#4 Encuentro inesperado

1845 Words
El sol del mediodía arrojaba destellos dorados sobre el tranquilo pueblo cuando me encaminaba hacia el taller de Jake, mi mente enfocada en resolver el enigma del auto averiado. Sin embargo, el destino tenía preparado un giro inesperado para mi día. La brisa suave acariciaba la calle tranquila mientras avanzaba por la acera, pero mi atención fue secuestrada por una escena que despertó mi instinto de ayuda. Una anciana, sentada en la banqueta frente a su casa, sollozaba en silencio. La fragilidad de su figura contrastaba con la fortaleza que reflejaban sus ojos cansados. — ¿Está bien? —pregunté con voz suave, agachándome a su altura. La anciana, entre lágrimas, compartió la historia de cómo tropezó con una piedra mientras barría la calle, y su pie se dobló con dolor. Incapaz de entrar a su hogar, se encontraba en una encrucijada de impotencia. Sus ojos envejecidos transmitían no solo el dolor físico, sino también la carga emocional que llevaba consigo. "Gracias por detenerte, joven. A veces, el tiempo parece avanzar más rápido de lo que nuestras piernas pueden seguir", dijo ella, intentando esbozar una sonrisa entre las lágrimas. "¿Puedo ayudarte? Tal vez deberíamos revisar ese pie para asegurarnos de que no haya nada grave", sugerí, ofreciendo mi mano para ayudarla a levantarse. Sin dudarlo, la acompañé dentro de su casa, un refugio que había sido testigo de incontables historias a lo largo de los años. La penumbra del lugar resaltaba la fragilidad de la anciana, pero también su valentía al enfrentar el obstáculo que la había dejado varada en la banqueta. Después de aplicarle analgésico y realizar un cuidadoso vendaje, la anciana me miró con gratitud. Pero fue durante esa pausa cuando supe que, más allá de la atención médica, ella necesitaba alguien con quien compartir sus preocupaciones. "¿Cómo te llamas, cariño?" preguntó, buscando no solo mi nombre, sino también una conexión más allá de la circunstancia presente. "Soy Mía", respondí, ofreciéndole una sonrisa tranquilizadora. "Estoy aquí para ayudar en lo que pueda, ¿vive aquí sola? “ pregunté con curiosidad. “Vivo con mi hijo Mark, sólo que ahora él esta en el trabajo, es policía”. Asentí, seguro trabajaba con Charles. “Me alegro que tenga alguien con quien vivir, para que le ayude a moverse, deberá pasar unos días en reposo, señora”. Mientras continuaba charlando con ella, compartiendo historias y experiencias de vida, la anciana abrió las puertas de su corazón. Habló de su juventud, de los momentos felices y los desafíos superados. Descubrí que su soledad era más profunda de lo que revelaba la superficie de aquel tranquilo vecindario. Cuando la conversación se volvió hacia el día siguiente y la posibilidad de regresar para revisarla más a fondo, la anciana expresó su gratitud. — Claro, regresaré mañana para revisarte —prometí, viendo un destello de gratitud en sus ojos. Pero después me arrepentí de mis palabras, al salir de la casa de la ancianita tuve que llamar a mi jefa para decirle que tal vez demoraría un par de días más para asistir a la clínica. Ella al parecer se puso feliz. “Tomate los días que necesites mía, durante tres años no has descansado ni un solo día y te mereces unas vacaciones” me dijo. Yo abrí mi boca pasmada de la impresión. “Emm… usted sabe que no me gustan las vacaciones, no sabría que hacer, mi auto se averió y tendré que esperar a que lo arreglen” exclamé tratando de explicarle. “No te preocupes Mía, aquí tienes tu consultorio esperando para cuando regreses, tu tranquila y disfruta los días en el pueblo, sabes que te aprecio y siento mucho lo de tu mamá”. Un nudo en mi garganta se formó “Gracias Lucy, gracias por todo” colgué. La tarde caía sobre el taller de Jake cuando llegué, un lugar impregnado con el olor a aceite y el sonido de herramientas que resonaban en el aire. Jake, con una camiseta ajustada que delineaba sus músculos, estaba concentrado en el motor de un automóvil, sus manos hábiles moviéndose con destreza. Mis ojos se deslizaron involuntariamente sobre la escena, captando la sinfonía de sus movimientos. Su espalda tensa, sus brazos musculosos trabajando con precisión, generaron una distracción inesperada. A pesar de mi intento de mantener la compostura, no pude evitar notar la atracción que despertaba en mí. En ese preciso momento, Jake alzó la mirada y nuestros ojos se encontraron. Me sorprendí al darme cuenta de que me estaba observando, y mi corazón latió un poco más rápido ante la conciencia de haber sido descubierta. — ¿Mía? ¿Qué haces aquí? ¿No suponía que te ibas a la ciudad? —preguntó Jake, limpiando sus manos en un trapo y acercándose. Traté de enmascarar mi desconcierto, forzando una sonrisa mientras me explicaba. — Sí, originalmente planeaba irme, pero mi auto decidió tener otros planes. Parece que se negó a arrancar, y como estás aquí... —titubeé un momento, decidida a no admitir la verdadera razón detrás de mi cambio de planes—. Pensé que quizás podrías echarle un vistazo. La sonrisa cómplice que Jake me dedicó indicó que no estaba del todo convencido, pero aceptó mi explicación sin más preguntas — Claro, echemos un vistazo a ese auto tuyo. Tal vez solo necesita un toque mágico —dijo, guiándome hacia donde mi vehículo descansaba. Mientras caminábamos juntos hacia mi auto, intenté apartar de mi mente la imagen de sus músculos tensos y centrarme en la situación en cuestión. La capucha del auto se abrió con un chirrido, revelando las entrañas metálicas que Jake examinaría. Mientras él se sumergía en su tarea, me quedé a un lado, observando su dedicación. Las herramientas chirriaban y resonaban en el aire del taller, y el sol de la tarde iluminaba su figura mientras se inclinaba sobre el motor. Sin poder evitarlo, mis ojos se deslizaron por sus brazos tensos, siguiendo la línea de sus hombros hasta perderse bajo la camiseta. Un destello de luz delineaba sus abdominales firmes, y mi mente divagó por un instante en una fantasía no solicitada. El calor en mis mejillas reveló mi reacción al darme cuenta de dónde se dirigían mis pensamientos. Traté de desviar la mirada, concentrándome en cualquier cosa que no fueran esos músculos irresistibles, pero mi mente tenía su propia agenda. Jake, ajeno a mi breve devaneo mental, continuaba con su tarea. Cada movimiento estaba impregnado de habilidad y confianza, y su concentración añadía un encanto adicional a la escena. Traté de recordarme a mí misma que estaba allí por una razón legítima: mi auto en apuros. — Creo que he encontrado el problema. Al parecer, es solo un fusible quemado. Nada serio —anunció Jake, volviéndose hacia mí con una sonrisa triunfante. Traté de centrarme en sus palabras y no en la sugestiva forma en que la luz del farol destacaba sus rasgos. Agradecí la buena noticia mientras mi mente intentaba deshacerse de las imágenes intrusivas. — Eso es genial. Gracias, Jake. No sé qué haría sin ti —respondí, tratando de sonar lo más casual posible. — Bueno, no tienes que preocuparte por eso. Estoy aquí para ayudar, ¿recuerdas? —dijo, guiñándome un ojo de manera juguetona. A pesar de mi intento de mantener la compostura, una risa nerviosa escapó de mis labios. Jake cerró la capucha del auto y se puso de pie, mirándome con una expresión curiosa. — ¿Todo bien, Mía? Pareces un poco distraída —observó, su mirada intensa buscando respuestas. Tragué saliva, sintiéndome atrapada por su atención perspicaz. Opté por una respuesta que desviara cualquier sospecha. — Solo cansancio, supongo. Ha sido un día largo —murmuré, esperando que mi explicación fuera suficiente. Noté como su rostro de pronto se endureció —¿te quedarás un día más? —pregunto de pronto. Sonreí —así es, tengo una paciente a quien revisar, es una viejecita que vive a unas calles de aquí, tiene un tobillo inflamado. Jake asintió —deberías quedarte, este pueblo sólo tiene un médico y le vendría bien tener uno más, o una clínica al menos. Mis labios se entreabrieron, era verdad, este pueblo era tan pequeño que había una pequeña clínica de atención médica, de pronto mi mente comenzó a trabajar, sería genial que alguien pudiera traer el material para poder ofrecer buenos servicios médicos, pero yo no podía, no podía gastar todos mis ahorros en ese sueño, había ahorrado casi todo el sueldo de los últimos años, puesto que no tenia casi gastos ya que vivía sola. —Espero algún día alguien pueda construir una clínica —dije exhalando. —Sería genial, cuando tu mamá estaba enferma teníamos que conducir más de una hora para llegar a la clínica más cercana —sus palabras se clavaron en mi pecho como daga —seria realmente bueno tener una clínica en el pueblo. Pensé que tal vez tenía el recurso para abrir un consultorio con algunos aparatos de especialidad, pero era algo que no estaba en mis planes, no podía, no quería vivir en un lugar que me trajera tanta melancolía a mi vida, necesitaba comenzar una vida nueva, alejada del pueblo que me vio crecer, alejada de todo, también de Jake que con su cercanía comenzaba a hacerme sentir mariposas en el estomago y eso no era una buena señal. Me negaba a sentir cosas por él, era mi hermanastro, y no pensaba regresar al pueblo. Durante toda la tarde decidí quedarme encerrada en la habitación apenas le mencioné a Charles que me quedaría un par de días más y luego regresaría a la ciudad, él pareció estar bien con la noticia. La tarde se desvanecía en tonos cálidos, y el hambre se apoderó de mí con insistencia. Decidí bajar a la cocina y preparar algo rápido para satisfacer mi apetito. La casa estaba sumida en un silencio tranquilo, pero al salir a la cocina, noté que afuera algo rompía con la quietud. Sigilosamente, me acerqué a la ventana, curiosa por descubrir la fuente de la interrupción. La escena que se desplegó ante mis ojos no fue lo que esperaba. Jake estaba parado en el jardín, en una conversación animada con una joven pelinegra. Su risa resonaba en el aire, y ella, con gestos coquetos, parecía estar disfrutando de su compañía. Una extraña sensación se apoderó de mí, un nudo de incertidumbre se formó en mi estómago. Observé a Jake, preguntándome quién era esa chica y cuál era su relación con él. No pude evitar preguntarme si eran más que amigos, si existía la posibilidad de que fueran novios. Las risas y gestos cómplices entre ellos aumentaron mi intriga. Me quedé allí, en la penumbra de la cocina, preguntándome si debía abordar la situación o mantenerme al margen. Jake nunca había mencionado tener una pareja, pero tampoco había indagado en su vida personal. La joven pelinegra le tocó el brazo a Jake, y una sensación incómoda se instaló en mi pecho. ¿Sería solo una amiga o algo más?
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD