Dominik. . .
Después de mi encuentro matutino con Irina, debí salir de casa con urgencia, la necesidad de quedarme a su lado me agobiaba, pero me obligué a irme, necesitaba escapar de lo que estaba sintiendo en aquel momento, compré la píldora del día siguiente y se la envié con un mensajero.
La verdad es que mi cabeza no deja de trabajar, muchos sentimientos que creí inexistentes no paran de revolotear en mi pecho. Haber intimado con ella me dejó más perturbado de lo que hubiese previsto, siempre me había imaginado que mi obsesión por ella era producto de que me había negado a mí mismo poseerla. Pero ahora que he estado en su cama, lo único que deseo es volver a ella. . . allí, a sus brazos, a sentir esa entrega tan plena que me da, a sentir sus labios besando mi cuerpo y encendiendo mi piel.
Tenerla entre mis brazos era algo que llevaba anhelando desde hacía ya casi dos años, ha madurado mucho tanto interna como externamente, tiene un carácter más definido, es más regia e imponente en sus decisiones, ha adquirido una hermosa y tentadora figura, se ha hecho plenamente consciente de que llama la atención masculina y ha aprendido a usarlo a su favor, es consciente de su propia sensualidad y no se avergüenza de ello, creo que es mejor aprendiz de lo que esperaba, haber avanzado al siguiente nivel le ha dado las últimas herramientas que necesitaba para poder enloquecer de placer y deseo a cualquier hombre.
Es astuta, inteligente, sensual, hermosa, y evidentemente es muy buena otorgando placer. Con algo más de experiencia, será imposible que alguien se resista a ella.
Me temo que ni siquiera yo, podría resistirme.
Lamentablemente su pasado la ha marcado de manera irremediable, el desprecio y el abandono que ha tenido que vivir han hecho mella en ella, es algo de lo que siempre evita hablar, en ocasiones la encuentro con la mirada perdida en la nada y los ojos humedecidos, obviamente lo disimula de inmediato y vuelve a ser la chica fría y controlada que ha aprendido a ser. La chica fría en la que yo la he convertido.
Tobias, está loco por ella, no deja de llenarla de regalos y absurdas propuestas. Hasta una casa en la playa le ha dado, la chica se va forjando una pequeña fortuna, los pretendientes y presentes no dejan de llegar a mi casa y aunque me llena de orgullo ver cuánto ha avanzado debo reconocer aunque sea para mí mismo, que un ardor parecido a los celos se aloja en mi pecho cada vez que alguien más tiene su atención.
Celos, algo que desconocía totalmente, un sentimiento que pensé que jamás llegaría a experimentar, creo que las cosas amenazan con escaparse de mis manos y no me agrada la idea. Los recuerdos de Irina debajo y sobre mi, vuelven a mi mente y siento como todo el vello de mi cuerpo se eriza y mi piel comienza a palpitar de puro deseo.
¡Maldita sea!
No quiero ser cazado con mi propia trampa, debo controlar mis deseos y necesidades y para ello evitaré volver temprano a casa hoy. Necesito llegar cuándo ella esté durmiendo, cuándo la casa se encuentre en penumbras, necesito tomar un par de días para encausar todos estos sentimientos encontrados que arden en mi pecho. Me siento furioso conmigo mismo, porque nunca me he permitido sentir nada, pero con Irina, es totalmente diferente, aunque no quiera sentirlo, lo siento. Aunque no desee que mi piel arda por ella, lo hace. Quiero gritar a pleno pulmón por la frustración que me produce.
Un llamado a la puerta de la oficina me sobresalta.
—Siga— respondo algo brusco, no me siento de buen humor hoy, aunque debería estarlo, lo único que deseo es correr al lado de Irina y hacerla mía nuevamente, quedarme en la cama con ella abrazados toda la vida.
La puerta se abre y da paso a mi secretaria. Es una hermosa pelirroja con unos increíbles ojos verdes y una sensual boca, sus labios son carnosos e incitadores.Entra contoneando sus caderas y sonriéndome, he tenido muchos encuentros con ella y debo admitir que es de las mejores, como diría un viejo amigo: una zorra despampanante que sabe hacer bien su trabajo, me ha dado unos encuentros maravillosos su cuerpo está lleno de hermosas curvas, y aunque intenta ser una seductora, la verdad es que no lo es.
Es muy vulgar, obscena, y además de con muy poco tacto como para aspirar al título de seductora, podría llegar a serlo, pero le falta mucha práctica, trabajo duro y un buen Maestro, pero obviamente ese no seré yo.
Yo sencillamente tomo complacido el placer que ella está dispuesta a ofrecerme.
—Dominik. . . — me dice con su perfecta boca pintada de rojo.
—Carolline. . . ¿en qué puedo ayudarte?— mi tono es frio.
—Ohhh— se muerde el labio— se me ocurren un par de cosas, guapo.
—¿Referente al trabajo?— alzo una ceja.
—Bueno si te refieres a eso, solo necesito que firmes unos documentos— llega hasta mi contoneando su hermoso trasero, deja una carpeta sobre mi escritorio y se acerca a mi silla, sonríe mientras se sienta sobre mi regazo y restriega su trasero contra mí.
—Llevas días esquivándome, Dominik Von Fischer— se queja haciendo un ridículo puchero.
—No lo había notado— le miento, mientras sonrío de medio lado. Toma una de mis manos y la coloca sobre uno de sus senos— necesito de tus atenciones— y sin decir más toma mi cabeza, tira de mí y me besa. Su boca es ávida, me besa con algo de desesperación y de un momento a otro su lengua se introduce en mi boca y con anhelo busca la mía. Su cuerpo está caliente y vibra, desciendo mis manos y acaricio sus muslos, elevo un poco el vestido se gira y se sienta a horcajadas sobre mí.
Su vestido se eleva y mis manos viajan inmediatamente a sus redondeados glúteos. La escucho gemir y de pronto la imagen de Irina gimiendo entre mis brazos llega a mí, pero no. . . Ella no es Irina. . .es Carolline.
Abro los ojos, la miro y me detengo inmediatamente, ella me mira con ojos enormes por la sorpresa.
—¿Qué sucede?— me pregunta nerviosa.
—No, Carolline. Hoy tengo muchas cosas en la cabeza y la verdad es que no. . .
—¡No puedes estar hablando en serio!— frunce el ceño.
—Lo hago— me encojo de hombros.
Ella se pone en pie y acomoda su bonito vestido, me mira enfadada y su cara ha adquirido una tonalidad rosa.
—¡No lo puedo creer!— gime frustrada— ¡No puedo creer que me hagas esto!— está furiosa— ¡Que me dejes así!
—La verdad es que, podríamos discutirlo en otro momento Carolline. Hoy no tengo buen humor— le digo con gesto de fastidio. Eso la hace enfurecer aún más.
—Me has dejado ardiendo y ni siquiera te disculpas— me gruñe.
—Yo nunca me disculpo, Carolline, deberías saberlo. No tienes por qué quedarte ardiendo, según sé el mensajero te tiene muchas ganas. Ahora márchate, en cuanto lea y firme los documentos te los haré llegar—
Abre su boca y sus ojos sorprendida, suelta una maldición y sale dando un portazo.
¿Qué diablos me ocurre?
Me recrimino, nunca antes había rechazado a Carolline, un rato con ella es de los buenos. ¿por qué tenía que volver a pensar en Irina, en aquel preciso momento?
Me levanto enojado y miro a través del ventanal.
¡No lo puedo creer!
¡Esto no me puede estar pasando a mí!
No, a Dominik Von Fisher.
No, al Seductor.
No, al Maestro.
Si mi Maestra me viese en estos momentos, de seguro me impondría un fuerte castigo.
Me quedo todo el día en la oficina, luego me voy a un bar y bebo un par de copas, recibo algunas invitaciones nada decentes pero me niego a ceder, pasa de medianoche cuándo salgo en dirección a la casa.
Como supuse, todo está en silencio y aparentemente Irina ya se ha ido a dormir. Camino hasta llegar a su habitación, abro la puerta y allí la veo.
Está durmiendo en ropa interior, se ha girado en medio de sueños y ha dejado al descubierto su cuerpo semidesnudo. Es increíblemente hermosa, desde sus delicados pies, hasta su abundante y oscuro cabello.
Mi pulso late desesperado, mi piel está erizada, y sin saber cuándo, me he puesto duro.
¡Maldita sea!
Maldigo mentalmente y cierro la puerta de la habitación de Irina, camino enfadado hasta mi propia alcoba. Rápidamente me deshago de la ropa y voy directo a la ducha, gradúo la temperatura y cuando el agua helada recorre mi piel, encuentro algo de alivio en ello.
No, Dominik. No puedes desear tanto a una mujer. Recuerda que el juego se llama seducir y el primero que se enamore. . . pierde.
Me recrimino mentalmente, mientras el agua sigue cayendo. Sí, no puedo descontrolarme, no puedo sentir, ni siquiera Irina Roberts, logrará desviarme de mi estilo de vida.