Días después de la partida de Ana, Gabriel se encontraba sumido en su rutina habitual. Las calles que había recorrido con ella parecían distintas, como si su presencia hubiera dejado un eco difícil de ignorar. El pequeño café donde desayunaron juntos ya no era solo un lugar cualquiera; ahora tenía un significado especial. Pero, lejos de sentirse melancólico, Gabriel se aferraba a la esperanza que ambos habían cultivado en esos días.
Una tarde, mientras revisaba el correo que había ignorado durante días, encontró un sobre que le llamó la atención. No tenía remitente, pero el diseño de la papelería le resultaba familiar. Al abrirlo, encontró una carta escrita a mano. Era de Ana.
Querido Gabriel,
Te escribo porque hay cosas que, aunque puedo decirlas en una llamada, siento que necesitan ser plasmadas en papel. No sé si esto es algo que alguna vez me habrías imaginado haciendo, pero últimamente he estado reflexionando mucho sobre nosotros, y quería compartirlo contigo de una forma especial.
Quiero que sepas que estos últimos días contigo han sido un recordatorio de por qué vale la pena luchar por lo que tenemos. Ver cómo nuestras vidas han cambiado, cómo hemos crecido, y aun así seguimos encontrándonos en el mismo punto, es algo que me llena de esperanza. Pero también me hace darme cuenta de que necesitamos más. Más momentos como esos, más conexión, más claridad sobre lo que queremos para el futuro.
A veces pienso en todo lo que hemos pasado desde que comenzó esta historia. Los días de incertidumbre, las horas frente a una pantalla, las risas y las lágrimas. Todo eso ha sido parte de nuestro camino, pero no quiero que se quede solo como un recuerdo. Quiero construir algo más contigo.
Sé que ambos tenemos sueños que perseguir, y quiero que los persigamos. Pero también quiero que hagamos espacio para nosotros. Tal vez suene idealista, pero creo que podemos encontrar un equilibrio. Quiero que, cuando miremos atrás, podamos decir que hicimos todo lo posible para mantener esto vivo.
Espero que esta carta no te tome por sorpresa. Solo quería recordarte, una vez más, cuánto significas para mí y cuánto creo en lo que tenemos.
Con amor,
Ana.
Gabriel leyó la carta varias veces, como si quisiera absorber cada palabra, cada intención detrás de ellas. Las emociones lo invadieron: gratitud, alegría, y un poco de miedo. Era cierto, lo que tenían era especial, pero Ana tenía razón. Necesitaban más, y esa carta era el primer paso para construirlo.
Guardó la carta en su escritorio, junto a una fotografía de ambos que había tomado durante la última visita de Ana. Esa noche, se sentó frente a su computadora y comenzó a escribir una respuesta. No porque lo considerara necesario, sino porque quería que Ana supiera que él estaba igual de comprometido.
Querida Ana,
No sé si sabes lo mucho que me emocionó recibir tu carta. En un mundo donde todo parece digital y efímero, tener algo tangible de ti me hizo sentir más cerca de ti que nunca. Gracias por tomarte el tiempo de escribirlo, por abrir tu corazón de una manera tan honesta.
Estoy de acuerdo contigo. Estos días juntos fueron un regalo, un recordatorio de lo que hemos construido y de lo que aún podemos construir. También me hicieron darme cuenta de que quiero más de esto. Más de ti, más de nosotros.
Es cierto que el futuro aún está lleno de preguntas, pero creo que hemos demostrado que somos capaces de enfrentarlas juntos. Cada obstáculo que hemos superado solo ha fortalecido lo que tenemos, y estoy dispuesto a seguir trabajando por esto, no importa lo difícil que sea.
Prometo que no dejaremos nada al azar. Planearemos, soñaremos y construiremos, pero lo haremos juntos. Porque al final, lo único que importa es que ambos estemos en la misma página, como lo estamos ahora.
Con todo mi amor,
Gabriel.
Los días siguientes se sintieron distintos. La carta de Ana y su respuesta parecían haber encendido una nueva chispa en Gabriel. Ahora, cada decisión que tomaba llevaba consigo un propósito claro: construir el futuro que ambos deseaban.
Por su parte, Ana recibió la carta de Gabriel unos días después. Al leerla, no pudo evitar sonreír. Las palabras de Gabriel eran un reflejo de todo lo que ella había sentido y más. Se sentía comprendida, acompañada, y, sobre todo, esperanzada.
Con la carta en sus manos, Ana tomó una decisión importante. Esa misma noche, mientras escribía en su diario, comenzó a planear un proyecto que tenía tiempo rondando su mente. Sabía que para construir ese futuro juntos, ambos debían ser proactivos. No podía esperar a compartirlo con Gabriel.
Aunque la distancia seguía siendo un desafío, ahora había una claridad que no habían tenido antes. Ambos estaban dispuestos a trabajar, a soñar y a esforzarse por un futuro en común. Y mientras cada uno seguía su camino, sabían que esas huellas que habían dejado en el camino los guiarían, una vez más, de vuelta el uno al otro.