Un nuevo hermano!!

1014 Words
Varios meses pasaron desde que mi padre se reuniera con El Creador y ninguno esperaba  el regalo que nos aguardara al llegar a casa al final de la tarde. Si había notado a mi madrecita muy pálida y débil recién de los acontecimientos pasados, pero se recuperó y lucía no solo hermosa, sino radiante. Quizás tendría unos kilitos de más, pero nada que requiriera cambiar su guardarropa. Ahora comprendí mucho del comportamiento de mis hermanas hacia nosotros y nuestros juegos escandalosos, pues ellas solamente deseaban que nada ni nadie afectara la tranquilidad de nuestra madre. Un nuevo hermanito llegaba para darle a nuestro hogar la mayor de las alegrías que tanta falta nos hacía. Mis hermanas eligieron el nombre y todos aceptamos a Francisco, pero como era de esperarse, le llamábamos Panchito, nació siendo el más pequeño de todos, con 2,400 kilos y 35 centímetros, se convirtió en el tesoro de la familia. En mi pueblo se decía que Panchito no solo nació con un pan bajo su brazo, sino con una vaca entera. Panchito era para mí algo más especial que sólo un hermano, realmente era mi hermanito menor y sería el responsable de enseñarle todo lo que debe saber de nuestras tradiciones familiares y los misterios de la vida; tal vez tendría que hablarle hasta de la vida más allá de la vida, que era donde ahora estaba nuestro padre. De igual manera, debería enseñarle a amar a nuestro padre y contarle sobre cómo era con cada uno de nuestros hermanos y hermanas, y sobre todo, debía enseñarle cómo debía ser ante Dios nuestro Padre Universal. Sentí mucha emoción y una increíble presión. Respiré profundo y oré en silencio al cielo para que me iluminara y pudiese ser el mejor hermano mayor de Panchito. -Qué piensas en esa cabecita tuya jefe? _Pregunta muy tierna mi hermana Esther. -Ya sabes! De las responsabilidades para con mi nuevo hermanito menor!_ respondo sin más, lo que generó una hermosa sonrisa en mi hermana. -Eres todo un hombre! Deberías enseñarle a Damián, él solo sabe pedir, mandar, vociferar y reír como si la garganta se le fuese a desarmar. Bah! Es un tonto, no sé por qué sigo saliendo con ese tonto. _Haciendo ademanes y embostando la voz mofando a su novio, lo que me hizo reír mucho y por puro efecto dominó, ella terminó riendo más, haciendo reír por primera vez a Panchito, lo que nos contrajo de encanto el corazón. ……. El día del bautizo llegó. En mis tiempos de mozo, era un gran acontecimiento y familiares, amigos y clientes se presentaron en sus mejores galas para celebrar junto a mi madre y hermanos, la consagración de Panchito como hijo de Dios. Tal como se imaginan, fui el padrino de mi hermanito, aunque firmó el acta mi tío abuelo Andrés, y la madrina fue mi hermana Camila. Ese día botamos la casa por la ventana, les preparamos ternero al humo, lechón relleno de arroz, habas, alverja tierna, huevos cocidos y muchos aliños criollos, como cebollines, perejil, ajo, ají dulce y chicarrones de cerdo bien doraditos. Dejamos marinar el cerdo en cerveza sal, laurel, papelón rallado y caldo concentrado de asaduras. El ternero también se marinó en vino tinto y manteca achotada con polvos de especies varias (azúcar morena, cominos, cúrcuma, canela) y se cocinó lentamente en el ahumador de carnes que hicieron mis padres hace muchos años, recién nacida mi hermana Esther. Para completar, mis hermanos Juan y Pedro hicieron unas papas en leche con mucho queso y perejil fresco. Aurora y Felicia prepararon una ensalada de repollo, zanahoria, jamón ahumado, cilantro y yo pude preparar el aderezo de miel de abejas, vinagre, aceite de olivas, sal y orégano; logrando una suculenta combinación. Mamita junto a mi madrina Chelita, preparó una torta gigante de leche y vainilla, cubierta de frutas y miel, fue mi parte favorita del banquete. Todos disfrutaron de tan esmerado servicio, y los músicos del pueblo dejaron sonar sus guitarras y melodiosas canciones de jolgorio. La festividad se extendió hasta entrada la noche y como empezó se terminó. Me sentí muy feliz por mi familia y aún con mucha ansiedad post fiesta, finalmente pude dormir. Disfruté cada instante que pide compartir con Panchito y mis otros hermanos, siempre inventábamos excusas para quedarnos jugando en el río cuando “ayudábamos” a nuestros obreros a lavar los menudos y cuando se desplumaban las gallinas, patos, y pavos. Construimos una carretica que sujetamos a la bici de Pedro para poder llevar a Panchito y ser uno más de nosotros. Mi hermana Aurora se quedaba con el “Jesús credo” al llevarnos al bebé que ya contaba con un año y medio. Mi mare nos tenía mucha confianza y eso terminaba calmando los frágiles nervios de mi hermana mayor. Panchito pedía a grito de pulmón que mi hermano Pedro acelerara y yo tuve que ingeniarme unas amarras cruzadas para asegurarlo a la silla que estaba apernada a la carreta, Para mí su seguridad estaba por encima de nuestra propia diversión. Afortunadamente para todos en casa, jamás hubo un incidente que lamentar en nuestros extremos y negligentes juegos de muchachos. Esa pizca de locura nos ayudaba a drenar el nivel de exigencia y trabajo al que nos sometíamos, en especial mis hermanos Juan, Pablo y Pedro. Yo disfrutaba de la intensidad de la actividad que realizábamos cada día. Inevitablemente, contribuimos a formar a un adicto a la adrenalina y terminó ingeniándose las aventuras más alocadas. Ya con sus cinco años nos hizo acompañarlo a la caída de agua más alta de la región y nos hizo seguirlo al pozo mágico, como lo conocían los pobladores. Era un chico temerario verdaderamente. Muchas veces nos quedamos castigados por llevarle la corriente en sus arriesgadas propuestas, nuestra madre nos pedía que no le alentáramos a seguir de ese modo. Tenía mucho miedo por su integridad física, pues obviamente, había una daño en su mentalidad, según su parecer; ella creía que sólo un demente haría lo que hacía y de paso nos hacía seguirle las pisadas de cerca.  
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