La mañana pasaba entre risas auténticas, copas de vino, besos apasionados y temas interesantes de conversación. La cuarta botella de vino cada vez iba más y más abajo, cuando menos esperaban las aves y el sonido de las personas saliendo a trabajar de entre los lugares de alrededor, hacía recobrar vida a la ciudad, la vida que nunca perdía. Casi a las seis de la mañana, fue el momento más esperado. Jean Pierre tomó su cámara fotográfica, y mientras Rachell y Aitana miraban hacia el este, en ese preciso momento, él capturó algunas fotos. Capturaba los destellos de luz que comenzaba a notarse detrás de una de las montañas, dejando ver la emoción y la embriagues de ambas mujeres. El sol brillante que les saludaba, dejaba ver una parte de su grande belleza de entre l

