Otto irrumpió en la cabaña abandonada, la madera rechinó bajo su peso con un sonido que parecía un grito lastimero en medio de la noche oscura, su corazón latía frenético, no solo por el esfuerzo de la carrera, sino también por el miedo que le atenazaba al mirar a Alana desfallecida en sus brazos, con sus labios tan azules que casi eran negros, y sin perder tiempo la depositó en la cama con suma delicadeza, como si temiera que cualquier movimiento brusco pudiera romperla, sus ojos azules, recorrieron el rostro pálido de la joven, la forma en que los mechones de cabello cobrizo que caían como un halo desordenado sobre las mantas ajadas, y el temblor de su cuerpo que no cesaba, dejándole en claro que por más que al fin estaban bajo un techo que los protegiera de la nieve que fuera caía, el peligro para Alana no había acabado, pues la cabaña estaba helada y no había leña para encender la chimenea, además el aire frío se colaba por cada g****a de las paredes, mordiendo la piel desnuda de Alana, mientras para Otto solo era un aleve brisa molesta chocando con su piel.
Otto apretó los dientes, más que furioso, no podía permitir que el frío le robara a Alana, por lo que, sin perder tiempo, buscó cualquier manta que pudiera encontrar en la cabaña, encontrando apenas tres, que estaban raídas y polvorientas, pero no le importó, las sacudió con fervor y las envolvió alrededor de Alana, creando una barrera contra el frío.
— Por favor, mi luna, despierta. — susurro antes de dejar un suave beso en sus labios.
Y con una determinación que ardía como un fuego interno, salió al exterior, enfrentándose al viento gélido que cortaba como cuchillas, aun siendo un Alpha lo podía sentir y es que de pronto, la pequeña nevada, se había convertido en una tormenta como jamás se había visto en las tierras de los lobos, aun así corrió por el bosque, ignorando las ramas que arañaban sus brazos desnudos y los pies que se hundían en la nieve, tenía una misión y la cumpliría o moriría en el intento, por lo que nada lo podía distraer, sus ojos escudriñaron cada rincón, buscando ramas, troncos, cualquier cosa que pudiera usarse para alimentar un fuego, no le importó que la madera estuviera húmeda; no tenía tiempo para buscar algo mejor.
Con los brazos cargados, y el pecho sangrando por los rasguños, de la áspera madera, regresó a la cabaña, jadeando por el esfuerzo.
Dejó caer la madera junto a la chimenea y comenzó a trabajar frenéticamente, sus dedos, entumecidos por el frío, luchaban por encender una chispa, con el viejo chispero que encontró en el lugar, pero cada intento fallido aumentaba su desesperación, claro que Otto no se permitió rendirse.
— Vamos, por un demonio, prende. — murmuró entre dientes, como si sus palabras pudieran persuadir al fuego y entonces, cuando la primera llama tímida apareció, sintió un alivio momentáneo, y comenzó a alimentar el fuego con cuidado, soplando suavemente hasta que las llamas comenzaron a bailar y a llenar la cabaña con un tenue calor.
Solo entonces, se recostó junto a Alana y la tomó en sus brazos, compartiendo su propio calor corporal, sentía su cuerpo helado entre sus brazos, y eso lo llenaba de una mezcla de angustia y determinación, la mantendría caliente a como diera lugar, y a pesar de que sería más fácil transformarse en lobo, y que este calentara a su luna, no era lo más recomendado, Otto sabía que podía perder el control de su espíritu animal si este sentía que Alana lo despreciara de alguna manera, su ser de Alpha lo llevaría a someter a la pelirroja y claro que no lo haría, ya había cometido muchos errores, como para sumar uno más.
— Alana, por favor, despierta. — susurró, con la voz quebrada por la desesperación. — No puedo perderte. — Cada palabra era un ruego, una promesa, una confesión.
La abrazó con más fuerza, como si al acercarla pudiera devolverle la vida, como si su amor pudiera hacer retroceder al frío que intentaba reclamarla.
Mientras la chimenea crepitaba y las llamas proyectaban sombras danzantes en las paredes de la cabaña, Otto no apartó los ojos de Alana, su rostro estaba tenso de preocupación, sus labios murmuraban palabras que eran tanto un rezo como una declaración de amor.
— Tú eres mi Luna, mi todo, no dejaré que el destino me arrebate lo que más amo. Lucha, Alana, por favor, lucha.
Los minutos parecían horas mientras Otto permanecía allí, inmóvil, con el corazón latiendo en un frenesí de miedo y esperanza, hasta que lentamente, sintió un cambio, el calor de la chimenea comenzó a llenar el espacio, y el leve temblor del cuerpo de Alana disminuyó hasta detenerse, aun así, Otto no se permitió relajarse, su mirada seguía fija en ella, sus manos acariciaban su cabello con una suavidad que contradecía la fuerza de sus emociones.
— ¿Me creería si te digo que te amo? — susurró, bajando la cabeza para apoyar su frente contra la de Alana. — estoy seguro de que no, aun te falta mucho mi luna, pero veras que cuando tu espíritu lobo crezca en ti, sabrás que el amor en nuestra especie es automático, más en unos Alphas tan estúpidos como nosotros… si pudiera sentir nuestras emociones, si tan solo permitieras que te marquemos, comprenderías que no estas dejando tu orgullo, porque sabrás cuanto sufrimos por nuestros actos… — la voz de Otto de momentos quedaba atrapada en su garganta que se cerraba de más ante la angustia retenida. — No importa mi luna, te esperaremos el tiempo que sea necesario, te enamoraremos como hacen los humanos si es necesario, juro que haré todo lo que esté en mi poder para demostrarte que esto, lo que sentimos, es real.
En ese momento, un leve suspiro escapó de los labios de Alana, y sus párpados se agitaron, como si lucharan por abrirse y Otto contuvo el aliento, su corazón deteniéndose por un instante.
— Alana. — murmuró, aferrándose a ella como si fuera su ancla en un mar tempestuoso.
— Otto. — susurro apenas abriendo los ojos, como si sus parpados pesaran demasiado.
— Aquí estoy mi luna… mi pequeña cereza. — la llamo al tiempo que frotaba la punta de su nariz con la de Alana, algo que la hizo sonreír.
— Eres muy cálido Otto. — aseguro la joven pegándose más al Alpha, y Otto al fin respiro con tranquilidad, al menos el lado de recuperación de Alana estaba más avanzado que sus transformaciones.
— Es por ti, hace unos minutos estaba tan helado como una paleta, pero tu cercanía… me calienta. — admitió en el oído de Alana, quien movió su rostro para poder ver el de Otto, quien sonreía, solo por ver las mejillas rosadas de su luna, y sus labios tan rojos como de costumbre.
— ¿Soy tu pequeña cereza? — indago coqueta la loba, sin ser consiente, el ambiente dentro de la cabaña había cambiado, ahora sus cuerpos estaban más que cálidos, mejor aún, ambos estaban desnudos, con sus pieles sin el mínimo de espacio entre ellas, y aun así, Alana necesitaba más.
— Claro que sí, no solo porque tu cabello es rojo, o porque tus mejillas enrojecen al completo cuando te enojas o avergüenzas, tú eres mi pequeña cereza, una fruta que podria devorar a diario, a cada segundo y jamás me cansaría. — Alana se lamio los labios, ya sabía que el alimento preferido de Otto eran las cerezas, incluso siempre había congeladas en el refrigerador y en conservas en la despensa, pues el Alpha tenía un apetito voraz por aquella fruta.
—Mmm… — la joven achico sus ojos, mientras meditaba sus palabras, aunque antes de pensar realmente lo que diría, solo lo dejo salir. — Pero no soy una fruta que solo puedas llevara a tu boca y devorar. — aseguro pegando más sus pechos en la piel de Otto, que de forma distraída ronroneo. — ¿Cómo me comerías? — su pregunta, aunque parecía sincera e inocente, no lo era, Otto podía saberlo por el brillo de sus ojos.
— Primero, te besaría, probaría tus labios, hasta que tu sabor no se pueda borrar de mi boca. — aseguro el Alpha y a continuación, se lo mostro, sus labios chocaron con delicadeza, pero la lengua del Alpha era salvaje, obligaba a la de Alana a moverse y danzar juntas, hasta que finalmente se alejó, no por gusto, pero sentía que Alana necesitaba respirar, su luna aún era inocente, no controlaba su respiración agitada, como para poder continuar degustándola. — Luego, mis manos navegarían por tu piel. — aseguro mientras se alzaba sobre la joven. — Una de ella se dedicaría a probar y comprobar cómo te gusta que escalen tus cumbres. — aseguro con voz seductora, mientras su mano se deslizaba acariciando uno de los pechos de su luna, y notaba como sus pezones se endurecían, a la vez que su respiración se agitaba y sus mejillas enrojecían. — Y por supuesto, que mi boca también buscaría probar tu piel. — advirtió antes de descender y prenderse del pecho libre de Alana quien no pudo evitar liberar un gemido, y aferrar el cabello n***o de Otto. — Me aseguraría que la miel de tu cueva este pidiendo mi presencia. — los ojos de Alana se enfocaron por una fracción de segundo, ya que cuando Otto libero su pezón, esta los había cerrado al sentir el placer recorrerla, ahora, buscaba comprender a que se refería Otto, pero no alcanzó a preguntar, cuando dos dedos del Alpha acariciaron su abertura.
— Otto. — susurro con anticipación.
— Tu cueva anhela mi presencia Alana. — aseguro el Alpha mostrándole los dos dedos que había pasado por el borde de su v****a y los cuales brillaban con la humedad de su excitación. — Deliciosa, aun mejor que las cerezas. — afirmo ante la sorpresa de la joven, que lo había visto lamer sus dedos y el néctar en ellos. — Pero solo para asegurarme que no es mi deseo el que me lleva a malinterpretar nada…
— Otto. — gimió con ganas la loba, al sentir como los dedos de su Alpha se abrían camino en su carne.
— Mi luna. — medio gruño, Otto, cargado de satisfacción al descubrir que Alana estaba tan excitada que encontrar su punto de placer, le resulto fácil, estaba seguro de que aun en esa posición, lo golpearía más que bien con solo penetrarla. — Siempre querré devorarte, pero lo hare solo cuando tú me lo pidas. — Alana expulso con fuerza el aire, al sentir que quitaba los dedos de su interior y sin duda alguna, llevo sus manos a los firmes y amplios hombros de Otto.
— Devórame Otto, por favor, devórame entera.
Si, podía ser que Alana aun no estuviera dispuesta a dejar que sus Alphas la marcaran, pero eso no queria decir que no pudiera disfrutar de las ventajas de haber encontrado a sus compañeros destinados.