El club Britania, un sitio condecorado por las mejores familias de la alta sociedad en México, reconocido por el servicio de calidad y excelencia que brinda a sus miembros, es el sitio ideal en el que los hijos de los miembros más destacados derrochan su tiempo y dinero.
Giannina Villalobos, hija de un importante empresario, dueño de una cadena restaurantera, recorrió cada uno de los pasillos de las instalaciones acompañada de su mejor amiga con la intención de encontrar a su novio, y exigirle una explicación de todo lo que se rumoraba de él dentro del recreativo.
Los pasillos se hicieron eternos a sus pies, y con el corazón a punto de desbocarse, suplicó mentalmente porque no fuese cierto nada de lo que había recibido en aquel mensaje que la despertó un domingo en la mañana.
No era un número registrado en su agenda y pudo simplemente ignorarlo, pero ponía realmente en duda su credibilidad y confianza; la cual ya pendía de un hilo.
«Más vale que nada sea cierto» pensó tras tomar por enésima vez el celular, y casi como si de inercia se tratara, marcó el número del chico quien siguió omitiendo las llamadas.
—No contestes —susurró suplicando entre gemidos la chica rubia que se encontraba dentro de la sala de masajes con Cesar Cortez.
Era un juego sucio, pero esa chica sabía moverse, y esa era la razón por la que Cesar había arriesgado su relación, la cual le costó bastante trabajo conseguir.
Obtener el sí de Nina, había sido un trabajo de casi un año, pues el obstáculo más grande entre ellos era Armando, el padre de la chica. Armando no aceptaba que a su hija la pretendiera cualquier imbécil, aunque era imposible que no la pretendieran si era hermosa como lo fue una vez su madre.
Shaina Castellanos, fue el peldaño que le facilitó llegar a esa chica, él no iba a permitir que existiera la primera mujer en negarse a él, y lo que planeo para una sola noche, lo hizo obsesionarse a tal grado que le pidió una relación formal.
Pero Nina no sucumbía con facilidad a los deseos del chico, y eso lo frustraba. Ella iba en serio con la relación, pero él no.
Únicamente bastaron algunos movimientos de la rubia para hacer temblar las piernas de Cesar, con lo que aprovechó para sujetarle ambas manos llevándolas a sus voluptuosos pechos obligándolo a soltar el celular que no dejaba de timbrar insistente, aun después de la caída que la alfombra amortiguó.
—¿Y si es algo importante? —musitó en su oído sin dejar de moverse al mismo ritmo que ella.
Sus manos pasearon acariciando sus pechos hasta las caderas que apretó con ímpetu, para arremeter con embestidas que estaban por llevarlo al éxtasis de su encuentro.
—Puede esperar —insistió ella con la voz entrecortada, totalmente entregada al momento, obligándose a complacer a aquel chico que le gustaba.
Sí, le gustaba tanto como su fortuna y pensaba que, si lograba conquistarlo todos sus problemas financieros estarían resueltos. Ella no tendría que tomar el autobús para ir a trabajar, pensándolo bien… ni siquiera tendría que trabajar.
Se encontraban en el clímax del acto; o al menos él lo estaba, cuando Shaina abrió la puerta de la habitación.
—¡Puta madre, Cesar! —exclamó muy enojada tras ver la situación comprometedora en la que encontró al chico con aquella mujer.
—¡Mierda, Shaina! ¡Lárgate de aquí! —gritó con furia el chico sin inmutarse de su intensa actividad.
Indignada la chica, cerró saliendo de la sala con cara de asco.
Nina escuchó el grito de su amiga, y dejó de abrir las puertas que se encontraban en el pasillo para ir directamente apresurada hacia donde estaba.
Al cruzar la mirada con Shaina, supuso lo esperado y acortó la distancia sin más remedio que enfrentar la verdad.
Abrió la puerta nuevamente observando atónita la escena que sus ojos envueltos inmediatamente en lágrimas presenciaron.
Ella cerró nuevamente la puerta de golpe, y caminó de regreso con las manos temblorosas, perdida en un limbo que ella misma había construido en cuestión de segundos.
El club Britania, un sitio condecorado por las mejores familias de la alta sociedad en México, reconocido por el servicio de calidad y excelencia que brinda a sus miembros, es el sitio ideal en el que los hijos de los miembros más destacados derrochan su tiempo y dinero.
Giannina Villalobos, hija de un importante empresario, dueño de una cadena restaurantera, recorrió cada uno de los pasillos de las instalaciones acompañada de su mejor amiga con la intención de encontrar a su novio, y exigirle una explicación de todo lo que se rumoraba de él dentro del recreativo.
Los pasillos se hicieron eternos a sus pies, y con el corazón a punto de desbocarse, suplicó mentalmente porque no fuese cierto nada de lo que había recibido en aquel mensaje que la despertó un domingo en la mañana.
No era un número registrado en su agenda y pudo simplemente ignorarlo, pero ponía realmente en duda su credibilidad y confianza; la cual ya pendía de un hilo.
«Más vale que nada sea cierto» pensó tras tomar por enésima vez el celular, y casi como si de inercia se tratara, marcó el número del chico quien siguió omitiendo las llamadas.
—No contestes —susurró suplicando entre gemidos la chica rubia que se encontraba dentro de la sala de masajes con Cesar Cortez.
Era un juego sucio, pero esa chica sabía moverse, y esa era la razón por la que Cesar había arriesgado su relación, la cual le costó bastante trabajo conseguir.
Obtener el sí de Nina, había sido un trabajo de casi un año, pues el obstáculo más grande entre ellos era Armando, el padre de la chica. Armando no aceptaba que a su hija la pretendiera cualquier imbécil, aunque era imposible que no la pretendieran si era hermosa como lo fue una vez su madre.
Shaina Castellanos, fue el peldaño que le facilitó llegar a esa chica, él no iba a permitir que existiera la primera mujer en negarse a él, y lo que planeo para una sola noche, lo hizo obsesionarse a tal grado que le pidió una relación formal.
Pero Nina no sucumbía con facilidad a los deseos del chico, y eso lo frustraba. Ella iba en serio con la relación, pero él no.
Únicamente bastaron algunos movimientos de la rubia para hacer temblar las piernas de Cesar, con lo que aprovechó para sujetarle ambas manos llevándolas a sus voluptuosos pechos obligándolo a soltar el celular que no dejaba de timbrar insistente, aun después de la caída que la alfombra amortiguó.
—¿Y si es algo importante? —musitó en su oído sin dejar de moverse al mismo ritmo que ella.
Sus manos pasearon acariciando sus pechos hasta las caderas que apretó con ímpetu, para arremeter con embestidas que estaban por llevarlo al éxtasis de su encuentro.
—Puede esperar —insistió ella con la voz entrecortada, totalmente entregada al momento, obligándose a complacer a aquel chico que le gustaba.
Sí, le gustaba tanto como su fortuna y pensaba que, si lograba conquistarlo todos sus problemas financieros estarían resueltos. Ella no tendría que tomar el autobús para ir a trabajar, pensándolo bien… ni siquiera tendría que trabajar.
Se encontraban en el clímax del acto; o al menos él lo estaba, cuando Shaina abrió la puerta de la habitación.
—¡Puta madre, Cesar! —exclamó muy enojada tras ver la situación comprometedora en la que encontró al chico con aquella mujer.
—¡Mierda, Shaina! ¡Lárgate de aquí! —gritó con furia el chico sin inmutarse de su intensa actividad.
Indignada la chica, cerró saliendo de la sala con cara de asco.
Nina escuchó el grito de su amiga, y dejó de abrir las puertas que se encontraban en el pasillo para ir directamente apresurada hacia donde estaba.
Al cruzar la mirada con Shaina, supuso lo esperado y acortó la distancia sin más remedio que enfrentar la verdad.
Abrió la puerta nuevamente observando atónita la escena que sus ojos envueltos inmediatamente en lágrimas presenciaron.
Ella cerró nuevamente la puerta de golpe, y caminó de regreso con las manos temblorosas, perdida en un limbo que ella misma había construido en cuestión de segundos.
―Nina… ―llamó su amiga.
―Vámonos de aquí ―respondió con la voz quebrada, pero decidida.
—¡Es un idiota! —vociferó Shaina tratando de sonar empática tras su amiga quien continuó en silencio sin dejar de caminar en dirección a los ascensores.
—¡Te dije que podía ser importante! —reclamó Cesar a la rubia, sin dejar de embestirla con más fuerza hasta eyacular satisfaciendo su propio placer.
—No parece… —replicó ella entre gemidos aferrándose a la camilla de la que se sostenía.
Esa respuesta enfureció a Cesar; quien de por sí tenía un genio de los mil demonios.
Sin importarle dejar a la chica a medias, se separó de ella para quitarse el condón y tirarlo ahí mismo en el piso.
La chica se incorporó sin comprender el hecho de que él se subiera el pantalón.
—¡Oye! ¿Piensas dejarme así? —cuestionó indignada.
—¿Qué esperabas? ¿Qué yo te diera placer? —soltó burlándose mientras se acomodaba la ropa—, ilusa.
Levantó el celular para comprobar que las llamadas perdidas eran de Nina. Maldijo, y salió de la sala sin decir palabra alguna para ir tras ella, dejando a su más reciente amante sin palabras, con el orgullo y la dignidad por los suelos.
Algo que no tenía punto de comparación a lo que Nina estaba sintiendo, tenía el corazón roto y los sentimientos encontrados. No sabía por cuál elegir de entre rabia, decepción, tristeza, reproche… vergüenza.
—¡Nina! —gritó Cesar caminando a toda prisa.
Shaina se interpuso en su camino con toda la intención de detenerlo y hacer que se alejara, pero Nina ignoró el intento de su amiga por protegerla, no iba a quedarse con las ganas de ponerlo en su lugar. Cesar se detuvo sin prever que lo que recibiría de ella no sería la exigencia de una explicación, sino una bofetada que le dejó la mejilla marcada.
—¡¿Qué mierda te pasa, Nina?! —estalló furioso tocándose la mejilla sin poder creerlo.
—¡¿Me preguntas que me pasa?! ¡¿Es en serio maldito infeliz?! —reclamó dolida y destrozada con lágrimas en los ojos.
—¿Acaso no eres civilizada? ¡Maldita sea! ―riñó enfurecido.
Ella bufó incrédula ante el cinismo del chico, por lo que se giró dándole la espalda acercándose al ascensor.
Cesar no iba a permitir tal insulto, y la detuvo sujetándola del brazo.
—Oye, espérate —pidió con fingida calma—, no es para tanto. No hagas un drama de esto, puedo expl...
Ella lo interrumpió golpeándolo con su bolso, pues no quería de momento una explicación, y eso lo hizo enfurecer.
Si había algo que Cesar no toleraba, era que una mujer lo hiciera sentir basura, o menos de lo que él creía ser. Era un chico con el ego por los cielos.
Antes de asestarle otro golpe, le arrebató el bolso arrojándolo a un lado y la aprisionó contra la pared lastimándole las muñecas.
―¡Imbécil, me lastimas! ―quejó intentando zafar su agarre.
—¡Suéltala! —intervino Shaina en un intento por apartarlo.
No llegó a tocarlo por completo del hombro como para conseguir que le dedicara una mirada con tanta rabia infundiéndole tanto miedo, a tal grado que la chica retrocediera como un cachorro asustado, pero se la dedicó.
Tras mirar asustada a su amiga y caer en cuenta de que no podía hacer mucho, sacó su celular del bolso y contactó con las manos temblorosas a su hermano.
Shaina
[¿Dónde estás?]
Leonardo:
[En el ascensor]
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Historia en proceso de edición y corrección.
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Primer borrador: 17/04/2018