—¡Que horrible, pobre mujer la que seguro estaba recibiendo aquellos golpes! —decía Rosa mientras estaba caminando por aquel pasillo de ese hotel para que Ivan no supiera de ella. Sin embargo, el ruso interesado en la morena no dudó en seguirla porque al igual que con Amanda aquella vez, quería saber si se alojaba también en ese hotel. «¡Creo que esa es ella, yo nunca me equivoco, recuerdo que cuando la vi en esa tienda me gustó mucho!» pensaba el hombre mientras iba detrás de la pelinegra. Luego, para suerte de Rosa, uno de sus hombres lo interceptó y le dijo lo siguiente: —¡Señor, el dueño del hotel quiere hablar con usted sobre lo de la suite secreta, dice que quiere saber cómo cuantas personas van a estar allí! El pelinegro mirando hacia lo lejos como Rosa se iba, un tanto enojad

