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224 Words
Su voz, era tan pacífica, pero tan enérgica que lograba enviar choques eléctricos en mi cerebro. No conocía a la mujer, pero por su voz, creía que se trataba de alguien fascinante. Tenía mujeres a mi disposición, pero algo en esa locutora, encendía fuego ardiente en mi pecho. —¿Jefe?— Eleve mi dedo hasta llegar a mi boca y hacer la señal de “silencio” para que mis hombres de confianza callaran. — ¡Buenos días, ciudadanos de Nueva York! Mi nombre es Esmeralda Bolton y me complace informarles que tenemos una invitada especial el día de hoy en la cabina. Mi pecho vibró, y un remolino de emociones me obligó apretar el cuero de la silla. Ella me enfermaba de la peor manera. Quería colocarle un bonito collar en su cuello con mi nombre y mantenerla de rodillas. Le haría tantas cosas sucias que... me iría al infierno por eso. La vigile por meses, me mantuve en la oscuridad siguiendo sus pasos. Estudie sus reacciones, lo que le gustaba y lo que le disgustaba. La estudie jodidamente tanto que termine obsesionado hasta las pelotas por ella. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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