Recordando mi pasado trágico y en como llegué a vivir en tierras libres...

1240 Words
Flash Back —Abir, hija mía. Entra a casa —Dijo Basima a su hija que ya tenía 15 años, era una chica alta, delgada, piel trigueña, ojos verde pálidos. Era una niña mujer encantadora, tenía una belleza exuberante al natural. Recordaba Basima que si estuviera allá en esa tierra donde enterraron su ombligo, su hija Abir ya estaría casada y lejos de ella, quizás incluso ya estuviera embarazada o siendo una madre en tan corta vida. Al recordar su pasado, Basima se encorvó de dolor. Su corazón dolía, su corazón sangraba. Todavía Abir se recostaba en su regazo, le hacía pucheros, mimada por su madre, Abir ignoraba la crudeza de un mundo turbio, amada y querída por su madre y sus amigos mas cercanos, ella no recordaba del hoyo de donde la sacara su madre. Darle amor a como pudiera, era lo único que deseaba su madre Basima. Basima era la hija menor de los Mohamed, pero siendo una mujer, la despreciaron, creyeron que lo mas que podia ser era ser la mujer de algún hombre árabe. No contaban con que toda la prole de los Mohamed, muriera quedando para su sorpresa solo el patriarca de los Mohamed, y en este caso, Basima. Sin duda, el viejo patriarca buscó a quien entregara a su descendiente Basima Mohamed, y el plan trazado para recuperar sus genes anhelados era tomar a su bisnieta Basima y casarla con el hijo de su primo hermano, así la descendencia que naciera, sería considerada un real monarca de las tierras de la península Arábica. No contaba con que cuando quiso recuperar a Basima, ella ya había huido, por esta razón condenaron y lincharon al esposo de Basima, a Haidar Abdallah. Las esposas de Haidar Abdallah pasaron a ser concubinas del hijo del primo hermano del Patriarca. Su nombre, Aziz Mohamed. Estás mujeres eran sometidas, a veces hasta ultrajadas por su nuevo dueño, por no decir su nuevo esposo. Basima en su preocupación, llegó a hacer la última mala decisión, unos dos días antes de morir, sentía que la vida se le escapaba de su cuerpo, llamó al número de quien antes fuera el de su marido Haidar Abdaláh, el número de teléfono que ahora lo tenía Aziz Mohamed, quien era su tío lejano en tercero en la línea colateral del grado consanguíneo parental de ella. Un hombre como ninguno, uno bien atroz. —Estamos en América —Dijo Basima, pero al oír la voz reconoció que no era la de Haidar Abdallah su esposo. —Creo que voy a morir —Dijo Basima. Eran las secuelas de tantos y tantos golpes que ella habia recibido viviendo junto a su esposo Haidar Abdallah, sin ser revisado por algún médico. —Yo estoy segura que moriré, pero nuestra hija, ella ... Fue entonces que Aziz no soportó más fingir hablar calmo, pues la ansiedad hizo hablar casi a gritos. —¿Hija? —Asi comprendiera Basima que esta persona ni siquiera era su marido, el padre de Abir. Basima de inmediato colgó la llamada, y podría decirse que su muerte tuvo mucho que ver con esta llamada. Basima se puso tan nerviosa que la presión arterial aumentó, su cara se hinchó y su hablado se volvió difícil, balbuceaba, pero no podía ser entendible. En cambio en la Meca, un hombre sonreía satisfactoriamente, pues odiaba a las mujeres después de pasar los treinta años, resulta que había una hija a quien él podría reclamar como esposa. Así disfrutaría de un matrimonio y sus beneficios sin sentir repulsión. La información con la que contara Aziz era América, pero que parte de América, si tuviera que hacer un escaneo, Estados Unidos era un país grande, una gran dificultad. Canada era otro de los países, solo en Latinoamérica eran 19 países individuales que el debía hurgar con cuidado y en forma rápida. Sin esperar más.tiempo, Aziz envío a un estimado de veinte personas hacia estás Tierras. Volviendo a la delicada situación médica de Basima Mohamed, en este caso, Basima había dejado de utilizar el apellido de su esposo, lo cual estaba muy bien, lo que no debió hacer tampoco era utilizar el apellido de su tiránica familia. Ese apellido y su nombre eran los puntos claves para que la encontraran a su hija. Los últimos días de vida, Basima lloró y lloró por la hija de su alma. Sabía que con esa llamada la había condenado a la vida del cual ella la había sacado. Basima escribió en un papel, le hizo leer a su doctor, este comprendió que parte de la desesperación de Basima era el querer transmitir un mensaje importante a su hija. Su hija Abir vino ante ella. Basima la tomó de la mano, le dijo : —Debes huir... no utilices ni el apellido de tu padre ni el mío, debes huír lejos, muy lejos. —¡Mamá, no te preocupes por mi! —Ella aspiró una bocanada de aire y luego dijo. —¡Ellos vienen! Ellos quizás sean peores que tu propio Padre. —Mami. —dijo Abir y lloró con amargura. —Estamos lejos de ellos, no te preocupes —Insistió la chica inocente. —¡Nooo, ellos ya saben donde estás! Yo misma los llamé pensando en que si muero debes estar con los tuyos, pero no me contestó tu padre si no otro hombre. —El sonaba peor que tu propio Padre. Te encontrará si no huyes hija mía. La presión arterial de Basima aumentó, por ello es que se dice, que lo que se confiesa con la boca, suele pasar. Ella misma se metió en esta situación al llamar a ese hombre que siendo padre de su hija Abir, ya estaba buscando casarla con hombres super mayores, con el cuento de que esperaría a que ella creciera. Sabiendo todo ello, ¿no era preferible que su hija Abir estuviera mejor sola que mal acompañada? No aprendió de su tiempo de infierno, aunque así era la desesperación, siendo una mala consejera. Y el arrepentimiento muchas veces llega tarde, justo ahora, ella se sintió tan desesperada que terminó asfixiando con el dolor y la incertidumbre, la preocupación de que pronto llegarían a llevarse a su hija. La joven Abir, lloró cual persona que pierde lo único que tiene a su lado, a su Madre. Solo cuando su Madre hubo muerto, Abir comprendió el dolor de perder, sintió el primer sufrimiento que generaba el perder a alguien, sintió la impotencia, y la amargura. Retiró el cuerpo de su madre del hospital Vivían Pellas y ordenó cremar su cuerpo. Sabía la niña de 15 años que no tenía tiempo. No le dió tiempo de velar el cuerpo de su Madre, ella conocía a una persona que trabajaba en migración, esta persona la llamó y le dijo. —Abir Abdallah, ¿pero que primo tan guapo tienes? Te están buscando. De inmediato, Abir comprendió que su madre era su más fuerte cimiento que la mantenía en pie desde abajo. Era hora de construir sus propios cimientos, valerse por si misma, ya era hora de contar consigo misma y no con los demás. Ella tomó los restos de su madre en un jarrón, los guardó como su mejor tesoro de vida, dejó un testaferro para poder manejar sus propiedades y se marchó a una pequeña ciudad costera, según quería esconderse. No sabía el grado de tentáculo que tenía aquella persona para atraparla. Fin del Flash Back ⊙.☉
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