Dafne sabía que debía dejar el rencor de lado. Hacía pocas horas había hablado con su madre, y aunque había intentado comprender su perspectiva, le resultaba imposible no querer estrangular a la mujer que le dio la vida con sus propias manos. Estaba tratando de ser paciente, de concentrarse en el computador frente a ella y trabajar en la organización del evento de caridad que James debía presentar dentro de quince días. Pero era un desafío monumental poder concentrarse en el trabajo. La voz de Nathalie resonaba en la sala, quejándose y reprendiendo a Sael por cualquier cosa que se le ocurría. Dafne sentía cómo la frustración crecía dentro de ella. Cada queja de su madre parecía un eco constante, una distracción que la sacaba de su enfoque. Nathalie, en un arranque de enojo, apagó la telev

