Embarque de pasajeros Llegaba tarde, el tráfico para llegar al aeropuerto me hacía viajar atrás en el tiempo en mi mente. La tripulación dio aviso de que tenía que subir a bordo rápidamente; en cuanto llegué al brefing me informé sobre el estacionamiento de la aeronave y, con la habitual prisa que suele distinguir a las azafatas que prestan servicio, pasé por enésima vez bajo el detector de metales, el cual, para variar, sonó, aunque no llevaba nada digno de sonar, en mi opinión. Regresé, después de haberme quitado la chaqueta (un auténtico fastidio por las corrientes de aire de invierno) y volvió a sonar. Sí, siempre son los zapatos y su parte inferior antideslizante apuntalada con pequeñas tachuelas que nunca quiero quitarme. Me tocó el control manual de calzado. Juré que obligaría

