Veteranos

834 Words
Había transcurrido dos semanas de haber llegado los veteranos sobrevivientes de la guerra, que afortunadamente, ya había cesado. Ceci se había ido con su familia y Juan con nosotros, sentían la necesidad de estar aislados un tiempo, antes de atreverse a estar cerca uno del otro. Aunque tengamos la capacidad de comprender lo que pasa en las atribuladas mentes de nuestros seres queridos, que hayan pasado por una experiencia tan fuerte como la que ellos experimentaron, les dejan tal daño psicológico que se requiere de ayuda especializada, familia y mucho de Dios. Mi madre se tomó en serio la responsabilidad de ayudar a Juan, quien se aislaba en su habitación por horas y si alguno de nosotros quería acompañarle, sólo nos sonreía con extrema dificultad, tomaba su chamarra y salía con rumbo al bosque. Muchas veces lo seguimos, por temor de que fuera a hacerse daño. Pero sólo se sentaba en las rocas y se ensimismaba mirando el hermoso paisaje montañoso y regresaba. Intervenía tímidamente en las conversaciones de familia, donde compartíamos anécdotas del día y se retiraba a su habitación. Flash back Llegamos al puerto donde estaba el gigantesco trasatlántico que los había traído de vuelta, pero no todos llegaron enteros (por decirlo de un modo) habían una gran cantidad de veteranos que les faltaban una o hasta las dos piernas, incluso había quien llegaba sin un brazo y una pierna. Ver tantos jóvenes con evidente daño físico era muy doloroso, más era la impresión cuando sus familias les recibían, muchos rompían en llanto que era imposible no sentir su dolor. Pero lo más triste era ver a familias que no recibían ni siquiera parte de sus seres queridos, sino las meras cenizas en un cofrecito de madera. Aquello era desolador. Se hicieron múltiples homenajes a los soldados caídos, donde asistimos los familiares de los sobrevivientes también, acompañando a nuestros seres queridos a despedir a sus camaradas y amigos. Estuvimos en al menos veinte ceremonias y viajamos por casi el país en avión para poder asistir a todas, porque Juan y Ceci querían estar en todas. Dejaron muy buenos y queridos amigos en sus camposanto y querían ser solidarios con las familias y demostrarles afecto y respeto a sus colegas caídos. Al culminar los homenajes, decidieron estar separados un tiempo, compartiendo con sus familias, para tratar de remendar sus almas que sentían estaban en pedazos. Fin del flash back   Agradezco tanto a nuestro Señor que Juan y Ceci llegaran relativamente completos, al menos físicamente se les veía sano y salvos, pero sus miradas eran perdidas en la inmensidad del mar que dejaban atrás, como si hubiesen dejado parte de su alma en aquella horrible guerra de la que tenían aún mucho que contar y por supuesto, olvidar. Siguiendo la petición de mi madre a que asistiera a las terapias donde ella le acompañaba, a las tardes de té con nuestro amigo el viejo sacerdote de la parroquia y a nuestras tertulias post cena, ya dejaban entrever su posible recuperación. Pasaron meses antes de reencontrarse con su amada Ceci y a ella se le veía mejor semblante que a Juan, quien se le notaba el esfuerzo que hacía de compartir con sus hermanos, cuando antes era quien promovía cualquier excusa para estar entre los hermanos, sin los reproches de nuestras muy serias hermanas. Llegamos a sentir que no disfrutaba estar con sus hermanos y que nos habíamos convertido en las más terrible tortura para él. En ocasiones tuve que hablar mucho con Pedro y Pablo, quienes se vieron más afectados por la reacción evasiva de Juan y traté de hacerles entender que era una reacción comprensible, pues, siempre tuvo un gran carisma y facilidad de hacer amigos, lo que es de  suponer que tuvo grandes y valiosas amistades y luego hubo de luchar al lado de ellos y ver morir a muchos también. Panchito era mucho más sensible a la situación de Juan, con quien tuvieron un acercamiento mayor al de antes de partir, pues jugaban por horas al ajedrez en absoluto silencio y ya no se sentía abrumado con la presencia de nuestro hermanito menor, sino que disfrutaba de su silenciosa compañía. Juan y Ceci se mudaron a la vieja casa de la finca y con ayuda de todos se remodeló y amplió, pues ya estaban con el más lindo encargo que llegaría a darles un nuevo sentido a sus muy golpeadas vidas. Asumió completamente la finca y por solicitud de nuestra madre, escrituramos la propiedad a nombre del hogar que tanto necesitaba donde extender sus propias raíces. El primo de nuestra madre siguió siendo el capataz y la esposa era la fiel ama de llaves y confidente de Ceci. Ambas parejas supieron potenciar la productividad de tan hermosa tierra. Habíamos tristemente aceptado que el loco hermano Juan se había ido para siempre y había llegado un nuevo y muy reservado hermano, que a pesar de todo lo que les sucedió, luchaba por seguir siendo el protector hermano mayor varón de la familia.    
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