― Así que, aceptas un café a estas horas, jamás lo pensé. Pero claro, como diga la dama, para mí es un placer. ―Respondió Jean Pierre, con una marcada sonrisa en su rostro, no podía ponerse mejor aquella fría velada, todo había llegado sin buscarlo, ahora haría lo necesario para lograr que no se acabara después del caliente café. Aitana parecía estar segura de lo que hacía, o eso parecía ser, a lo mejor era empujada por los malos recuerdos que traía arrastrando en su vida, deseaba cambiar algo de ella aquella noche, ser libre podría decirse, o simplemente cambiar el rumbo que iba tomando su vida. El viento no paraba de soplar con gran fuerza aquella noche, con gran intensidad azotaba la costa y el crucero. Ese mismo viento levantaba la bata de seda de Ai

