Después de enviar a Daniela a casa, Celeste fue a la habitación de Zeus, solo para verla llena de nuevos juguetes y recuerdos que Zeth le había comprado. Puso sus manos en su cintura y miró a los dos con las cejas levantadas. Ellos, sin embargo, estaban perdidos en su propio mundo mientras continuaban jugando con los nuevos juguetes. Celeste se aclaró la garganta, haciendo que los dos la miraran. —¡Mami! Ven a jugar con nosotros —dijo con entusiasmo, acariciando el lugar a su lado. —Pequeño señor, ¿qué te dije sobre tus juguetes? Zeus sonrió tímidamente. —¿Que se organicen, mami? —Exactamente —dijo ella—. ¿Y qué es esto exactamente? —hizo un gesto hacia el desorden en la cama y el suelo—. Y tú —señaló hacia Zeth—, estás cerca de los treinta años. Debes saber que esparcir estos juguet

