++++++++++++++++ Rodé los ojos, pero no solté su mano. Al contrario, apreté sus dedos con fuerza, como aceptando ese maldito pacto secreto que teníamos desde siempre: pelear, resistirme, caer… y volver a caer. Me acomodé el vestido como pude, bajándolo rápido para que no se notara la travesura, aunque el calor en mi piel y mis mejillas ardientes me delataban. Emiliano se inclinó y me besó otra vez, más suave, casi tierno, como si quisiera marcar un contraste que me confundiera aún más. —Vamos —repitió, pegando su frente a la mía. —¿Y si alguien sospecha? —pregunté, todavía jadeando. —Que sospechen. —Su sonrisa peligrosa brilló en la penumbra—. Total, todos saben que soy tuyo. Me mordí el labio, negando con la cabeza, pero riendo bajito, nerviosa. —Eres un imbécil. —Sí, pero soy tu

