En todos mis años ninguna mujer había logrado desestabilizarme tanto como esta, ni Sabrina en sus intentos de convertirse en mi mujer me ha hecho enfurecer tanto como el huracán. “¡Qué mujer tan terca! Con razón no tiene marido. No hay quién la soporte. Ahora entiendo como gana todos los casos, si se pone con alharacas al juez, gana por cansancio”, pienso enfurecido con ganas de tirar todo lo que tengo a mi alrededor al piso. Después del enfrentamiento con ella, por su afán de volver a su apartamento, tomé la decisión de decirle quien soy en realidad. A ver si con eso se tranquiliza y deja de desafiarme como lo viene haciendo, no me queda más que demostrarle mí poder en este juego que su mismo padre comenzó. Nunca ha sido mi intención hacerle daño. Si por mi hubiese sido ni me le acerco