Me sentía extraña, ansiosa, necesitada, era una sensación rara, sabía y conocí a la perfección lo que era desear un abrazo, una caricia, pero jamás había sentido lo que mi cuerpo siente en este momento, Osiel quita mi ropa y debo morder mi lengua, porque solo quiero que me toque mas que esas simples caricias, y cuando al fin lo hace, mi cuerpo se calma, mi respiración se normaliza, siento que regreso a ser yo, pero entonces Osiel restriega su pene en mi abertura, lo vi, es grande y ancho, tanto como su portador, y es cuando me permito ser codiciosa, olvidar por solo un momento el desprecio y desinterés de este Alpha por mí, porque ahora me ve con devoción, con necesidad, pero entonces lo veo dudar, aun con su mano en mi pecho, ¿se dio cuenta que ya no estoy mal? Creo que Edur dijo que me habían drogado, ¿acaso Osiel se percató de que ya tengo el control de mi ser?
— Por favor, Osiel, no te detengas, no me quites esto también. — mi pedido sale como suplica y no me importaría rogarle, como nunca lo hice, en verdad, lo quiero, necesito saber cómo es el que te tomen con cuidado, quiero que me siga viendo como ahora.
— Te daré más de lo que desees, de ahora y para siempre mi Luna, jamás te privare de nada más.
Solo eso dice y nuevamente toma mis labios, Osiel sabe a alcohol, fuego, a dominio, y mi cuerpo se ondula sin desearlo, una de sus manos desciende por el contorno de mi cuerpo, en una caricia que me hace gemir, y juro que puedo oír a Edur gruñir no muy lejos de aquí, pero ese gruñido no se oye a molestia, más bien parece deseo.
— Mi Alana.
Recita Osiel mientras su pene se abre camino en mi carne, se siente bien, placentero, agradable, y es cuando mis manos se aferran a sus hombros, anchos y duros, porque necesito que me llene aun mas y tengo miedo de que se arrepienta, sé que moriré si él solo se quita.
— Por la diosa, Alana, te sientes tan bien.
Asegura en un ronroneo, que me hace vibrar, a la vez que un suspiro pesado sale de mí, al ver sus manos convertidas en garras.
— Osiel… esto… me gusta, pero quiero más. — necesito más que solo él dentro mío.
El Alpha sonríe, él me sonríe y mi corazón amenaza con salirse de mi pecho, ¿Cuántas noches anhele una de sus sonrisas? Esas que le regalaba a todos menos a mí. No se si es por el recuerdo del pasado, por la necesidad del presente, o una mezcla de ambos, solo siento la sangre de Osiel caer en pequeñas gotas sobre mi clavícula, y es cuando me doy cuenta de que mis manos son garras que he enterrado en sus hombros, algo que me hace verlo con temor, he lastimado a un Alpha, he herido a mi Alpha.
— Está bien mi luna, tu puedes hacerme lo que desees.
Las palabras de consuelo de Osiel, despiertan algo en mí, no es necesidad, aunque aun persiste el deseo, pero además de eso es algo más, algo que me hace enterrar aun mas las garras en su piel, y es cuando los ojos de mi Alpha cambian, el amarillo resplandece cual luna llena y mis caderas comienzan a moverse, aunque no tanto como las embestidas de Osiel, quien a pesar de tener los dientes apretados, rugue, a la vez que sus garras se entierran en el colchón, sus embestidas se vuelven frenéticas, tanto como mis gritos cargados de placer, mi vientre se calienta, y se tensa, una suplica repetida sale de mis labios, pidiendo algo que hasta yo desconozco, pero que se que él sabe bien que es, y casi quedo sin aire, cuando sus colmillos crecen, quiero negarme a que me marque, porque aún no puedo perdonarlo, no quiero ser débil, no quiero someterme a su voluntad, pero el placer estalla en mi interior, el calor de mi miel y su semilla se mezclan y cuando creo que Osiel tomara ventaja de este momento, mi Alpha entierra sus colmillos en una almohada, rugiendo de tal forma que los cristales tiemblan como mi cuerpo, aunque este último, no es solo por el rugido de Osiel, también es el escuchar a Edur rugir mi nombre, cargado de pacer.
— Osiel. — lo nombro cuando mi v****a se aprieta a su alrededor, aunque no soy capaz de agradecerle el que no me haya marcado. — ¿Qué le pasa a Edur? — decido cambiar mis palabras al tener la vista cargada de placer y curiosidad de Osiel en mí.
— Eres muy inocente mi pequeña Alana. — susurro cerca de mi oído, antes de dejar un suave beso y salir con lentitud de mí, algo que provoca que me sienta vacía, pero, aun así, ese movimiento de él retirándose de mí, me hace dar un último gemido, mientras mis mejillas enrojecen al sentir su semilla salir de mí, por lo que cierro mis piernas de inmediato. — No te avergüences mi luna, es la prueba de que te he podido complacer como te lo mereces, y con referente a Edur, se estaba masturbando. — bien, eso no era necesario el que lo supiera ¿verdad? ¿o sí? Diosa, ¿por qué siento que me quemo nuevamente?
— Yo… — ¿Qué puedo decir? ¿debo sentirme alagada o enfadada?
— Solo descansa mi luna, solo descansa. — juro que trato de mantener mis ojos en su rostro, pero es imposible hacer eso cuando Osiel se para a mi lado, luego de darme otro beso.
— Debería ducharme… — aseguro mientras cubro mi cuerpo con las sabanas y es cuando lo escucho reír… Osiel ríe frente a mí, un sonido que yo nunca había escuchado de él.
— ¿Me lo dices a mi o a mi pene, mi luna? — y ante sus palabras, que no son más que la verdad, solo puedo cubrir mi cabeza con las sábanas, desearía poder desaparecer en este momento.
— Lo siento. — susurro sintiendo un calor diferente, vergüenza pura que amenaza con quemarme, aun así, tras mis parpados, guardo el rostro risueño de Osiel, se ve incluso joven cuando sonríe de esa forma.
— No debes sentir pena, Alana, soy tuyo y tu… — mi cuerpo se tensa, y mi lengua esta lista para rebatir sus dichos, si Osiel me proclama como suya. — Será mejor que duermas mi luna. — finaliza con cierta pena, pero me niego a sentir lastima… porque él no la tuvo conmigo.
— Osiel. — lo llamo al escuchar la puerta, por supuesto, ya sin la manta en la cabeza. — Yo… — no sé cómo abordar este tema, pero debo decirlo. — No tomo ningún tipo de anticonceptivos… — el rostro de Osiel pasa de la tristeza a la molestia, es mejor así, puedo contra el Osiel enojado, por mi sola presencia.
— No debes de preocuparte, eso no pasara.
— Pero… — Osiel hace tronar su cuello y a mi no me queda mas que tragar grueso, él no me lastimaría ¿verdad?
— No soy el mejor para dar clases de nuestra r**a Alana, de eso se encarga Otto, lo llamare para que refresque tu memoria, no puedo creer que te olvidaras de todo en solo un par de años. — sí, está molesto, y vestido, bueno al menos la parte que más me distrae, aunque su pecho es algo lindo de ver, con tanto musculo… concéntrate, Alana.
— No es mi culpa que en mi propia manada me trataran como nada, es fácil olvidar lo que eres, cuando todos te aseguran que no deberías existir.
— Yo…
— Por favor, apaga la luz al salir. — no, no te daré la oportunidad de disculparte, no cuando me acabas de hacer sentir tan bien, debo odiarte, no amarte.