CAPÍTULO 26: HUELLAS EN EL CAMINO

719 Words
La mañana despertó con un aire renovado para Ana y Gabriel. La visita inesperada de Ana no solo había aliviado la tensión entre ambos, sino que también había encendido una chispa que, por un momento, ambos temieron perder. Ese día lo dedicaron a estar juntos, lejos de las obligaciones y las responsabilidades. Era un día solo para ellos. Mientras desayunaban en un pequeño café cercano al apartamento de Gabriel, Ana observaba los detalles del lugar: las luces cálidas, los cuadros con paisajes urbanos y el leve aroma a café recién molido. Se sintió agradecida por estar ahí, con él, disfrutando de lo cotidiano. “¿Sabes algo, Gabriel? Creo que esta es la primera vez en meses que realmente nos detenemos a vivir el momento,” dijo Ana, mientras removía su té. Gabriel asintió, con una sonrisa que irradiaba serenidad. “Tienes razón. Nos hemos estado enfocando tanto en lo que sigue que olvidamos disfrutar lo que ya tenemos.” La conversación fluyó ligera y profunda a la vez, tocando temas que no habían abordado en mucho tiempo: sueños, miedos, y todo lo que ambos imaginaban para el futuro. Fue como si, en ese pequeño café, hubieran encontrado un espacio seguro para reconectar. Más tarde, decidieron salir a caminar por la ciudad. Gabriel quería mostrarle los lugares que se habían convertido en parte de su nueva rutina: el parque donde a veces corría por las mañanas, la librería donde solía comprar libros de segunda mano, y un mirador desde donde se veía toda la ciudad iluminada al atardecer. Cuando llegaron al mirador, Ana se quedó en silencio, admirando la vista. Gabriel se acercó a ella y la tomó de la mano. “Este es uno de mis lugares favoritos. Cuando tengo días difíciles, vengo aquí. Me ayuda a recordar que todo lo que parece grande y complicado a veces no es más que una pequeña parte del panorama general.” Ana lo miró, impresionada por esa vulnerabilidad que a veces Gabriel mantenía oculta. “Creo que este lugar refleja mucho de ti. La calma que tienes en el fondo, incluso cuando todo parece estar en caos.” Ambos se quedaron ahí, disfrutando del silencio compartido, sintiendo que, al menos por ese momento, el mundo estaba en equilibrio. Esa noche, ya de regreso en el departamento, Ana decidió plantear algo que había estado rondando en su mente desde que llegó. “Gabriel, he estado pensando… Tal vez deberíamos considerar un plan a largo plazo. Algo que nos ayude a navegar esta distancia de una manera más clara.” Gabriel frunció el ceño ligeramente, no porque estuviera en desacuerdo, sino porque sabía que era una conversación importante. “¿Qué tienes en mente?” “Sé que ahora mismo ambos estamos en etapas de crecimiento profesional, y no quiero interrumpir eso. Pero no podemos seguir dejando todo al azar. Necesitamos un horizonte, algo que nos dé dirección.” Gabriel asintió, reconociendo la sabiduría en las palabras de Ana. “Tienes razón. No podemos vivir siempre improvisando. Tal vez deberíamos establecer metas concretas, tanto individuales como de pareja.” Pasaron las horas hablando sobre lo que querían para el futuro, no solo como individuos, sino también como equipo. Hablaron de cómo podrían encontrar un punto medio que les permitiera estar más cerca sin renunciar a sus sueños. Aunque no llegaron a una solución definitiva, sentían que, al menos, habían dado un paso importante hacia adelante. Al día siguiente, Ana debía regresar a su ciudad. El tiempo juntos había sido breve, pero intenso. En el aeropuerto, mientras esperaban la hora del vuelo, ambos sentían el peso de la despedida. Pero esta vez, había algo diferente. Habían plantado una semilla de esperanza. Gabriel la abrazó con fuerza antes de que ella entrara a la zona de embarque. “Gracias por venir, Ana. Esto era justo lo que necesitábamos.” Ana le sonrió, con los ojos ligeramente brillantes. “Esto no es un adiós, Gabriel. Es solo una pausa. Y la próxima vez que nos veamos, será con un plan más claro.” Mientras Ana se alejaba, Gabriel sintió una mezcla de tristeza y determinación. Sabía que el camino no sería fácil, pero estaba dispuesto a recorrerlo. Porque, al final, cada paso que daban juntos dejaba una huella imborrable en el camino de su historia.
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