Comienzo a creer que soy un completo y absoluto idiota.
Me quedó junto a la escalera de la entrada, observando como Irina, se sube al auto de Tobías, y desaparecen a un rumbo que yo desconozco. Siento tanta frustración que no sé cómo manejarla, y me digo que no debo quejarme. Irina, no es mía, no es de mi propiedad, puede perfectamente salir con quién lo desee, lo que es peor; yo le dije que aceptara la invitación.
Sé perfectamente lo que quiero hacer de ella, sé muy bien en quién la quiero convertir, sé que debe codearse con jóvenes y que debe poner en práctica lo que le enseño, sé que estar solamente conmigo no le hace bien, puede terminar albergando estúpidos sentimientos que no debe tener y a los cuales yo no estoy dispuesto a enfrentarme. Por el bien de ambos es mejor así, me he propuesto enseñarle lo que sé, para que nadie vuelva a humillarla jamás, así que la cercanía no e suena para ambos.
Yo soy el cazador, y nunca me convierto en presa, es imposible que terminé envuelto en mi propia trampa. Seducir es una arte maravilloso, mi Maestra me mostró todo que puedes conseguir a través de la seducción, es un arma poderosa, pero debes saber usarla bien, pues es un arma de doble filo y puede terminar convirtiéndose en tu perdición. Obviamente no es mi caso, jamás he estado enamorado, ni pienso estarlo.
Pero, es imposible ignorar la frustración que me produce ver a Irina con Tobías, él es muy atractivo, es joven, de buena familia, y mi adorada Irina ha hecho un buen trabajo, en solo una noche le ha seducido, lo veo en sus ojos. Tobías, arde de deseo por ella, y no puedo culparlo, es más fui yo quien ordenó a Irina, que se comportara de buena manera con mis invitados. Algo muy parecido a la ira me recorre, pero no. No voy a permitirme sentir esto. Saco mi teléfono móvil y marco un número.
—Hola, precioso— escucho que ella responde.
—¡Malena, es bueno escucharte!
—Ésto si es un verdadero milagro, guapo. Tienes mucho tiempo que no me llamas.
—Espero poder. . . compensarte— mi pausa es del todo intencional. Mi voz ahora es ronca. Sé cuánto le gusta a Malena escucharme hablar.
—Eso suena interesante.
—¿Qué te parece si nos vemos ahora mismo, Malena?
—Me encantaría cielito pero, estoy en una sesión de fotos. Pero si gustas esperar por mí, estaré libre a las tres.
—Yo odio esperar Malena, y creo que tú lo sabes bien.
—Es que. . .Dominik. . . no puedo salirme de la sesión, el fotógrafo me mataría, la campaña es en dos días.
—Bien Malena, espero tengas muchas ganas de verme porque yo estoy ansioso de meterte en mi cama.
—¡Dominik!. . . — gime y yo sonrió. Es tan fácil de excitar.
—Ponte algo sexy guapa, sabes que me encanta verte pasearte por mi habitación con esas diminutas prendas tuyas.
—Me pondré algo muy sexy. Tres y cuarto y estoy en tu casa, lo prometo— suspira ansiosa.
—Tres y cuarto, Malena y te juro que te compensaré arrancándote la ropa, pero si llegas cinco minutos tarde, ya tendré compañía en mi cama.
Corto la comunicación sin darle oportunidad de responder. Sonrió porque sé que llegará muy puntual. Quizás antes, pero estoy aún frustrado porque mientras Irina, pasará el día con Tobías, haciendo sabrá Dios qué cosas. Yo tendré que esperarme hasta las tres para descargarme en Malena.
Paso el día encerrado en mi despacho. Patricia , entra para anunciar el almuerzo, pero me niego a comer nada, necesito ahogarme en trabajo o no sé qué haré.
—Señor— me llama Gloria, algunas horas después. Levanto la vista y la centro en ella.
—¿Qué ocurre?
—Ha llegado la señorita Ferreira— sonrió con malicia— asegura que usted le espera.
—Así es, en un minuto estaré con ella. Puedes marcharte Patricia, tomate la tarde libre.
—Pero señor. . . — la fulmino con la mirada.
—Es una órden.
—Si, señor— me responde antes de marcharse.
Malena, está sentada sobre el sofá su cabello está suelto, tal y como me gusta. Trae un cárdigan de cuero largo acompañado de unos tacones vertiginosos.
Sonrío porque me imagino que debajo de ese cárdigan solo hay ropa interior elegante. Malena, sabe lo que me gusta. Decidí llamarla a ella por dos grandes razones; uno, es extremadamente complaciente, no debo pedirle, ni exigirle nada, ella sabe qué hacer y cómo hacerlo. Dos, tiene rasgos que me recuerdan a ella. . . Irina.
Su largo cabello n***o, sus esbeltas piernas, sus lindos ojos oscuros. Quizás esté un poco obsesionado por Irina, lo reconozco. Pero me he prometido no tomarla antes de su mayoría de edad, y pienso cumplirlo. Solo espero que Tobías, no se me adelante, pues quiero ser yo quién le enseñe lo necesario para complacer. Yo quiero ser su único Maestro.
—Bienvenida—le digo y observo mi reloj. Tres y cinco, la miro y sonrío con autosuficiencia— más puntual de lo que esperaba.
—No quería arriesgarme después de tu amenaza.
—¿Cuál amenaza?— me hago el desentendido y enarco una ceja.
—Sabes cual, guapo— se pone en pie— hoy es mi oportunidad de estar en tu cama, no estaba dispuesta a permitir que otra me robara ese gusto.
—Muy sabio de tu parte. ¿Qué tienes para mí?
Inmediatamente abre su cárdigan y sonrió al confirmar mis suposiciones. . . solo ropa interior.
Una hermosa y sexy ropa interior, me deja ver su exquisito cuerpo, tiene un cuerpo delicioso, con cada curva exactamente donde debe estar.
—¿Copa o habitación?
—¡Habitación!—responde riendo cuando la tomo en mis brazos y me dirijo con ella a la recamara.
Debo reconocerlo soy despiadado a la hora de poseerla, arremeto contra su cuerpo con una mezcla de ira y pasión. Gruñó de satisfacción al escuchar como ella gime y lloriquea, podría asegurar que su placer raya en el dolor, pero ahora solo busco mi satisfacción. Tiro de su pezón con mis dientes, mientras la embisto no soy nada delicado, ella grita sin ninguna vergüenza y siento como cada vez me acerco más y más a la cima del placer.
Ya es de noche cuando despido a Malena, ella se pone en puntilla y me besa en los labios.
—Estuviste más ardiente que nunca. Estuvo fabuloso—le sonrió.
—Fue un placer, Malena— la beso ligeramente y veo como se marcha.
Veo la hora, son casi las ocho y aún no sé nada de Irina, preocupado me dirijo a su habitación, creo que tendré una conversación bastante seria con Tobías.
¿A qué hora pensaba traerla a casa?
Al llegar a su alcoba la encuentro en la cama hecha un ovillo. ¿En qué momento llegó?, ¿ por qué demonios no la sentí llegar?, ¿ escuchó, o vio algo?
—Irina. . . — le digo y ella se sobresalta, me mira con ojos extrañamente fríos y lo sé. . . vio o escuchó algo, no hay duda alguna, su expresión lo dice todo.
—Maestro. . .— hasta su voz es un poco dura.
—No te escuché llegar.
—Supongo estaba usted muy ocupado, no creo que estuviese atento a los sonidos de la casa, suficiente con los sonidos en su habitación.
—Touché— respondo sencillamente. Un sonido nos interrumpe y veo que busca algo, un celular. . . ¡Un celular!— ¿juguete nuevo?
—Un obsequio de Tobías— responde mirándome directamente a los ojos.
—Evidentemente está rendido ante ti.
—Punto a mi favor, creo que cumplo bien con mi tarea— se cruza de brazos.
—Touché—respondo por segunda vez aceptando mi derrota.