Christian Sonrío mientras conduzco por el camino rural bordeado de árboles. Es un lugar verde y plácido con colinas. —¿A que es bonito? Christopher asiente y dice: —Sí. —Frunce el ceño y contempla el paisaje—. Pero ¿qué narices vas a hacer tú aquí? Me encojo de hombros con alegría. —Criar a mis hijos. Ya sabes que no quiero que crezcan en una ciudad. —Pero si ni siquiera tienes novia —masculla en tono seco. —Está cerca —respondo con una sonrisa—. Lo presiento. Christopher se pasa la mano por la cara, indignado. —No es un barco que se acerca en mitad de la noche. Simplemente decides que estás listo para sentar la cabeza y eliges a alguien con quien ponerte a ello. Pongo cara de asco y digo: —Así no va la cosa. —Sí, va así. —Pues para mí no. —Conduzco en silencio un ratito—. No

