Cuando la alcanzó, Sophie caminaba de un lado a otro. —Esa hipócrita. Tan amable contigo, y diciendo que cree que sería una gran líder. ¡Dios mío!—
—¿Qué tiene de malo eso?— preguntó Mark.
—Mark, mi madre nunca ha dicho nada bueno de mí. Me ha criticado toda la vida. Cuando mis hermanos vivían —respiró hondo antes de continuar—, me decía con frecuencia: "Sophie, me alegro de que nunca gobiernes Klippenberg. Serías un desastre, no como tu hermano". ¿Y ahora, de repente, soy una digna sucesora de mi padre? ¿De Karl-Wilhelm, que era un genio?—
—Tal vez...— empezó Mark.
—No, no me digas "quizás". No ha cambiado de opinión. O bien intenta convencerse de que realmente puedo hacerlo, a pesar de mis constantes quejas y mi falta de preparación, o bien intenta manipularme para que acepte este pa
