios por un nuevo amanecer y me quedaba sentado en la mesa de la cocina fría y oscura, esperando las asignaciones del día. Esperaba que fuese las seis de la mañana y me iba al colegio, allá, las monjitas muy solidarias me esperaban con un desayuno delicioso que apenas lograba probar.   Las horas de clase se iban en un tintinar de voces que me abrumaban y terminaba escondiéndome debajo de mi mesa con mis manos en mis oídos, tratando de callar el ensordecedor ruido.   Pasó cerca de un mes y las nueva costumbre se hacía ya un martirio, así que me sumé a los demás de mi familia y dormía hasta que ya me dolía el cuerpo.estaba tan cansado que apenas probaba un poco de pan con leche y volvía a mi cama. Cada día era aún más difícil que el anterior.   Existe la falsa creencia en los adultos que, los niños no se dan cuenta de lo que pasa; les digo con propiedad que están muy equivocados. Yo supe desde el primer día que algo muy grave le pasó a mi Padre, que a la semana en el hospital falleció, según lo que entendí, por una apoplejía. También oí a las vecinas que rezaba en mi casa al anochecer, que mi padre estaba sudado cuando se adentró al húmedo sótano y por eso le dió ese ataque que terminó por cegarle la vida al jefe de mi familia, al mejor papá del mundo, a mi modelo a seguir.   Observé como el brillo de mi joven madre se iba marchitando en la tristeza y temí incontables veces de encontrarla inerte en su cama. Por lo que me iba media noche y me escurría como un gatito sigiloso entre sus cobijas y me arrimaba a su espalda para sentir su calorcito; fué el modo que encontré  de cuidar que mi Madre no dejara de existir,   Cuando dejé de levantarme, percibí que mi madre se levantaba temprano y ya se oía chisporrotear la madera cuando se quemaba para calentar el fogón.   -Sam hijo, levántate. Escucho a lo lejos y con dificultad, abrí mis ojos y pude ver a mi Madrecita con un semblante mucho más revitalizado. Corrí a vestirme y hasta me olvidé de darle gracias a Dios por otro amanecer y fuí directo a la mesa de la cocina, donde ya estaban todos en torno a ella.   Mi Madre estaba luminosa y rebozaba una candidez muy especial. Supe en mi corazón que venían cambios en nuestras vidas, pero de algún modo que no sé cómo expresarlo, sentí mucha esperanza por nuestro porvenir.  
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