—¡Dios mío! —Camila exclamó sacando los pedazos de cristal de su mano, pero Zeus ni siquiera se movió de su lugar. Sus ojos estaban fijos en un cordero confundido y petrificado que seguía mirando su mano ensangrentada. Ella sacó el pañuelo de su bolso y lo envolvió alrededor de su mano ensangrentada. Finalmente parpadeó saliendo de su trance iracundo cuando uno de sus compañeros se acercó a él con una mirada preocupada. —Sr. Archer, creo que debería tratarlo. Preferiría que vaya a la habitación de invitados. Le pediré al sirviente que llame a un médico. Zeus miró a Aurora congelada antes de mirar al hombre. —Es fi- De repente, algo se rompió en su mente y una sonrisa maligna apareció en sus labios. —Por supuesto. Camila trató de seguirlo, pero él la detuvo. —Tú quédate con los invi

