Ni siquiera había bajado del auto cuando la imponente estructura del edificio psiquiátrico me hizo sentir pequeña. Sentir mi piel erizarse en cuanto bajé del auto y me paré frente al edificio. Mis pies se negaban a dar tan solo un paso, y mi cuerpo temblaba como gelatina. No era miedo al psiquiatra, era miedo a enfrentar mis tormentos y lo vivido con el chico del que me había enamorado perdidamente. Sin embargo, tras sentir la mano de Jace sobre mi espalda, me arme de valor y decidí enfrentar la situación. Seguida de mi escolta, entré al interior y caminé hasta el ascensor, una vez dentro de la caja de metal, presioné el número de piso en el que estaban esperándome. La puerta se abrió y de ahí salió una chica de más o menos mi edad. Parecía haber llorado mucho, sus ojos estaban rojos e h