La casa resonaba con susurros de recuerdos mientras mi padrastro, Charles, y yo nos sentábamos en la sala, después de regresar del funeral de mi madre. Aún no podía creer la extraña aceptación que había experimentado en el funeral. Hubo personas que ya no recordaba, como la señora Muller, o el señor Foster quienes eran amigos de la familia, también los vecinos, hasta la señora de la tienda de abarrotes estuvo ahí, todos ellos se acercaron a mi dándome sus condolencias como si nunca me hubiera ido del pueblo, como si todos estos años hubieran sido tan sólo un sueño.
El silencio entre nosotros se rompió cuando Charles habló con una expresión solemne en su rostro.
"Mía, hay algo que necesito contarte", dijo, desviando la mirada hacia la puerta. De repente, un joven alto y de ojos vivaces entró en la habitación. Su parecido con mi padrastro era innegable.
Charles se puso de pie enseguida.
"Este es Jake", anunció Charles. "Tu hermano".
¿Hermano? De pronto y sin saber la razón mi corazón comenzó a latir apresurado. Era un hombre muy atractivo, tuve que pestañear varias veces antes de reaccionar a lo que mis ojos estaban viendo.
La sorpresa iluminó mis ojos mientras Jake extendía la mano en un gesto amistoso. Lo miré, tratando de encontrar rastros de familiaridad en su rostro. Él era más o menos de mi edad, pero el vínculo sanguíneo entre nosotros había permanecido en las sombras hasta ahora.
"Hola, Mía", dijo con una sonrisa cálida. Su presencia me desconcertó, pero al mismo tiempo, algo en su mirada sugería una conexión instantánea.
Conversamos sobre nuestra madre, compartiendo anécdotas y risas en medio del luto. La conexión entre Jake y yo creció con cada palabra, como hubiera tejido un lazo invisible que nos unía. Jake mencionó que mi madre había sido estos años como la suya, le dolía mucho su pérdida, así que yo me sentí como una extraña, ¿debía ser yo quien le diera mis condolencias a Jake?
Charles, observando nuestra interacción, sugirió que me quedara esa noche en la casa. "Hay muchas cosas de las que debemos hablar", dijo, con un matiz de urgencia en su voz.
A regañadientes, acepté. No sabía qué revelaciones aguardaban, pero la curiosidad y el deseo de reconstruir las relaciones rotas me impulsaron a quedarme. Mi intención era regresar cuanto antes a la ciudad y sumergirme como siempre en mi trabajo, ahora era lo único que le hacía sentido a mi vida.
Una vez en la casa, Charles y yo nos sentamos en la cocina, una habitación que solía resonar con risas y aromas familiares. La seriedad en sus ojos denotaba la conversación que se avecinaba.
"Escucha, Mía", comenzó. "Entiendo que la casa es un recordatorio constante de tu madre, pero no puedo seguir viviendo aquí, cuando tú madre y yo nos casamos, acordamos que viviríamos aquí por ti, sin embargo yo tengo mi casa aquí en el pueblo también por ahora funge como el lugar de trabajo de Jake, pero esta es tu casa".
Al principio, consideré la propuesta de mi padrastro. Sin embargo, una determinación inquebrantable se apoderó de mí.
"No, Charles", le dije con firmeza. "Esta casa es el hogar donde viví con mamá durante tantos años. No puedo quitártela a ti y a Jake. Además, él es mecánico y necesita un lugar para trabajar".
Charles pareció sorprendido por mi respuesta. Una mezcla de gratitud y sorpresa se reflejó en sus ojos.
"Gracias, Mía", murmuró, casi como si no pudiera creer que yo, su hijastra distante, estuviera mostrando tal generosidad. "No esperaba esto".
Sonreí, sintiendo que en ese momento, la casa no solo albergaba recuerdos, sino también la posibilidad de reconstruir la familia que se había desgarrado con el tiempo.
Esa noche, con Jake y Charles en la casa que una vez llamé hogar, la semilla de una nueva conexión familiar empezó a brotar, rompiendo las barreras del pasado.
La noche caía sobre la casa, envolviéndola en sombras misteriosas. Un suave murmullo del viento acariciaba las hojas de los árboles, creando una sinfonía nocturna. Con la sed interrumpiendo mi sueño, decidí bajar a la cocina en busca de agua.
Caminé en la penumbra, guiada por la tenue luz de la luna que se filtraba por las cortinas. Al llegar a la cocina, me detuve en seco al encontrarme con una visión que aceleró mi pulso. Jake, sin camisa y bañado por la luz tenue de la nevera abierta, estaba allí, sorbiendo agua directamente del grifo.
Su figura esculpida por la penumbra revelaba la definición de sus músculos, y la luz destellaba en sus ojos, creando un reflejo intrigante. Inhalé profundamente, sintiendo la atmósfera cargada de una energía que no sabía cómo interpretar.
"Lo siento, no pensé que alguien más estaría despierto", murmuró Jake, volviendo la botella de agua al lugar y cerrando la puerta de la nevera.
No pude evitar notar el rubor en sus mejillas, como si hubiera sido sorprendido en medio de algo más íntimo. Mi garganta se cerró por un instante, pero logré articular unas palabras.
"No te preocupes. También tenía sed", dije, tratando de ocultar la turbulencia que revolvía mi interior.
Jake se acercó, y en ese estrecho espacio entre nosotros, la conexión se intensificó. Sentí la cercanía de su piel, la suavidad de su aliento, y en el silencio compartido, un susurro de posibilidades se deslizó entre nosotros.
El brillo de la luna se reflejaba en sus ojos cuando finalmente rompí la quietud.
"Es extraño encontrarte aquí así", admití, dejando que la sonrisa juguetona adornara mis labios.
Jake respondió con una risa suave, desvaneciendo cualquier tensión que pudiera haber persistido. En ese momento, bajo el manto de la noche, compartimos una conexión más profunda que las palabras podían expresar.
"Buenas noches, Mía", dijo Jake con su mirada sutilmente cargada de significado, antes de retirarse hacia la oscuridad.
Mientras subía las escaleras, sentí mi corazón latir con una nueva cadencia, una melodía de emociones que resonaría en el aire nocturno. Una vez que cerré la puerta de mi habitación corrí como una chiquilla tapándome hasta la cabeza con las sábanas, preguntándome ¿Por qué Jake me atrae tanto? Es mi hermanastro, una vez que regresara a la ciudad nunca más lo volvería a ver.