Capítulo 16; Visita al Orfanato

974 Words
Me levanto muy temprano, de hecho no logré dormir mucho, creo que los nervios me estaban jugando una mala pasada, no era fácil volver a aquel lugar, pero ahora las cosas habían cambiado, yo he cambiado, ya no podrán humillarme o maltratarme más, el maestro va a protegerme. En primer momento iba a usar unos jeans y una camisa ligera, luego decidí no hacerlo, si iba a volver a aquel lugar lo haría de forma que brillara, que no pudiesen si quiera imaginar qué pudo haberme ocurrido para lograr semejante transformación. Me colocó un hermoso vestido azul marino, con detalles plateados en los bordes y encaje en la parte superior, mi cabello suelto, me colocó diversas prendas, unos hermosos zapatos de tacón alto plateado, un maquillaje no muy cargado, me miró al espejo y sonrío, creo que es el atuendo perfecto. Un llamado a la puerta me sobresalta. —Adelante— mi mañana iba muy bien, hasta tener que tomarme con los ojos de Patricia llenos de infinito desprecio, me recorre lentamente de manera acusadora, quizás con algo de envidia. —¿Te gusta?— pregunto y realmente esperaba una respuesta— ¿ Me veo bien? —Poco me importa— dice con amargura. —Contigo es imposible. ¡Qué amargada! ¿Qué quieres?, ¿A qué vienes? —El señor Von Fischer te espera para desayunar. —Gracias, puedes retirarte — me envía una mirada de odio antes de girar sobre sus talones y marcharse. Después de colocar atención una vez más a mi apariencia, decido marcharme, tomo mi bolso y bajo al desayunador, dónde el maestro me espera, se pone de pie para alejar la silla frente a él, para que pueda sentarme. —Buenos días, Irina, qué preciosa. —Michas gracias — sonrío ampliamente— necesitaba verme muy bien. —Haz hecho un trabajo maravilloso— me halaga tomando asiento en su silla— ¿Estás nerviosa? —Un poco, la verdad estoy un poco ansiosa, no sé cómo me reciban. —¿Importa?, ¿dejaste allí alguna amiga? —Lamentablemente no, no hay nadie a quien pueda llamar amiga, nunca he tenido una, siempre fui la rar del lugar, sin embargo era un poco cercana a mis compañeras de habitación, sera un gusto volver a verlas. —Seguramente ellas también estarán encantadas. —Eso espero— sonrío nerviosa. Nos disponemos a desayunar alegremente, en un ambiente relajado en donde hablamos de los planes para el orfanato, el maestro me asegura que fuera hay un camión esperando, con todo lo que he pedido, y un poco más, eso me emociona, no puedo evitar mirarlo con adoración, lo sé, no debería, pero es tan bueno. Me asegura que también están las hamburguesas y que los chicos comerían muy bien. —No sé cómo agradecerte todo lo que haces por mi— le digo con sinceridad. —Con una sonrisa enorme, me daré por bien servido— le dice sonriendo, así que sonrio para complacerlo. —Muchas gracias, Dominik— sus ojos adquieren un extraño brillo. —Todo un placer para mí, Irina— me dice antes de continuar con su desayuno. El trayecto al orfanato fue un poco largo, o al menos yo lo ví así a causa de mis nervios, efectivamente un camión seguía la camioneta que el maestro manejaba con extremo control. —¿Me enseñará a manejar algún día, Maestro?— pregunto sonriendo, mirando sus manos sobre el volante. —Por supuesto que sí, y si resultas tan buena para manejar como para aprender tus otras lecciones, te prometo que en tu próximo cumpleaños te regalaré un auto, el que tú escojas. —Gracias— respondo feliz. —Llamé al orfanato ayer, me aseguraron que la directora estaría para recibirnos. —Esa despreciable mujer— digo y luego suspiro— claro, es la que dirige el lugar, no iba a poder deshacerme de ella. Cuando llegamos, el lugar es exactamente como lo recuerdo, el la verja de la entrada el maestro se baja y habla por el parlante, se identifica y asegura que tiene una cita para hoy, y que viene a entregar unas donaciones. La voz del otro lado le piden algunos datos y un par de minutos después, la verja de abre para darnos paso. Nos adentramos en el lúgubre lugar, tengo nervios, ansiedad y un leve temblor que recorre mi cuerpo, al ver los descuidados jardines, la fea y gris fachada y en la entrada dos mujeres; La despreciable señorita Anna y la queridísima señorita Sonia. Sonrío, ella es mi mejor recuerdo de éste lugar. El maestro se baja y yo espero unos minutos para respirar y tranquilizarme, veo que le da instrucciones a los hombres que vienen en el camión que inmediatamente se acercan a las mujeres y comienzan a descargar cajas de alimentos. La cara de Anna permanece inmutable, pero la señorita Sonia, sonríe con dulzura y alegría genuina. El maestro llega a mi puerta y la abre, me extiende su mano, que la tomo y bajo del vehículo, para caminar junto a él hacía las dos mujeres. —¿Katia?— pregunta Anna frunciendo el ceño. —¡KATIA, POR AMOR A DIOS ERES TÚ!— la señorita Sonia corre hacia mí y me abraza con genuina alegría, me siento muy dichosa con aquel abrazo, ella ha Sido lo más cercano a una madre, o a una amiga, o quizás a una hermana, que he tenido. —Estoy tan feliz de verla, señorita Sonia. —¡Pero que dicha la mía!— responde y me mira con ojos llorosos— mira nada más como estás de preciosa, casi que no te reconozco, estas hermosa Katia, que linda— yo sonrío y vuelvo a abrazarla con fuerza, el refugio de sus brazos me da tranquilidad, esa que solo tengo justo allí, en sus brazos.
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