Melissa Cuando el partido terminó, el estadio estalló en gritos, aplausos y una euforia tan fuerte que se sentía en el pecho. Todos saltaban, celebraban, pero yo solo podía mirarlo a él. A Nick. El número once en el campo. El chico que había cruzado medio país para buscarme. El mismo que ahora estaba en el centro del campo, sonriendo, rodeado por sus compañeros, con los brazos en alto. Y yo… yo solo quería correr hacia él. No me importaba la gente. No me importaban los flashes ni las miradas curiosas. Tampoco me importaba lo que dijeran en redes o en los periódicos mañana. Solo quería estar con él. Así que bajé, me abrí paso entre la seguridad, la gente del cuerpo técnico y las miradas sorprendidas de quienes me reconocían. Ya nadie podía detenerme. Estaba a unos pasos de ent

