La mañana siguiente iniciaba y la resplandeciente luz del sol entraba por los orillos de las ventanillas y las persianas de la habitación, seguidas de algunos cuantos pitidos aturdidores. La gigantesca embarcación ponía rumbo a un nuevo destino, alejándose poco a poco de las costas de Lisboa, para adentrarse a una nueva nación emblemática del viejo continente. España esperaba con gran emoción la llegada de este gran crucero, para dar una nueva visión del viejo continente a cada uno de sus tripulantes. Aquella mañana soleada, todo parecía ser alegría y felicidades en los rostros de las personas a bordo, estaban realmente ansiosos por conocer un nuevo país, un nuevo destino. Aitana despertó un poco tarde, pero, aun así, salió para el desayuno en la cubierta pr

