Juan

1146 Words
Mi hermano Juan, cumpliendo la promesa que le hiciera a nuestro Padre, se fue al ejército para hacer carrera como oficial, se recibió de Teniente del Ejército e ingeniero en las Ciencias y artes Militares, con especialidad en armamento. Estuvo la familia en pleno, incluida su prometida, una enfermera militar muy bonita, debo reconocer. Ya en casa, se reunieron ambas familias para planear la boda, ellos son de costa y disfrutaron su estancia en nuestro hogar. Un año atrás, mi madre, siguiendo las sugerencias de Aurora y Esther, había hecho edificar una ampliación a nuestra casa, que incluía cuatro habitaciones con baño, un estar, una cocina moderna, comedor y terraza social. El arquitecto supo plasmar las exigencias estilísticas de mi madre, quien hizo lo necesario para preservar la tipología de nuestra residencia familiar. Se pudo alojar toda  la familia de Cecilia, sus padres, dos hermanas, su hermano con su esposa y bebé. Nosotros también disfrutamos la compañía temporal. Fueron un par de semanas muy animadas, donde se sentía que cada día era una fiesta. Nos asignaron actividades a todos, con el propósito de tener la boda más bonita, digna de mi hermano y Ceci, como le gustaba que le dijeran. Llegó el día por el cual habíamos trabajado arduamente, la casa era una locura total, todas la damas se fueron a vestirse, peinarse, maquillarse; mientras los caballeros nos limitamos a seguir brindando (Panchito y yo con jugo de moras, por ser menores aún). Una hora antes de la ceremonia ya estábamos todos listos para salir y pudimos cada quien ultimar detalles en cuanto a banquete, pastel de bodas, grupos musicales que iban a amenizar, ubicación de los invitados en el salón de fiestas del hotel donde reservamos la mejor suite nupcial para los futuros esposos, boletos de crucero para los esposos y regalos especiales para los esposos.   La boda estuvo muy bonita, la fiesta y el banquete superó nuestras expectativas y tanto los novios, las familias e invitados estuvieron muy contentos. Se cree que las fiestas de boda son gastos innecesarios, pero ahora puedo decirles que realmente fue una inversión. Los novios invitaron a trescientas cincuenta personas, donde entregaron unas cien tarjetas, asegurando de ese modo cien obsequios, maravillosos todos, iba cristalería, vajillas, ollas de acero, cubiertos finos, juegos de café. Té y chocolate, una cafetera, una tetera, sábanas de algodón, cobijas de lana, acolchados, cortinas, manteles, un juego de muebles para jardín, el contrato pagado por un año de un lindo apartamento a las afueras del pueblo, sus padrinos les obsequiaron la inicial para comprar el terreno que los ahora esposos eligieron, los boletos para la luna de miel y mucho dinero en efectivo. La familia también sacó jugosas ganancias, ya que, todo lo que se sirvió en la fiesta, en cuanto a pasa bocas y banquete, estuvo a cargo de mis hermanas y se ofrecieron muchas de las nuevas especialidades en las que habíamos estado trabajando para darle un impulso a nuestra factoría, que no sólo era matadero, sino, procesadora de productos cárnicos. Lo que nos permitió promocionar lo que será la nueva línea de productos embutidos y quesos, los cuales atrajeron la atención de invitados que poseen importantes firmas comerciales, concretando durante la fiesta, muchas nuevas oportunidades, clientes y posible expansión del negocio familiar hacia la capital y varias ciudades del país. La fiesta apertura oportunidades a mis hermanas para abrir una pequeña agencia de banquetes, que rápidamente se convirtió en una importante referencia de distinción, calidad y esmero para las celebraciones más relevantes de la región. Habían transcurrido unos meses cuando Juan y Ceci recibieron la orden de viajar como contingente de avanzada a la lejana Asia, donde se libraba un guerra, que a pesar de ser mundial, aún no nos había afectado como nación. Pero, el país asumió su posición como aliado de la potencia mundial y tuvo que mandar tropas, enfermeras, oficiales y profesionales a la batalla. Una vez más tuvimos que hacer de tripas corazón y apoyar a nuestros hermanos en la difícil empresa que debían asumir. Estuvimos ambas familias en el puerto donde zarpó el barco que los llevara, había un tumulto de gente, todos despidiendo con algarabía y los mejores deseos a sus seres queridos, sintiendo en sus almas el temor de no volverlos a ver, pero aún así, todos sonreían, tanto los embarcados como los que es despedíamos. Tuve que aquietar mi mente y el ruido para concentrarme en el sol excelso que nos alumbraba esa mañana y poder elevar una oración al altísimo Señor de Los Cielos, pidiendo que pudiésemos volver a ver a Juan y Ceci con vida. Los innumerables compromisos empresariales nos tuvieron muy ocupados a todos, hasta Panchito trabajaba sin descanso en el matadero conmigo, ya Pedro y Pablo estaban como gerentes de producción y alianzas comerciales y aunque sus oficinas estaban junto a la mía, casi no nos veíamos, puesto que nos pasábamos el día con Pancho en el matadero y no íbamos a la sede ejecutiva que estaba al lado de nuestra residencia, casa que compramos al pueblo hacía un par de años. La finca estaba a cargo de un primo de mi madre y también había crecido considerablemente, puesto que debía ser la principal proveedora de ganado para nuestra factoría. Seguíamos siendo una familia muy unida, a pesar que Aurora y Esther ya estaban casadas y tenían sus respectivos hogares. Cada domingo hacíamos un almuerzo familiar al salir de misa, tradición que perduró durante muchos años. Nuevos integrantes se iban sumando a nuestra gran familia, Aurora trajo al mundo un varoncito muy lindo y Esthercita trajo a unas mellizas preciosas, había tanta ternura en casa que hacía menos aungustiante la espera de cada carta que recibiera nuestra madre de Juan y Ceci. Ellos habían sido asignados a dos batallones diferentes, con ciudades alejadas a unas quince horas en automóvil una de la otra. Ceci era enfermera de trauma y Juan era oficial de estrategia y supervisor de armamento. En sus cartas nos relataban cómo tenían que lidiar cada día con el horror de la guerra y que agradecían ser tan diligentes en sus respectivas áreas, lo que les ayudaba a no razonar tanto lo que acontecía a su alrededor. Ya iba a cumplirse un año de sus respectivas misiones, que por cada cierto tiempo habían variado, siguiendo en sus responsabilidades, pero en diferente locación. Hacía dos meses que no se había recibido cartas de ninguno y las dos familias estábamos desesperados. Finalmente, recibieron un comunicado del ejército, para esperar a nuestros seres queridos en el puerto donde hacía ya un año, dos meses y catorce días habían salido a la más terrible aventura de sus vidas No había mayores detalles en la misiva oficial, así que nos preparamos y viajamos al puerto en cuestión, con la esperanza en Dios primeramente de recibir a Juan y Ceci sanos y salvos.      
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