PRÓLOGO

680 Words
–No pienso ir a esa secundaria con ese fin, no soy como tú– me puse de pie y empecé a salir del despacho de mi padre. Sin embargo, antes de salir me respondió. Con su voz grave, aquella voz que de niño siempre admiraba y deseaba tener. Pero ahora a mis diecisiete años la voy detestando cada día más. –Por tus venas corre mi sangre, mis genes; biológicamente si puedes ser como yo, así que iras a donde yo diga y harás lo que yo diga, ahora largo– vi como hacia girar el vaso con licor y me daba la espalada, lo observe unos segundos de más, siempre me sentía pequeño a su lado; a pesar de medir uno con noventa, él siempre estaba como un gigante ante mí. Salí del despacho y me acerqué al ventanal que daba hacia las vistas de Moscú. Mi familia era dueña de los hoteles más caros de Rusia, mi padre Iván Nabókov, ruso de nacimiento, emprendedor desde el primer día que tuvo razón. Fue construyendo poco a poco un imperio, del cual daba como consecuencia una herencia aproximada en los ochenta y cuatro mil ochocientos millones de euros, sí, demasiado, aunque para mi padre nunca lo es. Sentí como unos brazos delgados me abrazaban por la espalda, por su fragancia supe quién era, mi madre, Irina Búbka. –Nos tenemos que ir, tenemos mucho que empacar– me giré y fruncí el ceño, mi madre detecto que algo no iba bien, cada que hablaba con mi padre nada iba bien–¿Tu padre? –Sí, se supone que terminaría la secundaria aquí, en mi país, no en un pueblito de millonarios de estados unidos– mi madre soltó una pequeña sonrisa, sus dientes super blancos, su melena entre marrón y rubio, sus ojos cafés igual a los de mi hermana, yo al contrario que ella herede el color de ojos de mi padre, verdes. Mi madre era hermosa en todos los sentidos, aún más con el tono de piel que tenía, casi morena, pero no tanto, y por esa razón no entendía qué es lo que vio en mi padre, y supongo que no tendré respuesta por un buen tiempo. –Tenemos que apoyarlo cariño, somos su familia, sé que te ira bien en esa pequeña secundaria de ricos– empezó a reír, pero guardo la compostura ya que los trabajadores del hotel iban y venían por los pasillos–. Tenemos que empacar, nos espera doce horas de viaje, es mejor que te des una ducha– se puso en puntillas y me dio un beso en la mejilla, la observe mientras se dirigía hacia el ascensor, en ese momento mi padre abrió su despacho y me miró sorprendido, pero se acercó y me paso el brazo por los hombros. –Qué es lo que pasa Jayden, allá están tus primas, te sentirás en casa, iremos apoyar el imperio que tu tío Egor Búbka tiene– Egor era el hermano de mi madre, cada que venía de visita a Moscú lo pasaba en grande, con él y sus dos hijas, por una parte, mi padre tenía razón, lo que no me gustaba era el papel que iba a cumplir en ese pueblo; aparte de estudiar tenía que adentrarme en la fortuna de otra persona, quien sería Roberth Dasilva, economista y unos de los más grandes. Mire a mi padre esperando que vea en mis ojos que yo no estaba dispuesto a realizar su plan; me devolvió la mirada y me acercó un poco más al gran ventanal. –Eres Jayden Nabókov, todo esto será tu imperio, ¿A caso no quieres qué crezca? –Sí, pero no destruyendo la fortuna de otro– quite el brazo de mi padre y me gire hacia el ascensor, cerré las puertas y aunque no deseaba formar parte de todo ese complot, era mi padre y yo tenía que obedecer. Iba a salir de Moscú, dejando mi vida para ir a destruir una fortuna y a la vez encontrar el amor.   
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