Capítulo 1.1

1436 Words
La productora que lanzara la película protagonizada por Ryusei Miura movió cielo y tierra para lograr que Ann Houston aceptara entrevistar al elenco, pero ella solo quiso tener una conversación televisiva en vivo y en directo con el novel actor japonés. Y es que la experimentada periodista consideró que Ryusei era el m*****o del elenco con mejor historial como profesional y persona, además que era quien llamaba la atención del público, y si su programa se mantenía al aire durante tantos años era porque además de un buen trabajo periodístico, también se preocupaba de darle al público lo que le interesaba. Muy a su estilo, Ann no iba a ser suavecita con Ryusei, así que salió de su camerino mostrando su clase y poderío con ese andar que engalanaba por donde pasara. La Houston no provenía de una familia adinerada, pero su belleza, temperamento y carácter hicieron de ella una mujer fabulosa, fuerte, atractiva, llamativa, dominante. En pocas palabras: una reina alfa. Aunque el joven Miura se había inmiscuido en la actuación desde muy pequeño, su personalidad no era extrovertida como la gente piensa que son la mayoría de las personas dedicadas a esta profesión. Ryusei no tenía ningún problema de hablar ante el público y de socializar con las personas, pero él era un ser introvertido que no abría su corazón y mente a cualquiera, por lo que su agente trataba de controlar los nervios que empezaron a invadirle ante la idea de que Ryusei desperdicie la oportunidad que se le presentaba de hacerse más conocido en el gran mercado del espectáculo en los Estados Unidos. Por caminos separados tanto la entrevistadora como el novel actor llegaron al set de televisión, a pocos minutos de lanzar el programa en vivo al aire. Ann llegó unos segundos antes que Ryusei, y pudo ver el ingreso del joven, quien obtuvo la atención de ella al mostrar su educación al saludar a todo aquel que estaba en el set, algo que no suelen hacer los que se creen superestrellas. Ese detalle hizo que ella esbozara una sonrisa inconscientemente y que fuera notada por su asistente, quien rogaba a Dios por que la Houston no sea tan ruda con el joven actor japonés, ya que su trabajo en la película que protagonizaba la había cautivado y ahora se consideraba una fan de él. Al estar enfrente de Ann, Ryusei le ofreció una reverencia como lo hiciera ante alguna persona mayor en su natal j***n, ya que la periodista era doce años mayor que él, aunque a él le sorprendiera mirarla y notar que parecía de mucho menos edad de la que tenía. En ese momento, Ryusei ya había cumplido los veintiocho años y la Houston había empezado la cuarta década de su vida, pero fácilmente pasaba por una mujer en sus poco más de treinta años. Ante descubrir lo bella que era Ann, Ryusei le ofreció una cálida sonrisa, algo que a la periodista la desubicó porque encontró en ella inocencia y pureza, sinceridad y aprecio, y no lascivia y perversión, algo fácil de encontrar en las personas banales que se dedicaban al negocio del espectáculo. Al sentirse gratamente cómoda con la presencia de Ryusei, Ann no lució tan seca, desconfiada y ruda como siempre, más bien se le veía suelta y coloquial, manejando una conversación que podría sostener con un amigo de muchos años, pero ese no era el caso, ya que esa oportunidad fue la primera en la que esos dos se vieron. Era obvio que entre Ann y Ryusei había una buena química que les permitía fluir durante la entrevista, algo que permitió que el actor japonés no se sintiera incómodo y fuera cortante, más bien se permitió responder todo tipo de preguntas y dar cierta información muy personal que Ann agradeció, ya que le estaba dando a su público lo que quería: conocer a profundidad a un nuevo galán del cine hollywoodense e internacional. El agente de Ryusei sonreía feliz y el nivel de cortisol empezaba a bajarle al ver que el actor era capaz de interactuar a gusto durante la entrevista, además que leer los comentarios que la gente hacía en r************* mientras se transmitía en vivo la entrevista lo llenó de alegría al ver el muy buen concepto que tenían sobre su representado. Ambos estaban tan cómodos el uno con el otro que Ann se atrevió a realizar una pregunta que vio repetirse un sinnúmero de veces en los comentarios que la teleaudiencia hacía en las r************* del programa. La Houston siempre había sido seria y muy correcta en sus entrevistas, ahondando solo en los temas concernientes a la labor actoral, pero la curiosidad de muchas féminas la animó a lanzarle una pregunta comprometedora a Ryusei. - Esta entrevista está causando muchos comentarios en las r************* –empezó la afamada periodista comentando-, tantos que estoy asombrada, y qué bueno para ti porque significa que estás llamando la atención del público, algo que aportará positivamente a tu carrera –Ryusei agradecía esas palabras con una pequeña reverencia que las cámaras captaron, aportando aún más a la imagen de hombre humilde, correcto y sencillo que todos tenían de él-. Al ser japonés eres un hombre que respeta y tiene muy arraigada la cultura de su país, aquellas costumbres y tradiciones que tus padres compartieron contigo y te enseñaron a amar, ante esto muchas son las señoritas que quieren hacerte una pregunta muy personal, y cuya respuesta puede que llene de esperanza los corazones de todas las mujeres en los Estados Unidos que se han convertido en tus seguidoras. Ryusei Miura, ¿tendrías algún inconveniente para iniciar una relación amorosa con una mujer que no sea japonesa? Unos breves segundos en silencio acrecentaron la expectativa que tenían todos en el set y quienes seguían el programa. Ann había quedado con una leve sonrisa en sus labios tras culminar de hacer la pregunta y Ryusei había quedado con la cara llena de asombro, ya que no se esperó que la seria Ann Houston le soltara una pregunta de ese tipo. Esos segundos en silencio se rompieron cuando el joven actor agachó la mirada, sonrió con picardía y al volver a enfocar sus ojos en la periodista presentó una expresión juguetona y provocativa. - No. La cuestión es si ella tendría algún problema de tener como amante a este japonés –Ann quedó sin palabras porque no se esperaba que el joven Miura respondiera con tal soltura de huesos, lo que hizo estallar nuevamente las r************* del programa con cientos de miles de comentarios. - ¿Acaso sería complicado mantener una relación amorosa con un hombre como tú? –preguntó la periodista haciendo que el entusiasmo entre las féminas admiradoras creciera porque estaba consultando sobre lo que ellas querían escuchar. - Si bien la juventud japonesa está demostrando que puede acoger algunas costumbres occidentales en su vida, a mí sí me gustaría mantener otras con las que crecí, ya que quisiera en un futuro compartirlas con mis hijos como mis padres hicieron conmigo y mi hermano menor. - Solo he consultado sobre la posibilidad de mantener una relación amorosa con una mujer occidental, o no japonesa, y tú hablas de hijos –señaló Ann sonriendo, algo que hizo que Ryusei se una a esa sonrisa y su mirada brille con una intensidad particular, algo que llamó la atención de la periodista. - Pues, para mí una relación amorosa significa amar a una persona especial que me complementa y enriquece mi felicidad, por lo que es lógico que quiera mantener dicha relación por un periodo prolongado de tiempo, avanzando en el proceso de conocernos y amarnos, por lo que el matrimonio y los hijos son parte de esa relación. ¿Qué pensaste cuando hablé de mí como un amante, uno japonés? –los ojos de Ryusei mostraban que estaba muy curioso y ansioso en escuchar la respuesta de Ann. - Que pensabas en algo momentáneo –respondió la periodista haciendo gestos de obviedad con su rostro y manos. - Ser un amante significa que eres un ser que ama, y el amor no es momentáneo. La cultura occidental ha minimizado demasiado el concepto de la palabra amante, haciendo que se utilice de manera peyorativa. A mí me parece horrible que a la otra mujer con la que un hombre le es infiel a su esposa se le dé el nombre de “amante”. Para mí, la amante es la esposa porque es a quien se ama. La otra mujer sería solo un error, algo pasajero. Hay que aprender a utilizar correctamente las palabras.
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