9. El reflejo de la mujer en el espejo.

1228 Words
Ha sido un día largo y agotador. Tuve que esforzarme mucho en mis clases del día de hoy acentuando cada gesto de mi mano al hablar, caminando con pasos lentos y seductores haciendo que mis caderas se bamboleen con gracia. Esta noche es mi primera gran prueba. Debo esforzarme en agradar a todos, ser coqueta y atrevida sin parecer una ofrecida, ser delicada y hermosa. No sé cuál es el propósito del Maestro, pero sea cual sea voy a lograrlo, haré lo que tenga que hacer, para que él pueda estar orgulloso de mí, para que siga pensando que soy su joya, me convertiré en su obra maestra, tal y como él lo desea. He pasado todo el día pensando en los besos del Maestro, no sé qué me ocurre, pero no puedo olvidarlo, por más que lo intente la sensación de sus labios sobre los míos, me abruma. Anoche tuve muchos sueños en donde el Maestro me besaba nuevamente, quiero más besos de esos. No es que sienta nada por el Maestro, eso está claro. Es. . . es solo que deseo practicar y perfeccionar la técnica. Debo saber besar como ninguna otra. Salgo de la tina envuelta en delicadas fragancias. Seco mi cuerpo y lo cubro con la toalla, prendo el secador y seco mi cabello dándole volumen, eso logra acentuar mi rostro. Sonrió al espejo, soy bonita y eso al parecer en este mundo de víboras es una gran ventaja, así que agradezco el haber sido bendecida con el don de la belleza. Recuerdo el desprecio que me hizo aquel hombre en el café. “Desgraciado hombre sin corazón, le pediré al maestro que me lleve a comer allí” Lo pienso y hago la nota mental. Por ahora, solo debo enfocarme en la cena de hoy. Salgo hasta la habitación y observo la prenda que reposa sobre mi cama. Un hermoso vestido rojo, es sencillamente exquisito, no puede haber otra palabra que lo describa mejor, el maestro escogió el color, dice que el rojo es el color que simboliza la pasión y el deseo, al observar la prenda me digo que tiene toda la razón. El vestido tiene mucho encaje rojo, que cubre mis brazos hasta las muñecas, cubre mi desnuda espalda y mis piernas hasta las rodillas, la tela de la parte interior es tersa y delicada, cubre mi pecho y toda la parte frontal hasta las rodillas, por la parte de atrás comienza en mis caderas, cubre mi trasero y se empareja en las rodillas. Sin poder resistirme más tiempo, me enfundo en la hermosa prenda, luego camino descalza hasta el espejo, al mirarme no reconozco el reflejo que el espejo me da. Me veo tan diferente, tan bonita, tan elegante. Ya no queda ni la sombra de aquella pequeña que dormía, vivía y comía en la calle, no soy para nada parecida a Katia, Irina me gusta más, Irina es preciosa, ahora me veo como una hermosa y sensual jóven. Siento que las lágrimas me queman los ojos y sé que son lágrimas de felicidad, de satisfacción conmigo misma y lágrimas de agradecimiento con el Maestro, porque él me sacó de la calle. Porque él me dio una segunda oportunidad. Debo apresurarme para estar lista a tiempo. Me colocó mis tacones dorados, aún me cuenta un poco caminar con ellos, por lo cual doy pasos pausados y firmes, que además de hacerme ver sensual me dan seguridad. Me coloco algunas prendas; zarcillos, collar y pulseras. Lo más hermoso es el collar. El Maestro, dijo que era una prenda limitada y exquisita, solo hay diez en el mundo, eso me hizo sentir asombrada y muy afortunada. Pienso que una pieza así, debe haber costado una fortuna. El Maestro es demasiado generoso conmigo. Me maquillo de forma suave, lo único que acentúo son mis labios con un intenso rojo. Caminó despacio hacia el espejo y un gemido escapa de mis labios. ¡Me veo tan hermosa!, no puedo creer que esa bella mujer sea yo. Un llamado a la puerta interrumpe mi examen frente al espejo. “Seguro es Patricia” Pienso un poco cansada de la presencia de aquella mujer. Pero quién entra no es ella, sino Mi Maestro. Tiene un hermoso traje azul marino, su camisa es azul cielo y su corbata negra. Me sorprendo de lo guapo que se ve. —Luces hermosa, Irina— me dice con su voz ronca y sensual. —Muchas gracias, Maestro— se acerca a mí y tiemblo internamente. Toma mi cabello y lo acomoda con cuidado sobre mis hombros, su roce hace que recuerde los besos y siento que temblaré visiblemente si no se aleja. Él me sonríe de lado. —¿Cómo te sientes?— me pregunta con evidente interés. —Si le soy sincera, algo nerviosa Maestro, no quiero estropear la cena con sus invitados. —No lo harás, te has esforzado mucho, ten fe en ti, Irina. Yo sé que lo harás genial. — Pasea sus dedos por el collar y mi pecho se agita un poco. —¿No le gusta? —Te queda precioso. Irina, tranquilízate por favor, no quiero que te muestres nerviosa, ni perturbada, te quiero serena y decidida. —Si, Maestro. —Ahora apresurémonos, nuestros invitados deben estar próximos a llegar, durante la cena dirígete a mí como Señor o simplemente como Dominik, pero no me llames Maestro. Al menos no ante extraños. Cinco minutos más tarde llegaban los primeros comensales; una pequeña familia. La señora Marcela, el señor Roberto y su único hijo; Jhon. Les dimos la bienvenida y el Maestro me presentó —Esta hermosa chica es, Irina Roberts. Mi protegida— Sonrio inmediatamente. —Es un placer conocerles. Dominik, me habló mucho de ustedes— No dudo en usar su nombre, es la primera vez que lo hago, le miro y le sonrió y sin titubear me corresponde al gesto con otra sonrisa— Qué hermosos ojos tiene usted señora Marcela, nunca había visto unos ojos tan llenos de luz, eso habla de su alma pura— ella ríe feliz por recibir un cumplido, yo sonrió para mis adentros, es tan fácil engañar a las personas con halagos. Siempre que los llenas de halagos, su ego se crece y eso termina por darte acceso a ellos- Señor Roberto, tengo entendido que es usted muy diestro en los negocios. Eso es muy interesante— le sonrió— quizás quiera compartir el secreto del éxito conmigo— le sonrió dulcemente, guiñándole un ojo. —Esta chiquilla me agrada Von Fischer— dice en medio de risas. —Es una jovencita muy dulce Roberto. Por cierto, ayer estuvo de cumpleaños. —¡Oh, Dominik!— le reprendió Mariam— debiste decirnos, nos hubiese encantado traer un hermoso presente para ella. —Oh no, no deben molestarse, de ninguna manera— intervengo con voz dulce. —Por supuesto que sí, pequeña— Responde Roberto y le dedico una tímida mirada juguetona— no te preocupes, te haremos llegar nuestro presente. —Oh, Gracias— respondo sonriendo, noto que el hijo de Marcela y Roberto, me mira fijamente, está ruborizado, evidentemente es algo tímido, o sus pensamientos han volado con rapidez y se siente avergonzado— Es un placer conocerte, Jhon. —Señorita Irina— hace una inclinación con su cabeza— el placer es todo mío.
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