Capítulo 21

1782 Words
Alana salió del departamento de Osiel, decidida a recorrer la ciudad y demostrarse a sí misma que podía manejar su vida sin la ayuda de sus alfas, como si ella en verdad los necesitaba, por favor, había caminado un año sola por aquellas calles, y lo seguiría haciendo, porque cada vez estaba más segura que la ciudad era el mejor lugar para ella, y por ello caminó hacia la cafetería que solía frecuentar cuando estaba en la universidad con Gala y Benjamín. Ahora iba sola, y se sentía un poco extraña al estar en un lugar que antes compartía con amigos, los extrañaba demasiado, aunque hubiera visto a Benjamín la noche anterior; aun así, extrañaba hablar con ellos, queria escuchar de sus bocas como había sido su vida como vampiro y bruja defectuosos… aunque quizás no, ya Benjamín le había dicho que a él lo habían cuidado mucho, pero… sentía que explotaría si no se desahogaba con alguien. La ciudad que recorría era vibrante y llena de vida, como el bosque, pero allí nadie la miraba raro, nadie murmuraba a su espalda, las calles estaban decoradas con árboles frondosos y edificios antiguos que contaban historias del pasado, historia que a la pelirroja le encantaba inventar o imaginar en sus ratos de aburrimiento. Se podían ver pequeños comercios con escaparates llenos de productos locales y cafés que emanaban el aroma del café recién molido, el sol apenas era visible, aun así, algunos de sus rayos se reflejaban en los adoquines y creaban un ambiente acogedor. Al llegar a la cafetería, que estaba situada en una esquina pintoresca con ventanas grandes y una terraza con mesas redondas, Alana entró y se sentó en su mesa favorita, un rincón tranquilo junto a una ventana desde donde se podía observar el ir y venir de las personas en la calle, tan diferentes los unos de los otros y aun así no se agredían. Pidió un café y se dispuso a disfrutar del momento, pensando en como su vida cambio, ya no era solo ella, ahora su existencia estaba unida a esos Alphas, ¿los amaba? No lo creía, ¿los queria? .... pudiese ser, eran hermosos no lo negaría, ni discutiría, su corazón vibraba con solo verlos, aun así… no era suficiente, aun no estaba lista para traicionarse, así perdida en sus pensamientos, acabo con el café, sin embargo, cuando llegó el momento de pagar, se dio cuenta de que no tenía dinero, algo que para cualquiera seria indispensable, para ella no lo era, ¿la razón? Fácil, habitualmente, Gala y Benjamín eran quienes pagaban, ya que Osiel la había dejado literalmente sin nada y, aunque la loba hacía uno que otro trabajo, como pasear perros y cuidar niños, sus amigos jamás dejaban que ella pagara, lo peor era que en ese momento no tenía ni un céntimo, sus pocos ahorros habían quedado en su habitación de la manada. Llena de vergüenza, se acercó a el mesero, un joven apuesto con ojos azules y cabello castaño. — disculpa, lo siento mucho. — dijo la joven llamando la atención del empleado. — He olvidado el dinero y no tengo teléfono móvil para llamar a alguien que pueda pagar por mí. — sus mejillas estaban calientes, y seguramente rojas, pues no era para menos, ¿sus Alphas tenían razón? ¿Ella no sabía cuidarse sola? El mesero, cuyo nombre era Lucas, y quien era vampiro, enviado de forma encubierta para cuidar a Benjamín, sonrió amablemente. — No te preocupes, Alana, eres una cliente habitual, junto con tus amigos, no creo que desaparezcas de aquí por un café, puedes ir tranquila, ya cuando tengas el dinero me lo pagas, yo te cubro esta vez. — aseguro guiñándole un ojo. Alana se sintió aliviada, pero también un poco incómoda, no quería deber dinero a nadie, y menos a un desconocido, como tampoco deseaba que sus amigos supieran que ella no cargaba ni con un misero billete, por lo que tomo rumbo a la empresa de Osiel, ya que no sabía con certeza si Edur y Otto aún estaban en el departamento o si ya habían retornado a la manada, y mientras caminaba hacia la empresa de Osiel, reflexionaba sobre su situación. Era la primera vez que se daba cuenta de cuánto había dependido siempre de alguien, primero de sus amigos y ahora de sus alfas, esta dependencia la hacía sentir incómoda y determinada a cambiar su situación, decidió que hablaría con los Alphas, y de paso los pondría a prueba, amaba su libertad, esa que la llevo durante un año a hacer amigos humanos, y no tan humanos, entonces, no queria que le dieran dinero, queria conseguir un empleo, la pregunta era… ¿sus Alphas estarían de acuerdo? Por ahora, solo se centró en ir a la empresa donde Osiel era el CEO, le pediría que pagara el café, al menos ahora que era su compañero no se negaría ¿verdad? La empresa de Osiel se encontraba en el distrito financiero de la ciudad, una zona llena de imponentes rascacielos y oficinas modernas, claro que no se le hizo difícil a la loba llegar allí a pie, aunque no negaría que el frio se hizo más latente, y su nariz estaba tan roja como su cabello, aun así vio a su alrededor, nunca se había atrevido a ir a ese lugar, por lo que aprovecho a recrear su vista, los edificios tenían fachadas de cristal que reflectaban la luz y daban una sensación de grandeza y prosperidad, Alana caminó por las calles, observando a los ejecutivos apresurados, los coches de lujo y los restaurantes elegantes, se preguntó cuántas veces Osiel fue a esos lugares a almorzar, mientras ella tenía que pasear perros para poder ayudar a pagar los gastos del cuarto que compartía con Gala. Se sentía una intrusa en un mundo que no conocía y que parecía tan lejano de su realidad, a la realidad que Osiel la había obligado a vivir. Al llegar al edificio de la empresa, que era un imponente rascacielos con el logo de la compañía en la entrada, Alana respiró profundamente antes de entrar, el vestíbulo era amplio y decorado con mármol, con una recepción y seguridad rigurosa, que la vieron de arriba abajo, aun así, ella camino con calma, observando como los empleados vestían con trajes elegantes y caminaban rápidamente hacia sus destinos, hasta que se acercó a la recepción y explicó su situación, sintiéndose cada vez más pequeña en medio de tanta grandiosidad. — Hola, buenas tardes, estoy buscando a Osiel — dijo con voz temblorosa, mientras la mujer la veía incrédula. — Necesito hablar con él. — aseguro, entonces la joven solo suspiro. — ¿Está buscando al CEO, Osiel Munarē? — preguntó, con su tono incrédulo, mientras Alana mordía sus labios nerviosamente. — Sí, necesito hablar con él. — la recepcionista frunció el ceño, claramente insegura sobre si debía permitir el acceso a alguien que no encajaba con el entorno elegante y profesional del edificio, sin embargo, no tenía la agenda del CEO, y conocía el temperamento de su jefe y prefería no correr el riesgo de su ira. — Muy bien, puede subir al último piso. La secretaria personal del Sr. Munarē se encargará de usted allí. — claro que sí, no era su problema que la serpiente que el CEO tenia de secretaria y que ya se creía dueña de la empresa no le diera ni siquiera la lista de visitantes, tal vez la joven era alguna pasante o algo. Alana agradeció débilmente y se dirigió al ascensor, sintiéndose cada vez más fuera de lugar, al entrar y ver a un hombre con traje, evidentemente un empleado del edificio, quien la acompañó para asegurarse de que llegara al piso correcto y la incomodidad de Alana aumentaba con cada segundo que pasaba en el ascensor, rodeada por el lujo y la formalidad que contrastaban tan drásticamente con su ropa deportiva, ni con los reyes se sentía tan incomoda como con ese hombre del ascensor viéndola como si su sola presencia fuese a dañar el lugar. Finalmente, las puertas del ascensor se abrieron en el último piso, revelando una oficina espaciosa y moderna y a una secretaria de largas piernas, cabello casi platinado y mucho más caderas que las de Alana, una mujer elegante con un traje impecable y un peinado perfecto levantó la vista de su escritorio y su expresión se torció en una mezcla de sorpresa y desagrado al ver a Alana. La frialdad en su mirada era palpable. — ¿Puedo ayudarle? — preguntó la secretaria, su voz era tan cortante, que Alana trago grueso — Estoy aquí para ver a Osiel. Soy Alana. — acoto, tratando de sonar segura, pero la secretaria la miró fijamente, como si su sola presencia le causara diversión. — El Sr. Munarē es un hombre muy ocupado, su nombre no está en mi agenda, lo siento, él no puede simplemente recibir a cualquiera. — replicó con un tono de desdén. — Por favor, solo dígale que estoy aquí. — insistió Alana sintiéndose… inquieta, no era miedo, ni vergüenza como el de hacia un rato, era otra cosa. — Él me recibirá. — aseguró con los dientes apretados, la insistencia de Alana pareció ser la gota que colmó el vaso para la secretaria, pues no estaba de buen humor, ya que se había querido colgar del cuello de su jefe, luego de no verlo por un par de días, pero este la envió a volar de inmediato. — ¡Es inadmisible! ¿Cómo se atreve a venir aquí sin una cita y en esas fachas? — exclamó, levantándose de su asiento con furia evidente. — ¿Cómo te atreves tu a no acatar un pedido mío? — sí, definitivamente esa no era solo Alana, su loba estaba allí y es que aunque la joven no se diera cuenta, su lado lobuno había captado el aroma de Osiel en el traje de la rubia. — ¡Oh! Ya comprendo todo, ¿eres la nueva puta del jefe? — preguntó con desdén la rubia y Alana rechino los dientes. — Desde ya te digo que no te creas única, como tu he visto pasar varias, aunque tu eres la primera pelirroja y… con un gusto tan corriente para vestirte, Osiel habitualmente prefiere… — Putas como tú. — la palabra salió de su boca, como nunca, antes lo hubiera creído, ella no era así, pero… ya no era solo Alana. — No, yo no soy una puta, esas son las de tu tipo, las que hoy estan y mañana no, yo soy algo más, soy su mujer… Y eso fue todo, Alana perdió el control.
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