Capítulo 24;¿Quieres jugar?

1599 Words
Dominik se quedó frío ante mis palabras, me miró fijamente y pudo notar la decisión brillando en mis ojos, una determinación impresionante para alguien tan jóven, en aquel preciso instante mi corazón bombeó sangre hirviendo a través de sus venas. ¡Cuánto lo deseaba! —Irin. . . — Intentó hablar pero, decidida, silencio sus argumentos con un ardiente beso, me siento a horcajadas sobre él, pegando mi cuerpo al suyo, amoldándolo y disfrutando de las conocidas sensaciones que el cuerpo del Maestro me provoca, él gimió cuando con destreza introduzco lentamente mi lengua en la masculina boca, recorriéndola con lenta y suave insistencia, tentándolo mientras recorro los secretos y profundidades de su boca. Sonrió cuando siento su potente erección oprimirse contra mi, todo mi ser comienza a palpitar de puro deseo, haciendo que un escalofrío recorra mi espina dorsal. El Maestro estaba excitado y de eso no había duda. Abandono su boca y con mi húmeda lengua recorro su cuello y uno de sus hombros, lo sintió estremecerse y la sensación de poder recorrió mi cuerpo, llenándola de satisfacción, en la.intimidad me siento aún más poderosa que fuera de ella, saber lo que mi cuerpo le produce, hacerlo estremecer, vibrar de aquella manera, si, es poder lo que siento, y se siente muy bien. Él me hace elevar mis manos para deshacerse de mi bata de seda, la cual termina en el suelo. Dominik, observa mi hermoso conjunto de encaje y un gemido de placer escapó de sus labios, seguramente estará pensando que no había sido buena idea educarme de aquella forma, se encontraba atrapado, seducido por mi. Llevó sus manos a mi espalda y con destreza se liberó del sujetador, dejando completamente expuestos mis turgentes senos, que estaban a la altura de su cara, su lengua le recorre los labios que se habían resecado repentinamente, estaba ardiendo de deseo y no podía ocultarlo. —Adelante Maestro— le ronroneo mientras arqueó mi espalda para acercar mis senos a su boca— le aseguro que están igual de deseosos de sentirse atendidos— él acerca un pezón a su boca para dejar salir la legua que instantáneamente lo tomó, rodeándolo mientras que una de sus manos acaricia mi espalda y la otra acaricia al gemelo desatendido. Me refuerzo de placer al sentirlo succionar con fuerza, arqueo la espala queriendo que no se guarde nada, queriendo que las sensaciones incrementen. Un gemido escapó de mi garganta cuándo los firmes dientes del maestro se hundieron con suavidad en la cremosa piel de uno de mis senos, era tanto el placer que rayaba en dolor— ¡Oh por Dios!— gimo aferrándome con fuerza a las hebras de su cabello. El maestro tomó mi otro seno dedicándole sus atenciones, mientras mi cuerpo se agita sobre él, sus manos acariciaron mi fina cintura y pasearon hasta mis caderas intentándo controlar mis espasmódicos movimientos. Dominik. . . No estaba seguro de soportar que ella siguiera moviéndose así, llevaba varios días conteniéndome y si ella no se detenía, la diversión acabaría pronto, pues mi grado de excitación sobrepasaba los límites del control. La giro aprisionándola entre el colchón y el peso de mi cuerpo, me dediqué a besarla mientras me acomodo entre sus piernas, ella gime y se agita, evidentemente su autocontrol había desaparecido, estaba tan excitada como yo. . . la noche prometía. De pronto me detengo y me alejo, Irina gime resintiendo la falta del calor de mi cuerpo sobre el suyo, y me mira con ojos enormes cuando bajo de la cama. —¿A. . . A dónde vas?— estaba turbada, pero yo solo le dedicó una traviesa sonrisa. —Ya vuelvo— le digo. —Pero. . . ¿ no pretenderás dejarme así?— gimió— ven acá, Dominik— me llama con un gesto de una de sus manos. —Vuelvo en seguida, Irina. Irina. . . —Pero. . . — no podía salir de mi estado de confusión, ¿ Ahora qué diablos sucedía?, no me daría por rendida, no claudicaría tan fácilmente, no me dejaría hirviendo de excitación y ansiosa por la culminación. —Te prometo que volveré en unos minutos— y sin más se marchó, yo me dejo caer sobre el colchón con un bufido poco femenino, lo necesitaba, sabía que sonaba mal y demasiado ansiosa, pero necesitaba sus manos sobre su cuerpo. Esperaba no tardara tanto, pero ¿qué diablos podría estar haciendo?, cierro los ojos y las imágenes de lo que acababa de suceder volvieron a mi mente, ¡Diablos! Nada más de imaginarlo la piel me ardía. . . dejo que mis manos recorran libremente mi abdomen, y suban a mis senos y jueguen con mis pezones, un pequeño gemidos escapó de mi boca, aquello se sentía bien, pero no era nada en comparación con lo que sentía con las manos de Dominik, una de mis manos descendió hasta el borde de mis braguitas, estaba tan embriagada en las sensaciones que no me percaté de que él, había vuelto. —Veo que te mantienes entretenida— me dijo con burla, mis manos se alejaron instintivamente de mi cuerpo y me ruboricé un poco. —Es tu culpa— lo acuso, frunzo el ceño cuando veo que trae una bandeja en sus manos, él la depositó sobre la mesita de noche y se giró hacia mí con una gran sonrisa —¿Qué. . . ?— estaba totalmente confundida, la bandeja traía un cubo de hielo, pero no había bebidas, un frasco de miel, fresas, lo que parecía chocolate. Abro los ojos enormes y sintiendo que no entiendo absolutamente nada, él sonríe con superioridad. —Tranquila, cariño— me susurra y me siento extraña ante aquella palabra tan cariñosa. —No entiendo— digo y lo miro directamente a los ojos. —Ya entenderás, viniste en busca de acción, la tendrás— me miró fijamente— hoy será una noche especial porque descubrirás muchas cosas, Irina— inmediatamente trago el nudo que se hizo en mi garganta— ¿Aceptas?, ¿quieres jugar? —Juguemos— respondo segura de mi misma, El maestro nunca haría algo que no fuese bueno para mí. Él se subió a la cama conmigo y comenzó a besarme, instantáneamente el calor se apoderó nuevamente de mí. El Maestro la recostó sobre la cama. —No te muevas, solo debes dedicarte a sentir, por ahora no podrás tocarme, ni tocarte, solo puedes sentir todo lo que tu cuerpo experimentará— sintiéndome incapaz de responder, solo asiento con la cabeza. El Maestro tomó el frasco que contenía la miel.— Me encanta la miel, su textura es mágica en la boca, su empalagoso sabor es tentador, tan tentador como tus senos, que también me encantan, me pregunto: ¿Me enloquecerán ambos sabores juntos?— Mi respiración se agitó violentamente, nada más imaginar lo que él decía me hacía estremecer, doy un pequeño respingo cuando la miel cayó sobre mis erguidos pezones. La miel se esparció por mis senos, hasta creo que logró alcanzar las sábanas, El Maestro se inclinó sobre mi y comenzó a lamer, de inmediato comencé a gemir. —Exquisito néctar en un plato delicioso— su ávida lengua me estaba enloqueciendo, cuándo él me besó, yo respondí con ardor, luego se alejó y volví a gemir.— ¿Te gusta el chocolate, Irina? —Me encanta— susurró con respiración agitada. Él tomó en envase e introdujo un dedo, luego lo acercó a mi boca, obediente mente lo tomó y lamo con pericia, deleitándome en el sabor y en el gesto tan aparentemente inocente, pero con una gran carga erótica. —¿Sabrá tan bien sobre tu piel?. —¡Probemoslo!— le digo con reparación agitada. —Yo pienso que sabrá mejor— me responde, el frio chocolate comenzó a caer desde el valle de mis senos, hasta mi ombligo. Y los gemidos comenzaron a surgir, me retorcí— debes mantenerte quieta— me reprende y asiento intentándolo lo mejor que puedo, mientras muerdo mi labio inferior, para intentar controlar las increíbles sensaciones que recorrían mi cuerpo mientras él daba largas lamidas a mi piel. Cuando su lengua se introdujo en el orificio de mi ombligo esparciendo así el chocolate en mi piel, no pude contenerme, gemi lastimeramente y arqueo el cuerpo, llevándo ambas manos a la cabeza del Maestro y sujeto con fuerza su cabello. —Te dije que tenías prohibido tocar, Irina, se supone que es momento de sentir y ya llegará tu turno de tocar y hacer lo que quieras. —Lo. . . lo siento— me disculpo— no volverá a suceder. —Por supuesto que no, yo mismo me encargaré de ello— frunzo el ceño cuándo él se pone de pie, lo vi alargar la mano hasta tomar una de las sábanas de seda que estaban sobre la cama, y tirando con fuerza de ella la rasgó en dos grandes trozos de tela. Inmediatamente abro grandemente los ojos. ¿Qué iba a hacer? —Maestr. . . — se acercó a mi y tomó una de mis manos, la sujetó con uno de los trozos de tela, para luego hacer lo mismo con mi otra mano, y en silencio las ató al cabezal de la cama— Maestro. . .no es necesario, yo. . . —Te dije que ahora solo debes sentir, nada de tocar. Ya tendrás oportunidad— Decido no luchar, no tenía sentido hacerlo, estaba a merced que lo que el Maestro quisiera. Ahora estaba más frustrada que nunca, necesitaba desesperadamente tocarlo.
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