Capítulo 23

2052 Words
Alana salió de la empresa con pasos apresurados, sus zapatillas deportivas rechinando contra el mármol mientras intentaba contener las lágrimas que brotaban sin control, el dolor en su pecho era tan intenso que apenas podía respirar y cuando al fin salió de allí, se detuvo en la acera, sintiendo cómo el mundo a su alrededor seguía girando, indiferente a su sufrimiento. ¿Por qué no podía ser suficiente? Ni para los humanos, ni para los lobos, ni siquiera para aquellos que se suponía que la debían valorar más que a nadie, sentía que no tenía un lugar al cual acudir, donde refugiarse, sin Gala o Benjamín, no tenía ayuda alguna. — Alana. — La voz de Edur resonó detrás de ella, llamándola con urgencia, justo cuando había comenzado su caminar un aves más, sin rumbo alguno. La loba no tuvo tiempo de reaccionar antes de que Edur la alcanzara, girándola con delicadeza hacia él, aunque Alana intentó resistirse, no deseaba que la viera llorar, no deseaba que pensara que era débil, peor aún, que supiera cuanto la afectaba el desprecio de ellos, de Osiel, pero la fuerza de sus emociones la venció, porque necesitaba a uno de sus Alphas, ante el desprecio de Osiel, su lado lobuno lo anhelaba, y fue cuando el calor reconfortante del abrazo de Edur la rodeó como una barrera protectora, la sujetó con firmeza, pero con cuidado, como si temiera que pudiera romperse en sus brazos, mientras la pelirroja hundía su cara en el fornido pecho del tatuado. — Shhh, Alana. — murmuró Edur, con la voz cargada de una mezcla de desesperación y ternura, no queria verla así, Edur no soportaba ver a Alana llorar, porque esa imagen lo llevaba al pasado a esa noche donde él tanto la había lastimado. — Por favor, no te pongas mal, déjame explicarte lo que sucedió allí arriba. — murmuro tratando de trasmitirle calma a su compañera, mientras su pecho liberaba un pequeño ronroneo, estimulando a la relajación de su compañera. — ¿Por qué? — La voz de Alana se quebró en un sollozo desgarrador mientras sus manos se aferraban al pecho de Edur, buscando algo que pudiera sostenerla mientras su mundo se derrumbaba. — ¿Por qué siempre voy a ser menos? ¿Por qué ustedes, que se supone que son mis alfas, siempre me van a menospreciar? Antes lo entendía, porque no tenía mi espíritu lobo y para la manada era un ser insignificante. Pero ¿por qué incluso ahora me ponen por debajo de una humana? ¿Por qué me hacen sentir que no valgo nada? — ¿por qué si anoche pensé que Osiel me había hecho el amor?, hoy me trata de esta forma, lo pensó, pero no lo pudo decir, no queria dejar ver que su lado humano había estado consiente en esa habitación, que la droga que le habían dado perdió efecto en cuanto Osiel la beso, no queria reconocer que estaba cayendo frente a ellos. Y mientras tanto, cada palabra de Alana era como una daga para Edur, podía sentir la profundidad de su dolor, el peso de años de sentirse relegada, invisible, y humillada, no tanto, ante los humanos, sino ante la manada, ante aquellos que deberían haberla protegido, su familia y por supuesto, ellos, entonces, su garganta se tensó, pero logró tragarse su propia culpa para poder responderle, porque entre sus brazos estaba su luna, y su trabajo era hacerla sentir bien, ya luego él se podria regodear en la culpa, como el victimario que era. — Alana, escúchame. — dijo, tomando sus manos entre las suyas, sus ojos azules buscaron los de ella, intentando transmitir la verdad de sus sentimientos. — Sé que hemos fallado, sé que te hemos hecho sentir pequeña cuando deberíamos haberte elevado, es nuestro error, nuestra culpa y … no sé cómo lo solucionaremos, pero tú no eres menos que nadie, tú eres nuestra compañera, nuestra luna, lo eres todo para nosotros, incluso cuando no lo hemos demostrado como deberíamos. — aseguro acariciando la mejilla de la joven y llevándose un par de lágrimas con esa acción, tal vez si le explicaba como todos ellos se alteraban ante su presencia, ella comprendería porque la habían lastimado en el pasado, pero a la vez eso sonaba a culparla, a poner excusa, entonces desecho al idea. Alana lo miró con los ojos empañados, sin saber si creerle, su cuerpo temblaba, y Edur sintió cómo su fragilidad lo atravesaba, se la notaba tan delgada, tan pequeña incluso entre los humanos, una frágil flor hecha de cristal… no, hecha de un rayo de luna, efímera, única, especial, entonces, apretó sus manos con más fuerza, como si eso pudiera anclarla a él, como si pudiera transmitirle algo de la estabilidad que ella parecía haber perdido y en gran parte gracias a ellos. — Mi pequeña Alana. — la llamo como quien trata de explicarle algo a un niño, pero es que ante él estaba su luna, esa que él deseaba cuando no sabía que los unía, esa a la que él anhelaba desde que la olio como su compañera, y que, sin embargo, temía así sea tocarla. — Osiel está a cargo de esta empresa, que también es de la manada. — continuó Edur, con una voz suave, y una de sus manos coloco un mechón de cabello rojo tras la oreja de su luna. — Aunque trabajen humanos aquí, su lado Alpha lo obliga a proteger todo lo que considera parte de su territorio, incluidas las personas más débiles y en ese momento, su instinto lobuno lo llevó a proteger a la secretaria, porque ella no tenía cómo defenderse ante la situación y es que… mi luna, un poco más y seguro la matas. — aseguro sonriendo Edur, porque él no tenía por qué preocuparse por esa secretaria, y en parte estaba orgulloso de su luna, mientras Alana estaba tan roja como su cabello, ella había atacado a una persona, sea humana o lobo, no importaba, porque ella no era así, o tal vez solo era que Alana no sabía quién era o lo que deseaba ser. — Fue un error, lo sé, Osiel no debió haberte tratado así, pero lo comprendo, yo también estoy a cargo de personas, y me siento responsable de ellos. — dijo y Alana recordó cómo la noche anterior ella había visto que tanto vampiros como brujos además de lobos saludaban con respeto a Edur, como quienes saludan a su Alpha, entonces ¿así era? Cada uno de los futuros reyes ya tenía un lugar designado, y su sangre de Alpha los llevaba a cuidar de ellos, a Osiel las personas de la empresa, a Edur al grupo de la mafia y a Otto… bueno, a la propia manada. — Pero, Alana, te juro que no fue porque seas menos, sino porque él aún lucha por controlar lo que siente por ti, como todos, su miedo, su deseo de protegerte, su amor… todo se mezcla en su interior, y a veces no sabe cómo manejarlo y lo mismo es para Otto y para mí. — Alana recordó como Otto queria prohibirle regresar a la universidad, y estaba segura del motivo por el que Edur la llevo con Osiel la noche anterior y no la tomo él, porque tenía miedo, de que ella recordara el pasado, aunque era algo que nunca olvidaría, sin importar si Edur no le tocaba jamás ni un cabello, pero al menos ahora sabía que esos Alphas estaban tan confundidos y perdidos como ella, en lo referente a su relación, todos caminaban sobre un campo minado, sin estar seguros cuando todo explotaría por los aires, aun así, Alana reparo en una palabra, que hasta ese momento no había escuchado. — ¿Amor? — Alana pronunció la palabra casi en un susurro, como si temiera que pudiera desintegrarse en el aire. — Eso no se siente como amor, Edur. — claro que no, Gala y Benjamín la querían mucho, y ellos siempre la trataron maravillosamente, ¿no se supone que si ellos la amaran sería diferente? — Se siente como si siempre tuviera que luchar por un lugar, incluso con ustedes. — hoy no pensaba solo decir, si, o darle la razón, hoy exigía algo, respeto, prioridad. — No tienes que luchar, Alana. — rebatió con la voz quebrándose mientras un brillo de lágrimas aparecía en sus ojos, porque su espíritu lobo deseaba hacer feliz a su luna, pero en su lugar, sentía el abismo entre ellos. — Es a nosotros a quienes nos toca luchar por ti, demostrarte que somos dignos de ti, sé que hemos cometido errores, que hemos sido ciegos y torpes, pero te juro que eres lo más importante para nosotros, eres la razón por la que existimos… — aseguro tomando su rostro entre sus manos, asegurándose que su luna viera sus ojos de lobo. — Sin ti, Alana, no somos nada. Por un momento, el silencio los envolvió, el sonido del tráfico y el murmullo de la ciudad eran un contraste doloroso con la intensidad de sus emociones. Alana observaba sus ojos, como pasaban del amarillo al azul, el hombre y el lobo la llamaban, pero aun había tantas cosas que quería decir, tantas heridas que necesitaban sanar, pero no estaba segura de por dónde empezar, era tan cansador no solo rendirse a ellos, era como una constante lucha con su mente y su corazón, su pasado y su futuro, y el terror de los posibles futuros la inquietaban, hasta que finalmente, dejó escapar un suspiro tembloroso y apartó las manos de Edur, con suavidad. — Eso es lo que dices, pero… ¿Y qué pasa con la secretaria? — preguntó, sintiendo unos celos que no quería admitir, y sin embargo ahí estaban, quemando su pecho. Era una emoción tan ajena, tan desconcertante, que apenas pudo sostener la mirada de Edur, quien sonrió con suavidad, una sonrisa cargada de una paciencia infinita, pero a la vez, era una sonrisa de alivio, porque si ella sentía celos, era porque los queria conservar. — Alana, no te preocupes por ella, ante la falta que cometió, será despedida, ninguno de nosotros permitirá que alguien te falte el respeto nunca más. — Gracias. — dijo con voz suave, una tímida calidez asomando en sus palabras, y Edur se aferró a ello, como un náufrago se aferraría a un salvavidas. — ahora… — la pelirroja, bajó la mirada, con un destello de vergüenza en los ojos. — ¿Podrías acompañarme y pagar un café? No tengo dinero... y no lo recordé hasta luego que me lo había bebido. — explico con las mejillas encendiéndose de un profundo rojo y Edur no pudo contenerse, su sonrisa se amplió, y antes de que pudiera detenerse, inclinó el rostro para besarla, la inocencia de Alana, su pureza, siempre lo cautivo, y ahora no era la excepción. Fue un beso suave, cargado de un cariño profundo, como si sus labios buscaran curar cada herida que ella había cargado durante tanto tiempo, aunque Edur sabía que solo eso podía hacer, porque no se creía capas de poder hacer el amor con su luna. —Te compraría una cafetería entera si con eso logro que dejes de llorar. — murmuró contra sus labios. — Eres demasiado importante para mí, mi luna. — juro con fervor dejando su frente pegada a la de Alana. Y el corazón de Alana se agitó ante esas palabras, tan sinceras, tan llenas de dulzura. Quiso responder, pero la vergüenza la dominó al darse cuenta de que estaban en plena calle, rodeados del bullicio de la ciudad, entonces, se apartó lentamente, escondiendo el rostro entre sus manos, aunque una pequeña sonrisa traicionera asomaba en sus labios. — Edur, todos nos estan viendo. — murmuro escandalizada, y Edur la observó con ternura. — No te escondas, Alana, quiero verte, porque eres hermosa, incluso cuando estás avergonzada, en verdad, no tienes idea de cuánto significas para mí. La pelirroja lo miró a los ojos, conmovida por sus palabras, y por primera vez en mucho tiempo, sintió que quizás, solo quizás, encontraría un lugar donde pertenecer, un lugar en el que no tendría que luchar para ser vista, si es que Edur podía seguir viéndola como lo estaba haciendo, como si fuese su vida entera.
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