Durante todo el camino a casa, Zeth no podía quitarse de la cabeza la cara del niño. Además, por alguna razón, también quiere revivir su conversación una y otra vez, ya que le trajo paz interior. Hablar con el niño se sintió tan natural que lo hizo cuestionar sus creencias pasadas. A Zeth nunca le habían gustado los niños. Pero la breve conversación que tuvo con el extraño niño le hizo creer lo contrario. Se detuvo en su camino de entrada con una sonrisa en su rostro. Sin embargo, tan pronto como abrió la puerta, la sonrisa en su rostro desapareció rápidamente. —Zeth —exclamó una mujer cuando vio a él entrando en la casa. Las cejas de Zeth se fruncieron cuando olió el repugnante perfume floral de la mujer. —¿Qué están haciendo ustedes dos aquí? —Zeth —su madre se secó las lágrimas d

