Capítulo 14; Dos peticiones.

1164 Words
La mañana siguiente despierto con una terrible punzada en la cabeza y esto se debe a la mala noche de sueño, por más que lo intentaba, no podía concentrarme en dormir, los sonidos de placer que había escuchado, no hacían más que repetirse dentro de mi cabeza como una especie de mantra. Me recuerdo lo tonta que soy, debo ser fuerte, no permitir que nada me afecte, aunque si soy sincera si siento mi orgullo un poco herido, se supone que el maestro me rechazó, me aseguró que debía esperar a cumplir mi mayoría de edad para así poder avanzar a ese nivel. . . no entendía porqué la seducción tenía niveles que escalar y aunque no lo comprendo y me da coraje, decido confiar en el maestro, decido esperar, cumplir con el ascenso en los escalones de la seducción hasta poder alcanzar mi meta. Tomó una rápida ducha, sin lavar mi cabello, visto un hermoso vestido color amarillo, zapatos de tacón y decoro mi cuerpo con algunas joyas, luego tomo un par de analgésicos para calmar mi malestar y completamente decidida a no mostrar cuán afectada me dejó aquello, me dirijo al comedor, dónde el maestro me espera. —Buenos días, Irina— me dice bastante serio. —Buen día, maestro — él se levanta para retirar la silla y permitirme sentarme, luego ocupaba nuevamente su silla, justo frente a mí. —Te esperaba para desayunar, solo he tomado mi café — me dice mirándome a los ojos. La noche anterior salió de mi habitación sin que tuviésemos un mayor cruce de palabras, la verdad yo estaba incómoda y no sabía qué decir, así que cuando él decidió marcharse, sencillamente no lo detuve. —Muchas gracias, es un gesto muy amable— en ese momento aparece Patricia con su rostro severo. —¿Listo para desayunar, señor?— pregunta a Dominik, ignorandome. La verdad hoy ni estoy de mucho ánimo para caer en mis controversiales disputas con Patricia, sin embargo no dejó pasar su atrevimiento. —Estamos listos— le digo— yo quiero yogurt griego, mi porción de frutas y granola, y mi café con poca azúcar, necesito cafeína hoy— el maestro me mira fijamente, cómo intentando descubrir lo que estoy pensando o leer entre líneas. —Yo quiero tostadas de pan — dice él — un omelette con vegetales, un poco de queso fresco y zumo de naranjas— Patricia asiente en silencio y se marcha. —¿Durmió bien, Maestro?— le pregunto en tono dulce, él me mira fijamente y su rostro se tensa. —¿Hay algo de lo que quieras hablar, Irina?— me pregunta sin apartar su penetrante mirada de mi. —Por supuesto que no— sonrío con seguridad — ¿Y usted quiere decirme algo?— me mira unos minutos en silencio. —No, nada— dice antes de tomar un trago de su taza con cafeína. —Aunque pensandolo bien, tengo un par de cosas que si me gustaría discutir con usted. . . o, mejor dicho, dos cosas que quisiera pedirle— me mira con ojos entrecerrados, cómo queriendo descubrir mis intenciones. —Bien, soy todo oídos.— se recarga en el espaldar de la silla para poder mirarme. —¿Recuerda el café dónde nos conocimos? —Si— me dice a la vez que frunce el entrecejo en señal de confusión. —Aunque quizás es un lugar y un mometo que debería olvidar, yo no quiero hacerlo, quiero recordar siempre ese momento, en el que yo creía que nunca podría tener nada mejor en la vida, el momento exacto en el que pensé que moriría en las calles, y precisamente cuando había perdido todas las esperanzas, usted apareció para enseñarme luz en medio de mi miserable oscuridad. —¿A dónde quieres llegar?— me pregunta. —Quisiera que me llevara hoy a cenar a ese cafetín. —¿Por qué?— al parecer no comprendía nada de lo que yo le estaba pidiendo. —Porque es importante para mí, es como una necesidad de querer generar un nuevo recuerdo de ese lugar, uno diferente, uno que no sea una hambrienta Katia suplicando por un trozo de pan. —No sé si sea lo mejor para tí. —Lo es, quiero hacerlo.— el asiente. —Bien, entonces prepárate hoy, cenaremos en ese café. —Bien, se lo agradezco mucho, Maestro. Lo segundo que quiero pedirle es más grande y. . . —No dudes, solo dilo. —Quiero ir al orfanato — él me miró como si hubiese enloquecido. —¿Para qué querrías ir a un lugar donde fuiste tan Infeliz?, ¡No lo entiendo, Irina, no es necesario! —Sé que no lo es, sin embargo deseo hacerlo. Se que no había expresado mi deseo de ir allí, pero. . . siento que lo necesito, ver ese lugar desde otra perspectiva, mirar las caras de las personas con las que viví tanto tiempo, la cara de las personas que me hicieron daño y de la única que me apoyó; la señorita Sonia. —Bien, si así lo deseas, podríamos ir mañana. —Seria perfecto, Maestro. Quisiera pedirle algo más. —¿Sí?— me mira con intensidad. —¿Existe la posibilidad de que podamos llevarles comida?, la alimentación del lugar es terrible, me gustaría hacer una donación para que tengan alimento y puedan comer mejor. Carne, pollo, verduras, cereales, leche. . . algo tan sencillo como la leche, allí dentro lo puede cambiar todo, una buena porción de leche en ese intento de avena, haría la diferencia. —Bien, no es algo difícil, podríamos encargarnos de hacer una donación mensual. —¿Lo dice en serio, Maestro?— lo miró fijamente, con ojos engrandecidos. —Por supuesto, ¿Quieres donar dinero. . .? —No, dinero no. Las compras, quizás comprar algunas sábanas, ¿Sabe? yo solía pasar frío, mucho frío por no tener una buena sábana con qué cubrirme, lloraba por solo tener unos zapatos que de tan desgastados dejaban ver los dedos de mis pies. Quisiera llevarle algún alimento preparado, para verlos comer algo diferente. —Me parece muy hermoso que quieras hacer esto. —Se que es un atrevimiento de mi aparte, maestro, usted ha hecho tanto por mí, que pedirle otra cosa debería avergonzarme, pero. . . —No, de hecho, no debería avengonzarte, te he dicho que puedes pedir lo que desees, hagamos algo, hagamos un pedido al café, podríamos llevar hamburguesas para todos, allí las preparan deliciosas, de buen tamaño, podríamos además llevar bebidas, me encargaré de hacer un par de llamadas y compraremos algunas sábanas, ropa, zapato. —No sabe cuánto se lo agradezco, Maestro. —Te daría cualquier cosa, Irina— me sonríe — iremos mañana y llevaremos muchas cosas. —Gracias— en ese momento Apareció Patricia, empujando un carrito de comida, dónde trasladaba nuestro desayuno, así que sin decir nada más nos dispusimos a comer.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD